Contribuir a la realización de la unidad en el mundo. Si bien existen muchas etnias, culturas y tradiciones religiosas distintas, descubrir que, todos los hombres son hermanos y hermanas y juntos podemos lograr el nacimiento de la paz y la armonía universal. Este es el sueño de Chiara Lubich (1920-2008). Este es el objetivo por el cual ella vivió y trabajó. Este es el fin específicode su carisma y del Movimiento de los Focolares al que ella dio vida. Un evento fundacional en el camino del diálogo de los Focolares fue la entrega del Premio Templeton por el progreso de las religiones, acontecimiento que ocurrió en 1977 en Londres (Gran Bretaña). Hablando de su experiencia, Chiara Lubich contó que en aquella oportunidad tuvo la profunda sensación de que todos los presentes, aún siendo de credos distintos, pertenecían a una única familia. Fue una intuición que marcó un cambio: la apertura del Movimiento de los Focolares al diálogo con personas de cualquier tradición religiosa. Desde aquel momento, la difusión mundial de los Focolares contribuyó a desarrollar el diálogo interreligioso, con judíos ortodoxos, conservadores y reformados; con musulmanes sunitas y chiitas; con hindúes de distintas corrientes; con budistas mahayana y therevada; con seguidores de las religiones tradicionales africanas y de otras culturas originarias. Así como vínculos con taohistas, shintoistas, sikh y baha’i, entre otros.
El diálogo de los Focolares tiene como base la centralidad del amor, de la caridad, de la misericordia, de la compasión sintetizada en la ‘Regla de oro’ que está presente en las principales religiones y culturas, que invita a “Hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti”. Un diálogo que lleva, entre sus efectos, a profundizar la relación con Dios o con el Absoluto y al descubrimiento de las propias raíces religiosas y de la propia tradición. La apertura hacia el otro favorece el conocimiento y la confianza, y derriba ideas erróneas y preconceptos. Se descubre que las diversidades pueden ser un don de los unos hacia otros. Se emprende la búsqueda común de aquello que nos une. Nacen encuentros de profundización y simposios. La experiencia de la fraternidad refuerza el compromiso común en construirla sobre todo donde parece que prevalecen la violencia y la intolerancia religiosa. Se contribuye a sanar el tejido social curando tensiones e integrando comunidades en conflicto. Florecen significativas realizaciones humanitarias comunes. El 20 de marzo de 2014, en la Universidad Urbaniana de Roma tendrá lugar un evento dedicado a “Chiara y las religiones: juntos hacia la unidad de la familia humana”. Pretende poner en evidencia, seis años después de su desaparición, su compromiso a favor del diálogo interreligioso. La manifestación coincide con el 50° de la declaración conciliar “Nostra Aetate” sobre la Iglesia y las religiones no cristianas.
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