MANILA (Filipinas) – Acaba de finalizar la undécima edición del Genfest, en el que 6.000 jóvenes de los Focolares de más de cien países del mundo han puesto en marcha el proyecto “Caminos hacia el mundo unido”: caminos y acciones para acercar personas y pueblos, construyendo relaciones fraternales en los ámbitos de la economía, de la justicia, de la política, del medio ambiente, del diálogo intercultural e interreligioso que se lanzará en todo el mundo. “En la época de las migraciones crecientes y de los nacionalismos que avanzan, como reacción a una globalización exclusivamente económica que descuida la diversidad de culturas y religiones, – resume Maria Voce, presidente de los Focolares – el Genfest propone a los jóvenes un cambio de perspectiva: no detenerse de este lado de los muros personales, sociales y políticos, sino más bien, aceptar sin temor y prejuicios cualquier tipo de diversidad”. En los próximos años, por lo tanto, los Jóvenes por un Mundo Unido de los Focolares se comprometerán a crear una red de actividades, con el objetivo de enraizar en sus ambientes y países, la mentalidad y las prácticas de paz y solidaridad. “El 6 de julio fuimos a la sede de la FAO y de la UNESCO, aquí en Manila – dice Marco Provenzale – para presentar nuestros proyectos y ofrecer a las organizaciones internacionales el compromiso de muchos jóvenes que se convertirán en sus países en embajadores de fraternidad, con una misión precisa: promover acciones “beyond all borders”, como dice el título del Genfest, más allá de las fronteras culturales, sociales y políticas. El Genfest fue una fiesta y un compromiso al mismo tiempo, donde el arte y el entretenimiento también tenían como objetivo expresar la superación de las fronteras, como las dos noches de conciertos que llevaron a Asia al resto del mundo y viceversa. También fue muy visitada la Explo, una exhibición multimedia e interactiva que propuso una lectura a la inversa de la historia del mundo, vista desde la perspectiva de los pasos de paz de la humanidad y la centralidad del compromiso personal para construirla. Y para no quedarse en teoría, la acción Hands for Humanity les ofreció a los participantes la oportunidad de “ensuciarse las manos”: los jóvenes podían elegir entre 12 actividades de solidaridad, acogida y desarrollo urbano que se llevó a cabo en diferentes puntos de Manila. Historias más allá de los muros Sin embargo, las verdaderas protagonistas de esta undécima edición fueron las historias de los jóvenes que viven el drama de la migración y la segregación en la vida cotidiana. “Hoy se habla poco de quién vive el límite en la vida cotidiana – explican los organizadores – de quien vive ante muros, con una sensación de impotencia y deseo de redención”.
Estas, son historias de relevancia actual, como la de Noé Herrera (México) y Josef Capacio (EE. UU.), que viven justo más allá de la frontera estatal, entre sus dos países. Noé tiene que afrontar todos los días horas de fila para ir a la escuela al otro lado de la frontera. ¿De dónde le viene la esperanza? De la amistad con Josef y otros chicos norteamericanos con quienes trabaja para difundir una mentalidad compartida de respeto y conocimiento recíproco. Aziz, por otro lado, es iraquí: ahora vive en Francia y hace una pregunta a los jóvenes del Genfest: “¿Alguna vez pensaste que un día, de repente, podrías perder todo: familia, hogar, sueños? Y tú, tú, ¿qué harías?”. Egide y Jean Paul, uno ruandés y el otro burundés, se encontraron en una circunstancia dramática. En una parada de autobús, Jean Paul fue agredido hasta casi matarlo. Egide lo salvó, ayudándolo durante meses. Un gesto extraordinario si uno piensa en la herida que nunca se cerró por el reciente conflicto entre sus países. Entonces, ¿hay una receta para superar los muros y las fronteras cuando todo parece ir en la dirección opuesta?, se pregunta el pueblo del Genfest. Maria Voce propone tres palabras que también son un programa de vida para todos los jóvenes que ahora están regresando a sus países: amar, recomenzar y compartir. Amar a los pueblos de los demás como al propio; recomenzar sin perder la esperanza de que sea posible otro mundo y compartir riqueza, recursos y pesos personales y colectivos. Y concluye desafiando a los jóvenes a ser hombres y mujeres de unidad, personas que llevan en sus corazones los tesoros de cada cultura, pero que también saben dárselos a los demás y ser, en definitiva, hombres y mujeres globales.Consolar
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