Libres de prejuicios
Con una pequeña y activa comunidad evangélica metodista de nuestra ciudad decidimos ponernos al servicio de los numerosos inmigrantes del Norte de África que viven en nuestro país. Son tunecinos que trabajan como jornaleros en sericicultura; senegaleses y marroquíes que trabajan como vendedores ambulantes. Muchos de ellos no tienen una comida caliente durante la semana. Es por este motivo que organizamos un servicio de comedor al que invitamos a todos los inmigrantes que llegan cada semana para vender sus productos en la feria o en el mercado. Nos turnamos entre nosotros para hacer las compras, luego cocinamos, les servimos la comida y comemos con ellos. Entre un plato y otro vemos que caen los prejuicios. S.F. Italia
Una semilla de unidad
Estuve internado en el hospital debido a una pequeña intervención. Leí un libro que me dio mi novia. Eran hechos lindísimos del Evangelio vivido, pero, me decía: “Es imposible vivir así”. Luego ella me presentó a algunas de estas personas y hablando con ellas comprendí y vi que, al contrario, sí se podía vivir así. Desde ese momento se abrió para nosotros un camino nuevo. Nos casamos con el deseo de formar una familia abierta a los demás. Pertenezco a la Iglesia evangélica y en cambio Anna es católica. Antes no era muy practicante. Al comenzar a vivir el Evangelio comprendí que debía tratar de dar testimonio antes que nada en mi Iglesia.Así lo hice. Me abrí a relaciones nuevas y ahora integro el consejo parroquial. Con nuestra vida, quisiéramos mostrar a nuestros hijos y a todos, la belleza del cristianismo, y ser como familia una semilla de unidad. D.J.K. Alemania
La paz
Los combates cada vez más violentos en el país, despertaron en mí una gran rebeldía y rabia. Sufría por mi impotencia ante tantas injusticias y dolores. Muertes inocentes, familias desalojadas de su casa, pueblos en ruinas. Tenía la impresión de alejarme de Dios, como si experimentara una especie de muerte interior. De noche, hablando con mi esposa sobre mi estado de ánimo, ella me propuso hacer un esfuerzo con la voluntad e ir al alba a recibir a algunas familias refugiadas que habían abandonado su pueblo que había sido devastado. Fuimos juntos y una de estas familias con tres niños vino a vivir con nosotros. La paz nuevamente volvió a mi corazón. J.P. Líbano
Fuente: El Evangelio del día. Editorial Città Nuova.
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