Cuando Juan Pablo II visitó la isla en 1998 les dijo: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Hoy muchos cubanos agregan… “que Cuba se abra a Cuba”, casi haciendo eco de las palabras de José Martí: “Basta para ser grande, intentar lo grande”.
Desde hace un tiempo está en marcha un proyecto para realizar emprendimientos con la lógica de la ESS (Economía Social Sustentable) y la EdC (Economía de Comunión) en diferentes lugares de Cuba. El proyecto se titula: “Formación en la cultura de la fraternidad, apoyo y seguimiento de pequeños emprendimientos económicos e iniciativas socio-culturales”.
Patricia Silva y Marisol Cuadrado, argentinas, realizaron manuales EdC para capacitadores y emprendedores, para el contexto cubano. A fines de julio pasado, Marisol viajó a Cuba junto con Carolina Carbonell de la Comisión Nacional EdC de Argentina.
“Fueron días intensos y hermosos y uno no puede volver igual -nos cuenta Carolina-. Junto a Ernesto y Kike, dos economistas cubanos, luchadores, que llevan la pasión EdC en el corazón, comenzamos una serie de talleres en La Habana, Camagüey y Florida, estas últimas ciudades del centro del País”.
“Pensábamos que habríamos tenido que trabajar con empresarios hablando de negocios, pero cuando uno comprende Cuba, se da cuenta de que debe retroceder algunos pasos para comenzar con los sueños y con la construcción de relaciones basadas en la confianza. Por esta razón, los talleres comenzaban siempre con una dinámica de presentación por parejas: cada uno contaba con algunos minutos para conocer al compañero, escucharlo, abrirse y luego debía presentarlo. Las experiencias que nacieron fueron hermosas, como si desde siempre poseyéramos la costumbre de la comunión”.
Luego venía el trabajo en grupo sobre la experiencia de los primeros empresarios de la Economía de comunión, cómo fueron los comienzos,de cómo ellos se decidieron a correr el riesgo de organizar la empresa según estos principios.
“Nuestra dinámica resultó ser un juego: la búsqueda del tesoro -sorprende Carolina con la afirmación-. Mediante diferentes paradas ayudábamos a descubrir sus sueños, sus talentos, su proyecto de vida, su mayor tesoro… Fue una experiencia fuerte compartir un taller realizado en Florida con un maravilloso grupo de campesinos”.
Sin lugar a duda hemos descubierto lo mejor de Cuba: su gente, la que está más allá de las bonitas playas que visitan los turistas. “Es verdad -sigue Carolina-, comprobamos que su cultura, su calidez, su generosidad, no tienen precio ni conoce límites. Muchas veces un emprendedor pone en riesgo su negocio por salvar a un vecino. Tienen los mismos sueños que nosotros, de libertad, de igualdad, de desarrollo, tienen el mejor capital para lograrlo. De nuestro paso por la Isla -afirma- podemos asegurar que no encontramos amigos; encontramos hermanos”.
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