Mar 29, 2017 | Focolare Worldwide
Impulsos audaces en favor del compromiso ecuménico. Católicos y luteranos pueden recorrer juntos el camino hacia una plena reconciliación. Transcurrieron 500 años desde el comienzo del movimiento reformador de Lutero. La conmemoración de este evento durará un año: desde el 31 de octubre pasado al 31 de octubre de 2017 (fecha simbólica, en que se recuerda la publicación, en 1517, en Wittenberg, de las 95 tesis de Lutero sobre las indulgencias y la justificación). Este año de conmemoración fue inaugurado en un encuentro en la catedral luterana de Lund, en Suecia, entre el Obispo Munib Younan, Presidente de la Federación luterana mundial y el Papa Francisco. En aquella ocasión, el Papa invitó a todos los cristianos, unidos por el Bautismo, a anunciar juntos la Palabra de Dios, poniendo fin a las controversias teológicas seculares que han separado a las dos Iglesias, y subrayando los dones comunes recibidos gracias al diálogo y a la recíproca escucha. La revista Nuova Umanitá dedicó el número 221 a este evento, con un Focus cuyo título es “Medio milenio después de Lutero” (que fue publicado en marzo de 2016). Fue escrito por Hubertus Blaumeiser, quien presenta el ensayo de un teólogo luterano Theodor Dieter, y el de un teólogo católico, Wolfgan Thönissen. El acontecimiento de Lund, de alcance histórico, estuvo precedido por el documento “Del conflicto a la comunión”, que se publicó en 2013, por la Comisión luterana-católica por la Unidad que trabaja en nombre de la Federación Luterana Mundial y del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos. El texto indica cinco “imperativos ecuménicos” para superar definitivamente las causas de la controversia y vivir en la recíproca confianza una época de compromiso común. Primer imperativo: católicos y luteranos, unidos fuertemente por el Bautismo, deberían partir siempre desde la perspectiva de la unidad y no del punto de vista de la división, para reforzar lo que tienen en común, en lugar de subrayar y experimentar las diferencias. Las dos Iglesias, católica y luterana, en el curso de la historia se definieron por sus oposiciones. Ahora son necesarios, por el contrario, la experiencia, el aliento y la crítica recíprocos. De aquí se deriva el segundo imperativo: dejarse transformar continuamente por el encuentro con el otro y por el recíproco testimonio de fe, a través del diálogo, que abre a formas y grados diferentes de comunión. Tercero: comprometerse nuevamente en la búsqueda de la unidad visible, a elaborar y desarrollar juntos lo que esto significa como pasos concretos, y a tender constantemente hacia este objetivo. Cuarto: volver a descubrir juntos la potencia del Evangelio de Jesucristo para nuestra época. Y finalmente el quinto: la tarea misionera del ecumenismo será tanto mayor cuando nuestras sociedades sean más pluralistas desde el punto de vista religioso, por esto es necesario que juntos se dé un visible testimonio de la misericordia de Dios en el anuncio del Evangelio y en el servicio al mundo. Concluye el Informe: «Los inicios de la Reforma serán recordados de forma adecuada y justa cuando luteranos y católicos escuchen juntos el Evangelio de Jesucristo y se dejen nuevamente llamar para formar comunidad junto al Señor». La génesis y el desarrollo de este documento fue profundizado en el número 223 de Nuova Umanitá, dedicado especialmente a este paso decisivo para el ecumenismo. Sobre el camino del evento de Lund y como lógica consecuencia de la respuesta “teórica” dada al Consejo ecuménico de las Iglesias, a fines de febrero, en la Ciudadela de Ottmaring, caracterizada por una específica vocación ecuménica, la presidente y el copresidente de los Focolares, en nombre de todo el Movimiento, se comprometieron a testimoniar y a trabajar por la comunión entre las Iglesias más allá de las divisiones. «Como movimiento mundial, al que adhieren cristianos de muchas Iglesias y que por lo tanto ya vive la experiencia de un pueblo cristiano unido por el amor recíproco […] entrevemos en el encuentro de Lund un verdadero y exacto “kairos”, un signo de Dios para nuestra época, que impulsa a los cristianos a comprometerse aún más para que el testamento de Jesús, que todos sean uno, se realice».
