«Hoy cumplo 46 años. El doble de cuando empecé a vivir el Ideal (la espiritualidad que emana del carisma de la unidad, ndr.). Estoy contenta porque de ahora en adelante será más el tiempo vivido con el Ideal que el tiempo sin él.
Pero necesito, Dios mío, abandonar mi vida en tu corazón. Necesito incinerar mi ser en las llamas ardientes del Espíritu Santo que, por toda la eternidad y desde ahora, debemos agradecer por habernos indicado este camino de amor: amar, amar siempre, amar a todos. Que al final de cada jornada podamos decir: he amado siempre». (Diario del 22 de enero de 1966)
«Hablando de Jesús, San Pablo escribe: «se entregó a sí mismo por mí» (Gál. 2, 20).
Cada uno de nosotros puede repetir lo que dice el Apóstol: por mí.
Jesús mío, has muerto por mí, por mí, ¿cómo puedo dudar de tu misericordia? Y si la fe me enseña que Dios murió por mí, ¿cómo puedo no corresponder a este amor arriesgándolo todo por Él?
Por mí. Es ésta la fórmula que anula la soledad de los más solos, que diviniza a cada pobre hombre desacreditado por el mundo, que colma cada corazón hasta el límite y lo hace desbordar sobre quién no conoce o no recuerda la Buena Nueva.
Por mí. ¿Por mí, Jesús todos tus dolores? ¿Por mí ese grito?
¡Oh! Seguramente tú no dejarás que se pierda ni la mía ni tantas pobres almas, y harás todo lo posible… al menos porque te hemos costado demasiado.
Tú me has generado al Cielo como mi madre a la tierra. Tú piensas sólo y siempre en mí como en cada uno.
Tú me das valor en mi vida cristiana, más que si tuviera todo el universo a mis espaldas empujándome.
Por mí. Sí, por mí.
Entonces, Señor, deja que también yo te diga, por los años que me quedan: por Ti».
(Chiara Lubich, Lo esencial hoy. Escritos Espirituales/2, Città Nuova, Roma 1997, p. 11).
0 comentarios