Uno se pregunta hoy, después de los asesinatos de París y las masacres en Nigeria y en Pakistán, si es necesario el diálogo entre personas de diferentes culturas y religiones. «Me permito revertir la pregunta – dice María Voce: – «¿Se puede vivir sin diálogo en un mundo globalizado?». Recordando que al aumento de los flujos migratorios voluntarios, se añaden poblaciones enteras obligadas a huir de la persecución, “desarraigados de su mundo y su futuro”, obligados a convivir con personas de etnias, culturas, opiniones y creencias diferentes, la presidenta de los Focolares presenta la acuciante pregunta de los países occidentales: ¿Cómo se puede vivir con estas personas? «La respuesta es clara: – afirma – o se dialoga o se combate los unos contra los otros. Pero luchar conduce a la destrucción, tanto de los residentes como de los inmigrantes. Mientras que la apertura y el diálogo crean vida y conducen a la vida».
«Lo he podido comprobar en los viajes realizados en los contextos dramáticos de Medio Oriente, África y Asia – explica -. El valiente compromiso de diálogo es vivido por niños en las escuelas, por familias con sus vecinos, por muchas personas en sus ambientes de trabajo».
Recuerda que el diálogo más eficaz es aquel «que se basa en la vida, en el compartir la existencia diaria», y que «no comienza por una confrontación de ideas» sino «por el conocimiento del otro – y no por la religión del otro – con el fin de descubrir el vínculo de fraternidad que une a todos los seres humanos». María Voce está convencida de que la diversidad «no es necesariamente motivo de contraposición, sino que puede ser motivo de enriquecimiento recíproco. Y realmente se enriquece, porque Dios es generoso y derrama sus dones sobre todos los hombres, sin importar la fe a la que pertenecen». «Descubrirlo – reitera – nos hace todo más ricos y también más libres en la relación mutua».
Se menciona también lo que el papa Francisco manifiesta «con la palabra y con sus actitudes, destacando la acogida, la empatía, la atenta escucha de las razones del otro». Y es «igualmente valiosa la indicación del Papa a no descontar nuestra identidad de cristianos, con el fin de prepararnos para este diálogo, porque sigue siendo cierto que sólo podemos dialogar si somos profundamente y auténticamente cristianos».
«Un cristiano o un musulmán – concluye Maria Voce – son mejores caminando por el camino del diálogo y descubren que se progresa juntos y que ese progreso conduce a obras comunes, comenzando por la paz, que beneficia a la humanidad».
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