Movimiento de los Focolares

¿Dónde iré a parar?

Ene 28, 2015

En el año de la Vida Consagrada, entramos en la historia de sor Mariela Giannini. Desde Italia a las Filipinas, a España, pasando por esos momentos oscuros en los cuales nadie quisiera encontrarse.

a Villa Achillia

Hermana Mariella Giannini (segundo por la izquierda) en el centro de las Religiosas de los Focolares en Grottaferrata, Roma.

Defender la vida humana en condición de fragilidad. Es lo que alienta a las Hermanas hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, la familia de sor Mariela Giannini, religiosa que vive la espiritualidad del Movimiento de los Focolares y protagonista de esta historia. «Por medio del encuentro con el carisma de la unidad de Chiara Lubich – nos cuenta – logré recomponer mi identidad de religiosa en el carisma de la Hospitalidad, que es lo específico de mi Instituto».

Filipinas, España, Italia, son las etapas que vivió en su camino. El descubrimiento que Dios «nos ama inmensamente» la marca fuertemente; a pesar de esto llega pronto un momento triste, uno de aquellos que de buena gana evitaríamos, especialmente después de haber elegido una vida de total entrega.

«Se trataba de un fuerte dolor moral – confía sor Mariela -, un momento de prueba, tal vez también de tentación. Seguramente de lucha contra Dios. Llegó de improviso la oscuridad, bajó en mí la noche, junto con el silencio de un mar oscuro y profundo, de un río cenagoso que tenía que cruzar. ¿Pero dónde iré a parar? me preguntaba. No tenía futuro».

Recuerda con emoción aquellos momentos difíciles y confiesa que, a pesar de la oscuridad, nunca dejó de entregarse a los demás. «Me vino al encuentro de manera inesperada el grito de Jesús en la Cruz: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Aquel que absurdamente no tiene respuesta, ha sido la clave para mi dolor y para cada dolor humano».

Un momento delicado superado no tanto con la fuerza de voluntad, sino con el abandono confiado en Dios. «En el interior de toda familia religiosa – continua sor Mariela – es inevitable que existan problemas, porque el egoísmo no está nunca desarraigado totalmente. Pero ciertas cosas cambian dentro de ti. Lo experimenté especialmente con nuestros colaboradores laicos, que no veo más como extraños, o peor, sólo como dependientes, sino nuestros hermanos y hermanas con los cuales compartir el carisma y realizar juntos nuevos proyectos. Además, Dios me donó una nueva familia también con el Movimiento de los Focolares. Mi corazón se dilató. El carisma de la hospitalidad y el carisma de la unidad llegaron a ser para mí una única fuerza, una dinamita que renueva la casa de Dios, la Iglesia».

Habla con conocimiento de causa, porque las tareas realizadas han sido varias y delicadas, no sólo como superiora provincial, sino también en varios lugares del mundo. «Amor llama siempre Amor – afirma convencida. – Pude constatarlo y vivirlo porque, después de la carga de Provincial de mi Instituto para Italia, fui enviada, come formadora, entre las Junioras de las Filipinas. La formación inicial es una etapa delicada, fascinante y que involucra, pero con la escucha cotidiana y el diálogo recíproco llegamos a comprendernos. En este nivel, o sea cuando acojo la vida de la otra en una relación de corazón a corazón, puedo ser regazo para cada sufrimiento pasado y presente. Vivir así me ayuda a superar toda barrera de lengua, cultura y de generación».

Desde las Filipinas va a España para preparar a las jóvenes hermanas a los votos perpetuos. De regreso a Italia, en Viterbo, se ocupa de un grupo de enfermos síquicos, alcohólicos y personas con disturbios del comportamiento. Visita regularmente a los detenidos en la súper-cárcel de la ciudad: «Jesús dona grande alegría también a estos últimos porque él por primero ha elegido ser el último, y cuando estos dos polos “Dios y el hombre” se encuentran, misteriosamente la relación se ilumina y los corazones se calientan».

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