Movimiento de los Focolares

En familia: un año de Evangelio

Sep 28, 2012

Maria y Luigi, italianos, casados desde hace 23 años, con 4 hijos. Junto con otras familias de los Focolares están comprometidos en vivir el Evangelio en las distintas circunstancias de la vida. Su contribución cotidiana en la construcción de una sociedad más solidaria.

“Desde que supe que el año recién transcurrido estaba dedicado a vivir la “Palabra– cuenta María-, mi pensamiento volvió a mi  época de jovencita cuando conocí el Movimiento, época en que  Chiara Lubich nos había alentado a escribir con nuestra vida el Evangelio. En el mes de marzo se vivía la frase: “Señor, ¿a quién iremos?” (Jn 6, 68) y en el comentario Chiara afirma que las Palabras de Jesús vividas cambian nuestra forma de pensar y de actuar. Habían venido algunos obreros a realizar unos trabajos en el garage. Una persona del edificio, no teniendo conocimiento de esto, se resintió y se enojó con el sanitario. Por casualidad, me encontré en medio de esta discusión y traté de poner paz. Primero hablé con uno, explicándole el motivo de estos trabajos imprevistos y luego con el otro para que comprendiera el motivo del enojo del vecino. La tensión se terminó y volvió la serenidad”.

“Una de nuestras hijas – sigue Luigi- , cuando le cambió un profesor, manifestó algunas dificultades en una de las materias en que siempre le había ido bien. El problema era común a gran parte del grupo, tanto que muchos padres intervinieron tomando posición en contra del profesor. Pensamos que había que hacer algo para suavizar las tensiones. La frase del Evangelio: “He venido a traer fuego a la tierra y cómo quisiera que ya estuviese ardiendo” (Lc 12, 49), donde Chiara nos invita a amar a cada uno con los hechos, nos ayudó a descubrir la actitud justa ya sea con nuestra hija, como con los otros padres, y también con el profesor. Nos pusimos a enviar cartas, invitando a reunirnos con los padres y la directora, hablando con el profesor, escuchando las razones de cada uno y tratando de orientar a todos hacia un diálogo constructivo. Aparentemente esta experiencia no tuvo un buen final porque casi la mitad de los alumnos de la clase se fue a examen en esta materia. Nos parece, sin embargo, que fue una ocasión de llevar un espíritu distinto al liceo y, sobre todo, compartimos con nuestra hija esta “derrota”, ayudándola a superar el obstáculo, juntos con ella respetábamos a este profesor y rezábamos cada noche por él”.

“En el mes de mayo, a una de nuestras hijas se le diagnosticó un grave tumor – cuenta María -. Fue una sorpresa: ¿Por qué Dios nos pide esto? Estábamos confundidos…. No era fácil superar este dolor. La Palabra fue lo que nuevamente nos ayudó y poco a poco hemos tratado de adherir a lo que Dios nos pedía. La relación con Luigi y con los hijos se hizo más fuerte. Hemos sentido el amor de muchos con los cuales compartimos este momento de angustia. La operación salió bien. En la habitación  de Letizia – pude estar a su lado todo el tiempo del post operatorio- había una señora cuya familia vivía lejos. Estaba en ayunas desde hacía bastantes días a causa del tratamiento que le estaban haciendo. La Palabra de Vida de ese mes era “Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre” (Jn 6, 27)  Sentía que este alimento podía ofrecérselo por medio de la conversación y por algún otro pequeño servicio. Un día le presté la revista “Cittá Nuova” y poco después vi que estaba leyendo justo la Palabra de Vida”.

“Cuando llegó el verano volvimos a nuestro pueblo natal donde nos esperaba una situación familiar difícil: una tía de María precisaba muchas atenciones y su marido estaba enfermo en el hospital, ambos eran ancianos y sin hijos. El tío no conocía la gravedad de su enfermedad. Estuvimos a su lado hasta el momento de su muerte. Las últimas noches las pasamos susurrándole al oído algunas oraciones. Nos parece que se haya preparado gradualmente para el encuentro con Dios”

 

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