Mar 26, 2017 | Focolare Worldwide
Llegué a Bagdad como Nuncio Apostólico de Irak y Jordania, dos semanas después del terrible atentado del 2010 en la catedral sirio-católica que provocó la muerte de 2 sacerdotes, 44 fieles y 5 soldados. Visitando la catedral, pueden imaginarse la desolación y la sen que advertí en mi interior al haber sido enviado allí para compartir ese dolor. Las relaciones entre los cristianos y los musulmanes eran conflictivas desde hacía años, a tal punto que incluso en la Nunciatura para cualquier trabajo o compra se elegían sólo a los cristianos. Sentía que tenía que ir contra la corriente. Comencé tratando de aprender el árabe (¡lamentablemente con poco éxito!) para poder saludar a todos. Cuando se me permitía, iba a conversar con los guardias dedicados a la protección de la Nunciatura, a veces compartiendo la cena preparada por ellos, aunque los soldados no son los mejores cocineros. La religiosa que me traducía no estaba muy de acuerdo, pero yo estaba convencido de que algo había que hacer. Sentía que tenía que “confiarme”, aunque si esto me ocasionaba alguna sorpresa. Una vez un peluquero musulmán al cual había comenzado a ir, para cortarme el pelo de las orejas, puso un poco de gas de su encendedor y después prendió fuego. Sabía que era un ingenuo, pero era una ingenuidad que yo quería mantener, queriendo conocer las razones del otro. El único musulmán que trabajaba en la Nunciatura era el jardinero. Cuando me fui me dijo: “Te vas, y yo quisiera que me dejaras un poco de tu paz”. Tal vez había captado que se trataba de esa paz interior que sólo Jesús puede dar. Una vez Chiara Lubich, hablando con los gen (los jóvenes de los Focolares), recordando al Emperador Constantino que había visto en el cielo una cruz con un escrito: “En este signo vencerás”- dijo que nuestra arma es Jesús Abandonado y que no existe otro camino para la unidad que el de la cruz. Allí Jesús tomó sobre sí mismo cada división, cada separación, y resucitó. También para nosotros la derrota se transformará en victoria. En mayo de 2015 fui trasladado a Cuba. Estaban en curso los preparativos para la visita del papa Francisco. Todo iba muy bien, pero un pequeño incidente diplomático de último momento perturbó los preparativos. Y yo en un momento perdí la paz interior, justo mientras el Papa estaba presente. Entrando en la plaza de la Revolución de La Habana para la Misa solemne, vi el retrato estilizado del Che Guevara, con el escrito: “¡Hasta la victoria, siempre! Y enseguida pensé en la clave de nuestra victoria: Jesús Abandonado. Y comprendí que no podía llegar a la victoria si no pasaba por esa derrota. Jesús no podía resucitar sin morir. Jesús Abandonado no es el instrumento para usar en caso de necesidad para que resuelva nuestros problemas, es el Esposo con el cual somos “una carne sola”. Y si me lamento de algo o de alguien, me doy cuenta de que me lamento de Él. No puedo decir que Lo elegí si prefiero que no esté. Comprendo que debo estar contento cuando está, más que cuando no está. Entonces los problemas, las divisiones, las guerras, la pobreza, etc., no me asustan más. No vivo esperando que terminen pronto, sino en la esperanza que nace de la certeza que en Él ya están resueltos. Entonces vivo sereno, y puedo transmitir la paz también a aquél que no comparte mi fe, como al jardinero de la Nunciatura de Bagdad.
