El 14 y 15 de junio pasado un grupo de 48 focolarinos de siete Iglesias cristianas estuvieron profundizando algunos puntos importantes de la espiritualidad de la unidad en su dimensión ecuménica. En esta ocasión conocimos la historia de Hanneke, holandesa, de la Iglesia reformada.
«Crecí en una familia reformada. A los 13 años, cuando murió mi mamá, comencé a vivir un período difícil. Nadie de mi familia iba a la iglesia. Yo no quería dejar a Dios y por eso trataba siempre de estar en contacto con la comunidad de la iglesia local. A los 21 años hice la ‘profesión de fe’, un momento importante de la iglesia reformada. Allí me comprometí a dar todo para construir el Reino de Dios en la iglesia y en la humanidad. También ese día, igual que cuando era pequeña, sentí que Dios quería algo más de mí.
En mi búsqueda encontré la comunidad de Taizé, donde vi un cristianismo distinto del que ya conocía, una vida cristiana que podíamos vivir juntos. Poco después, a través de una colega de trabajo, conocí la espiritualidad de los Focolares. No me habló directamente, pero yo viendo su vida comprendí que se trataba de una dimensión espiritual muy fuerte.
Comencé a visitar el focolar de Ámsterdam. Una vez estuve en una fiesta de cumpleaños, algo muy sencillo. Pero allí por primera vez experimenté esa presencia espiritual de Jesús, y comprendí mejor el sentido de la frase “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 20). Veía el amor mutuo vivido concretamente y me dije: también yo quiero vivir así.
Al principio no sentía la diferencia entre mí misma que era reformada, y la mayoría de los otros que eran católicos. Sólo después de algunos años me di cuenta que éramos distintos en la forma de profesar nuestra fe, y me surgieron muchas preguntas; a veces no me sentía comprendida. La llave para continuar en este camino la encontré en Jesús Abandonado, reconocer su rostro en la llaga de la división entre las iglesias, en nuestros pensamientos distintos, me ayudó a ir adelante.
Me trasladé a Eindhoven en el sur de Holanda, donde la mayoría es católica. Sentí una gran apertura, aprendí a expresar mi perplejidad o dificultades cada vez que veía algo con lo cual, por mi sensibilidad de reformada no estaba de acuerdo; esto me ayudó a construir relaciones más verdaderas.
También dentro del Movimiento de los Focolares somos muchos los que pertenecemos a la Iglesia reformada, de distintas vocaciones. Hicimos juntos lindas experiencias de conocimiento mutuo, por ejemplo, algunos viajes a Roma, y creció la conciencia de que el ecumenismo es un camino común, sea para los protestantes como para los católicos. Desde hace algunos años los responsables de varias iglesias y movimientos se preguntaron cómo hacer para darle a Holanda un testimonio de unidad, en vez de división. Se creó el comité “nosotros elegimos la unidad”. Este comité propuso una jornada de reconciliación entre todas las iglesias en la que participaron 4.000 personas. Este trabajo continúa hoy en el Global Christian Forum holandés.
Algo que me parece muy importante para la unidad de los cristianos es saber escuchar al otro hasta el fondo. Debes estar completamente vacío de ti mismo para escuchar; a veces puedes pensar que sabes lo que el otro quiere decir, pero antes debes escuchar bien. Hay que vivir la enseñanza de San Pablo, que dice que hay que entrar en la piel del otro para acelerar el camino de unidad».
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