«[…] Ustedes saben que la idea de la Economía de comunión ha despertado en muchos y entre muchos de nosotros también (de los más pequeños a los mayores) energías adormecidas, ha suscitado propósitos serios y comprometedores y ha sugerido soluciones a sueños que se consideraban irrealizables. Que ha puesto en marcha […] el mecanismo del “dar” por lo que casi todos, podemos decir, se han comprometido a ofrecer prestaciones, oraciones, fuerzas, dinero, tierras, casas, joyas… Que ya hay semillas que prometen nuevas empresas, creadas con la intención de distribuir una parte de los beneficios entre los necesitados, y estas empresas están ya floreciendo, como una primavera, por todas partes. Que están surgiendo, casi como por encanto, otras estructuras para formar a “hombres nuevos”. Y que las ciudadelas se están multiplicando. Ahora bien, para que todo crezca y todo madure, es necesario consolidar, hacer que sea habitual en nosotros esta virtud del “dar”. Es necesario que el entusiasmo con el cual empezó la Economía de comunión nos acompañe siempre y aumente, y no desilusione las muchísimas expectativas de los pobres y los incentivos tan explícitos, a menudo iluminadores, de personalidades religiosas, de economistas, de empresarios y de otros expertos. Debemos mantener viva esta Economía de comunión en todas sus expresiones hasta el punto de que no haya ningún indigente entre nosotros. Entonces sí que será una realidad humano-sobrenatural sorprendente, un gran “ser” que gritará Dios al mundo, que revelará a muchos su presencia en la historia, como alguien ha dicho refiriéndose a nuestro proyecto. […] Y entonces “dar”. […] Demos siempre; demos una sonrisa, comprensión, perdón, escucha; demos nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestra disponibilidad; demos nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestra ideas (cada idea es una responsabilidad), nuestra actividad; demos nuestras experiencias, nuestras capacidades, nuestros bienes, que conviene examinar periódicamente para decidir si tenerlos o compartirlos con otros, de manera que nada se acumule y todo circule. Dar: que esta Palabra no nos dé tregua. Queremos vivirla para gloria de Dios y para que vuelva a vivir el espíritu y la praxis de los primeros cristianos: «eran un corazón solo y un alma sola y no había entre ellos ningún necesitado» (Cf. Hch 4, 32-34)». Chiara Lubich (Fragmento de una conversación telefónica colectiva con los Focolares de distintas partes del mundo el 23 de abril 1992 )
En la unión está la fuerza
En la unión está la fuerza
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