Mar 25, 2017 | Focolare Worldwide
El deber ser de Europa La unidad de Europa es una etapa hacia el mundo unido; un avance y un logro, bajo la presión de instancias populares, del derecho natural, de la revelación cristiana, de fuerzas morales y espirituales; a las que se suma la presión económica y política, científica y tecnológica, que pesa hacia la unificación: objetivo de la razón y de la moral; de la vida en el tiempo y en la eternidad. Para Clemente Alejandrino –heredero de la sabiduría helénica- la unidad es el bien, es productora de vida; la división es el mal y es generadora de muerte. La civilización crece en la medida que unifica los ánimos. Para Huxley todo verdadero progreso de la civilización es un progreso en la caridad. Y la caridad es el sentimiento que induce a hacer de todos uno, no por nada es el alma de Cristo, cuyo testamento culmina con la súplica: “que todos sean uno”. La caridad lleva a la integración, a la comunión, a la solidaridad, incluso en la política y en la economía. Por eso entre las fuerzas esenciales que impulsan hacia la integración europea, nosotros queremos resaltar las fuerzas del espíritu, y no tanto los aspectos políticos, económicos, sociales, etc. Igino Giordani, «Fides», Mayo de 1961, p.130 El cristianismo y Europa Europa está tan llena de rencores como un depósito de explosivos, mantenidos vivos por filosofías y falsos patriotismos, mitologías e intereses egoístas. Para que Europa no explote necesita remover todo este material inflamable, tiene necesidad de una reconciliación universal, que la libere del pasado y purifique el futuro. ¿Quién puede realizar “este ministerio de reconciliación”? El cristianismo: esa reserva de santidad que todavía Europa custodia y sigue comunicando a los otros continentes. Y El cristianismo comporta la unificación en la libertad y en la paz, eliminando las guerras y los otros motivos de fricción. Igino Giordani, «Fides», Mayo de 1961, p.131 El alma de Europa Europa ya tiene un alma, es el cristianismo, su esencia y su génesis. En este soplo espiritual común, también los factores materiales y humanos se funden, y se elevan, dando vida a un ideal universal. Así los pueblos de Europa, reavivando estos principios constitutivos de su historia, fundiéndolos en la llama ideal de la solidaridad, fruto del amor –que representa la inteligencia divina-, encontrarán en su misma racionalidad, en la convivencia y su urgencia y necesidad, la solución por excelencia de sus problemas; y esto en un momento decisivo, en donde una guerra interna –que hoy más que nunca parece irracional y fratricida- podría determinar la catástrofe definitiva. El amor, en cambio, poniendo en circulación el bien y los bienes, podrá determinar la salvación resolutiva. Igino Giordani, «Fides», Mayo de 1961, p.131
Mar 18, 2017 | Focolare Worldwide
De niño soñaba con ser piloto, pero el atractivo hacia el sacerdocio lo acompañó desde los 11 años. Nacido el 17 de mayo de 1932 en Líšnice, provincia de Písek, en la Bohemia Meridional, trabajó como obrero de 1952 a 1953. Desde 1960, después de graduarse, trabajó como archivista pero pronto dejó la actividad para estudiar teología. En 1968 fue ordenado sacerdote. A principios de los años ’60, durante un viaje en la entonces DDR (Alemania Oriental), se encontró en Erfurt con algunos laicos y sacerdotes que vivían la espiritualidad del Movimiento de los Focolares. Impresionado por la presencia de Jesús en medio de este grupo de cristianos, presencia que Él promedió “cuando dos o más están unidos en Mi nombre” (Cfr. Mt. 18, 20). Esta experiencia de comunión lo acompañará siempre. Su trabajo pastoral en Ceské Budejovice molesta al aparato estatal comunista, que en 1971 lo transfiere a las parroquias de la Selva Bohema. Siete años más tarde, debido a su influencia sobre todo en los jóvenes, se le retira el permiso de desarrollar su función sacerdotal. «Perdí la licencia, ya no puedo celebrar la Misa –explica a sus parroquianos-. He hablado y predicado de la cruz y les he recomendado que la carguen. Ahora es el momento de que yo la lleve». Reducido oficialmente al estado laical, Chiara Lubich acoge su solicitud de vivir en el focolar de Praga que se había abierto en el ’81. Como oficio trabaja durante 10 años lavando vidrios. En distintas ocasiones contó: «Non podía predicar ni administrar los sacramentos públicamente, pero mirando la cruz entendí que mi Sumo Sacerdote, Jesús, cuando estaba en la cruz casi no lograba hablar y tenía las manos clavadas. Me convencí: “Ahora estás cerca de tu Sumo Sacerdote” y abracé a Jesús Abandonado. La espiritualidad de los Focolares me guió en esta dirección. Entendí la fuerza de la que habla Isaías 53: “El hombre de los dolores…”. (…) Durante largo tiempo viví bajo esta luz: todo lo que es feo puede servir para mi edificación. Comprendí, sin exagerar, que estos diez años lavando vidrios fueron los años más bendecidos de mi vida». Solía repetir: «Considero que ha sido un milagro que Dios haya difundido la espiritualidad de la unidad en el mundo socialista, donde todo estaba bajo vigilancia. Él siempre conoce las “brechas”».
