Sonia es de Eslovaquia, tiene 5 años y asiste al prescolar. Un día le dijo a la mamá que, en la escuela, encontró a una amiga. “Y ¿cómo se llama?”. “No sé, ella no habla; me acerqué porque vi que estaba siempre sola y que ninguno quería jugar con ella”. La mamá va a buscar a Sonia para el almuerzo. Pero la maestra le dice: “¡Déjela aquí!”. Nos ayuda con una chica que es gitana que antes no hablaba, y ahora, gracias a ella, ha empezado a hablar y a colaborar con los demás”. Cuando regresa de la escuela, la mamá le pregunta: “¿Ya tu amiga te dijo algo?”. “No, sólo me sonríe cuando le digo que la quiero”. La mamá se queda en silencio. Y la niña agrega: “Sabes, el amor es el calor para cada persona”. Desde Camerún escribe Kevin: «Un día durante el recreo de la escuela le pregunté a un compañero si tenía algo de comer. Tenía hambre y no tenía nada. Él se negó a compartir. Al día siguiente llevé un poco de pan y cuando él vino a pedirme, también yo me negué. Al día siguiente, lanzando el dado del amor salió: “Amar a los enemigos”. Me acordé de mi compañero. En la escuela trataba de hablarle pero no me contestaba. Entonces me senté delante de su casa y cuando pasó lo llamé, y le pregunté por qué no le podía seguir hablando. El me dijo: “No quisiste compartir conmigo el pan que trajiste”. Enseguida le dije: “¡Reconciliémonos!” y le ofrecí unas guayabas que tenía y así volvimos a hablarnos y a ser amigos nuevamente». Desde Italia, Marco cuenta: «Un día en el preescolar los niños se empezaron a burlar de mí porque soy gordo. Me hace sentir muy mal que se rían de mí y algunas veces termino llorando. Entonces fui donde estaba la Hermana y en lugar de acusarlos le expresé mi dolor. Entendí que tenía que perdonarlos y así hice, porque un Gen4 es uno que perdona y ama a todos como Jesús». Carmen vive en un barrio marginal, en la periferia de Ciudad de México. A menudo su tío vuelve de noche borracho. Carmen tiene miedo y se esconde. «Pero la otra noche no me escondí –cuenta- lo esperé y lo ayudé a entrar. No tuve miedo, porque sé que la Virgen me cuida». Y Bartek, de Polonia: «Para la fiesta del día del niño recibí un regalo de la maestra Ela, un chocolate y una paleta. En mi clase está Asia, que es una niña fea que no le cae bien a nadie. Me acordé que en la mañana, al lanzar el dado, me había salido: “Amar el enemigo” entonces le di a Asia la paleta y la mitad del chocolate. Ella sorprendida me agradeció y después se fue. Ahora somos grandes amigos». «En el centro de Nápoles (Italia), los Niños Jesús que hicimos y que les ofrecemos a las personas, gustan mucho y había muchas personas alrededor del puesto donde estábamos, incluso sólo para dar apoyo a la iniciativa. Una maestra, no creyente, que tiene muchos problemas, tenía el Niño Jesús en sus manos y lo miraba: “¡Ésta va a ser mi Navidad!”. Un niño fue corriendo a su casa, vació su alcancía, y llegó con las monedas para comprar el suyo». A cargo de los Centros Gen4
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