
Congreso Internacional 2013
En Alemania se festeja el 31 de octubre, en recuerdo de Martín Lutero y en Suiza el primer domingo de noviembre, recordando a Huldrich Zwingli y a otros reformadores suizos, como Calvin, del siglo XVI.
En el 2017 se festejará el 500° aniversario de la Reforma y algunos se preguntan si se puede celebrar hoy de forma productiva el recuerdo de aquellos tiempos de cambio, que produjeron también divisionesentre los cristianos, pero a nivel europeo comenzó un intercambio de reflexiones que han ya madurado un primer fruto.
Los cristianos luteranos y reformados decidieron, por primera vez después de la Reforma, preparar y celebrar juntos este acontecimiento. Por esta razón en octubre de 2013 tuvo lugar una primera conferencia preparatoria internacional en Zurich con casi 240 representantes de más de 35 países.
Con vistas al aniversario del 2017, también los aspectos oscuros de la Reforma son considerados como un tema importante de analizar. Las iglesias reformadas en Suiza revalorizaron la historia de la persecución centenaria de los anabautistas (Menonitas, Amish) y en el 2004, comenzaron un proceso de reconciliación en Zurich, donde el movimiento anabautista tiene sus raíces. Existe la esperanza de que en este período de preparación se recorra entre muchas iglesias una trayectoria de reconciliación y comprensión recíproca; que está en consonancia con el papa Francisco, que en su
catequesis sobre el ecumenismo del 8 de octubre de 2014 subrayó que en el curso de la historia lamentablemente ocurrieron separaciones graves y dolorosas, pero que no podemos resignarnos o permanecer indiferentes ante estos sucesos.

Kathrin (primera fila a la izquierda) con Maria Voce y Giancarlo Faletti y un grupo de focolarinos suizos – noviembre 2012
Con respecto a este tema entrevistamos a Kathrin Reusser, focolarina reformada suiza. ¿Cuál es tu experiencia de los últimos años? «“Ecclesia semper reformanda” (la iglesia debe constantemente renovarse): este lema esencial de la Reforma me resulta muy querido. Durante la crisis de la adolescencia, en 1972, me quedé muy feliz viendo cómo en Loppiano los focolarinos vivían el Evangelio en la vida cotidiana. En casa, tratando de ver en cada persona el rostro de Cristo, vi que cambiaban algunas relaciones difíciles. Mis padres, con su vida coherente, habían grabado en mi muy fuerte los valores cristianos. Más adelante
la espiritualidad de los Focolares me abrió un horizonte más grande hacia la humanidad, por la cual vivo estos valores como un instrumento para una unidad y una comunión mayor»
Esto, ¿ha tenido también consecuencias en tu profesión de jurista? «Sí, me ha guiado en la elaboración de las sentencias y en el gestionar procesos y mediaciones, y también a vivir aquí una “reforma”: es decir un “cambio” de una situación y un “nuevo comienzo”. Si, por ejemplo, en el conflicto desesperado entre las partes veo la presencia de
“Jesús abandonado” – que a través de
Chiara Lubich descubrí como “llave de la unidad” – y cuando en la oscuridad de pruebas embrolladas que imposibilitan una decisión verdadera y justa, quiero solo recibir y aceptarlo a EL completamente, entonces- de modo siempre distinto y sorprendente- se perfila una solución aceptable para todas las partes»

Chiara Lubich en el Grossmünster (2001)
¿No existen contrastes entre una espiritualidad nacida en la Iglesia católica y la pertenencia a la Iglesia reformada? «Para decir la verdad, la vida de esta espiritualidad me hace ir en profundidad también a las raices de mi Iglesia Reformada. Así es que encontré, por ejemplo, a través de la praxis del Focolar, en la renovación del ‘pacto’ del
amor recíproco (Jn 13, 34), en especial antes de ir al Culto, una nueva y profunda comprensión del significado de la Santa Cena. Con alegría he descubierto poco después que para el reformador Zwingli la Santa Cena es el lugar donde la comunidad cristiana se renueva en su unidad como cuerpo de Cristo. Esta experiencia para mi es preciosa, también en el diálogo con otros reformados para quienes a veces la Santa Cena no tiene un significado vital. Crece en mí la confianza de poder dar una contribución- aunque sea pequeña- a una futura nueva unidad entre todos los cristianos.
Chiara Lubich, el 17 de noviembre de 2001, hablando en el Grossmunster en Zurich, lugar en el cual trabajó Zwingli, describía así el efecto tonificante de esta unidad: “¡No nos demos paz! Dios nos ayudará (…). Y cuando existirá entre nosotros la plena comunión visible, un estremecimiento de vida nueva invadirá la tierra para el bien de la humanidad, para gloria de Dios y alegría nuestra. Qué Dios nos de la gracia, si no es posible ver esta Iglesia unida, al menos de contribuir a prepararla”»
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