Con la “Revolución de terciopelo”, en 1989 vuelve a ser párroco. En 1990 es nombrado obispo de Ceské Budejovice y al año siguiente Arzobispo de Praga. De 1992 al 2000 es el Presidente de la Conferencia Episcopal Checa y de 1993 al 2001 Presidente de las Conferencias Episcopales Europeas. El 26 de noviembre de 1994 es creado cardenal. Después de la muerte del Obispo Klaus Hemmerle en enero del ’94, quien fue el iniciador con Chiara Lubich de la rama de los Obispos amigos del Movimiento de los Focolares, la fundadora invita al Arzobispo de Praga a asumir el papel de moderador. Remplazar a Mons. Hemmerle, gran teólogo y figura carismática, le parece comprometedor, pero Chiara Lubich lo tranquiliza: «No tema, Excelencia. Usted no estará solo. Irán adelante como cuerpo». El Cardenal asume este encargo durante 18 años, convocando y sosteniendo numerosos encuentros internacionales de Obispos, católicos y también de varias Iglesias, realizados en Castelgandolfo (Roma), en Estambul, Jerusalén, Beirut, Augsburg, Wittenberg, Londres, Ginebra, El Cairo, para nombrar sólo algunos.
La participación de los Obispos en la Obra de María es de naturaleza exquisitamente espiritual, y no interfiere en modo alguno con sus deberes de Obispos, como lo establece la Iglesia. Ellos reconocen que la espiritualidad de la unidad está «en profunda sintonía con el Carisma episcopal, refuerza la colegialidad efectiva y afectiva y la unidad con el Santo Padre y entre los Obispos, y finalmente conduce a la actuación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia-comunión». Así se lee en el reglamento de la rama de los “Obispos amigos de la Obra de María”, reconocidos por Juan Pablo II y aprobados por el Consejo Pontificio para los Laicos con una carta del 14 de febrero de 1998. Han expresado su aprecio por estas iniciativas también los jefes de varias Iglesias Cristianas. Lee también: News.va
Mar 18, 2017 | Focolare Worldwide
Nuestra diócesis de Lodwar – cuenta Mons. Dominic Kimengich – está ubicada en Turkana County (Kenia), a los confines con Uganda, Sudán del Sud y Etiopía. De Nairobi nos separan unos 700 km. Los que viajan hacia nosotros deben asegurarse de ir escoltados por la policía a lo largo del camino, para evitar caer en los frecuentes asaltos de bandidos y ladrones. Por los cambios climáticos, hace mucho tiempo que no llueve, y esto trae como consecuencia una terrible carestía que afecta toda la región de Turkana. El 60% de la población practica todavía una vida nómada y hasta ahora sobrevivió criando camellos, ovejas, cabras, asnos y bovinos. Ahora que ya no hay comida, ni pasto para el ganado, están obligados a emigrar a los países cercanos. Sin embargo, siendo una zona fronteriza, hay muchos conflictos entre tribus aledañas que luchan por la supervivencia provocando la muerte de muchas vidas inocentes, entre ellas las de mujeres y niños. En la diócesis tenemos un enorme campo de refugiados llamado Kakuma, con casi 200.000 refugiados procedentes sobre todo de Sudán del Sud, cuya situación se agrava día tras día. Muchos provienen también de Somalia. Nos encontramos en una situación muy difícil, porque ni siquiera los habitantes de Lodwar tienen comida y agua suficientes. Incluso muchos niños han dejado de ir a la escuela porque no hay comida. En 1985, cuando estaba en el Seminario, alguien me habló de la espiritualidad de los Focolares, pero una vez ordenado sacerdote me asignaron a una parroquia desde la cual era muy difícil permanecer en contacto con el Movimiento. Sólo desde que soy obispo puedo participar en algún encuentro en Nairobi. En el 2012, para celebrar los 50 años de la evangelización, pensamos invitar a los obispos de las diócesis aledañas: Uganda, Sudán del Sud, Etiopía y de otras 4 diócesis de Kenia, para hablar de la paz y preguntarnos qué podemos hacer nosotros. Vinieron 10 obispos y compartimos juntos unos 3 días. Ahora este encuentro se repite cada año. Vimos que, desde que nos encontramos, el conflicto se ha ido reduciendo. Una vez fui a ver al obispo Markos de Etiopía, también él presente en este Congreso, y de la unidad que se ha creado también con los demás obispos, encontramos la fuerza para llevar adelante nuestro ministerio en una tierra tan asolada.
