Confiarse en Dios «Ante la noticia de que estoy embarazada de gemelos nos confiamos a Dios. Teníamos ya seis hijos y mi marido ganaba poco. Un día una amiga, también ella embarazada, estaba pasando por un momento difícil económicamente. Le regalé varias cosas de mis hijos. Algunos días después, recibí de regalo de una tía dos conjuntos para bebé muy lindos y de valor. No sólo esto. Apenas nacieron los gemelos, mi marido tuvo un ascenso en el trabajo, con un notable aumento de sueldo. Esto nos alentó a confiarnos cada vez más en Dios». A.M. – Brasil Una pequeña luz «Estaba pasando por un momento confuso y problemático en casa. Eran días en los que, a veces, experimentaba momentos de oscuridad, de abandono. Pero una madre de familia como yo no debe nunca desanimarse: lo que importa es que yo ame a mi familia así como es. ¡Y sé que no estoy sola!. Constaté que sólo el desapego de mí misma, teniendo como modelo a María, me llevaba adelante. Comencé a vivir así y Dios me mandó una pequeña luz. Y si sigo moviéndome en el amor, esta luz crecerá y Dios la hará brillar sobre los demás». Margrit – Suiza Extraído de los escritos de un enfermo terminal «Estoy profundamente convencido de que el Señor nos ama siempre: cuando nos consuela y cuando nos pone a prueba, para hacer en breve tiempo de cada uno de nosotros una obra maestra Suya. Con el paso del tiempo, en mi vida cayeron muchas cosas inútiles, como las hojas muertas del otoño. Entre Él y yo, ahora, existe una relación más directa, sin intermediarios. Desde hace algunos años comencé a tener dificultades de salud. Hace poco se presentó otra, más seria, para la cual no se ha descubierto aún el medicamento. Me parece que mi vida está por desembocar en una angostura. Pero al mismo tiempo siento que Dios está más cerca que nunca y que mis días están en Sus manos». Filippo – Italia Un anciano religioso con parálisis «Desde que, hace algunos años, sufrí una parálisis en los miembros inferiores, debo combatir con la tentación de sentirme colocado en un “binario muerto”. Ahora que dependo totalmente de los demás y que el mundo, para mí, se ha convertido en una habitación, debo apoyarme en la fe para darle un sentido a mi vida y descubrir su valor. Es verdad, que desde mi condición, ya no puedo influir en acontecimientos cercanos y lejanos. Pero tengo la maravillosa aventura de vivir. Y todo puede convertirse en una ocasión de alabanza, de agradecimiento, de oración, de ofrecimiento. También Jesús en la cruz ya no hizo milagros ni anunció el Reino, pero siguió amando, es más, manifestó el amor más grande y más puro, dando la vida por nosotros. Estar en quietud no es inmovilidad». P. Vittorio – Italia
Aprender y crecer para superar los límites
Aprender y crecer para superar los límites
0 comentarios