Aquí en Castel Gandolfo, es maravilloso compartir las propias experiencias con obispos de todo el mundo y ahondar juntos en el conocimiento del carisma de la unidad, que enseña de forma práctica cómo vivir – también como obispos – un amor auténtico en el espíritu de fraternidad. Participar en este Congreso ha sido un gran testimonio del amor de Dios por mí y de cómo Él quiere que nos amemos unos a otros como Jesús nos ha amado. El tema elegido para este año se encuentra en profunda sintonía con la realidad de mi vida y de la región de la que provengo. Es sólo viendo las cosas desde el punto de vista de Jesús crucificado y abandonado, que podemos esperar un mundo en el que las personas aprenden a vivir en paz, compartiendo lo que tienen hasta llegar a abrazarse el uno al otro como hijos del mismo Dios Padre. Mientras me preparo para volver a mi diócesis, puedo atestiguar con certeza de que ya no soy el de antes. Me siento muy fortalecido por la unidad con mis hermanos obispos. En la unidad en Jesús abandonado, sé que no estoy solo en aquel rincón de Kenia afrontando las numerosas situaciones difíciles. Jesús está conmigo de forma muy cercana. Sé también que puedo contar con las oraciones de todo el Movimiento. Estoy muy agradecido con Dios que hizo posible todo esto.
Mar 17, 2017 | Focolare Worldwide
El Programa de Turismo Solidario y Sustentable que la Pastoral del Turismo de Salta (Argentina) promueve desde hace 6 años, sostiene pequeñas comunidades de las ciudades de Salta, Jujuy y Catamarca, en el norte del país, valorizando así sus recursos humanos y naturales, para salvar la riqueza cultural y la diversidad vinculada a la historia local. Al mismo tiempo, se ofrece una formación profesional para la producción de distintos productos vinculados a la industria del turismo, alojamientos, transportes, venta de productos artesanales y alimenticios (mermeladas, licores, miel, etc…). De este modo se trata de evitar la migración de la población del área rural a la urbana, impidiendo de este modo el crecimiento de las zonas marginales en las grandes ciudades, y al mismo tiempo, protegiendo a las pequeñas comunidades con su rica cultura que está en vías de extinción.
«Lo que distingue esta experiencia de desarrollo local de otro tipo de experiencias – explica Virgina Osorio, socióloga e investigadora de Suma Fraternidad– son las palabras “comunión y diálogo”: comunión, porque cada actor pone en común los propios talentos y los recursos para el desarrollo del programa; diálogo, porque en el proceso de desarrollo hay una fuerte interacción entre los diversos protagonistas, a menudo contrapuestos entre ellos. Las dificultades, realmente, no han faltado, pero la estrategia con la que se tratan de superar las problemáticas es la de trabajar en equipo poniendo en práctica la escucha activa de todas las partes interesadas: las comunidades locales, el Estado, las empresas y otras organizaciones de la sociedad civil». Y continúa: «El resultado de esta experiencia es el nacimiento de un nuevo producto y de un nuevo tipo de consumidor. No es el concepto de turismo al cual estamos acostumbrados, sino que en esta experiencia el valor agregado es el contacto con la riqueza cultural de las pequeñas comunidades rurales y, en algunos casos, de los descendientes de las poblaciones indígenas, es decir un turismo que genera el encuentro entre las personas».
Pero escuchemos a alguien que ha participado en el programa, como Stefano, joven turista italiano: «Siento que para algunas personas viajar es como ver el mundo desde una vitrina. Se viaja buscando nuestro estándar de vida occidental, con nuestras comodidades, nuestra seguridad y certezas, y vamos a “consumir”, como si visitar lugares fuese beber una bebida que después tiramos. Se toman muchas fotos, se adquieren suvenires, se come en un lugar típico y ¡el juego está hecho! En cambio un país no está hecho de monumentos y souvenirs, sino que está hecho por personas que pueden también ofrecer hospitalidad, compartiendo su casa, su mesa, la música: ¡es el modo más auténtico de viajar! “Compartir” que es “condividere” (en italiano), ¡es el verbo en lengua española que aprendí durante este viaje a Argentina!». Y la familia de María José y Pablo, argentinos: «Nos gustaba esta idea de vacación, hacer paseos, conocer nuevos paisajes, pero sobre todo tener la posibilidad de encontrarnos con estos “paisajes humanos” que a veces se esconden detrás de postales y fotos, que nos han permitido entrar en la realidad de estas comunidades. Una sensación que atravesó nuestra experiencia fue la de haber roto nuestros esquemas y llenarnos de la vida de estas personas que tenemos ahora en el corazón; experimentar el ritmo tranquilo y profundo de estos lugares y la vista de múltiples paisajes que hemos cruzado en nuestro recorrido. Ahora, llegando a la ciudad, miramos de otro modo, con ojos nuevos».