Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: “Participar en la vida de Dios”

Mar 2, 2018

Sólo Jesús puede darnos la vida que no muere, porque Él es la Vida.

Recomenzar de cero Mi padre nos abandonó cuando yo era muy chico. Mi madre sufrió una severa depresión y comenzó a beber. Fui educado por mi abuela materna. Cuando mi madre falleció, yo era adolescente y alimentaba dentro de mí un deseo de venganza. Casi enseguida conocí a una joven que me introdujo en su comunidad parroquial. A través de estas personas, poco a poco descubrí a Dios, la vida interior y reencontré la paz y el equilibrio. Cuando me casé, podía decir que esa comunidad era mi familia. Un día, en el lugar donde trabajaba, llegó un hombre que se presentó como mi padre. Él estaba desolado y tenía miedo de mi reacción. A pesar de la sorpresa, lo recibí cálidamente, le hablé de nuestra hija recién nacida y lo invité a casa. Después de una semana vino junto con su compañera. Mi esposa y yo los recibimos con gran alegría y afecto. Más que abuelos, ellos nos parecían dos hijos adoptados. Desde ese momento la vida de nuestra familia cambió, y también la de ellos. El pasado es como si no existiera. Existe sólo la voluntad de recomenzar desde cero. P.P. – Serbia La caricatura Un compañero dibujó mi caricatura; la fotocopió y después la repartió por toda la escuela. ¡Me hubiera gustado pegarle! Después decidí acercarme a él y hablarle con calma. Es más, le propuse que viniera a mi casa, que podíamos hacer juntos las tareas escolares y después ir a ver una película. Cuando me preguntó por qué había reaccionado de ese modo, le respondí que había aprendido a ver a Jesús en cada prójimo, sabiendo que todos nos podemos equivocar. Sorprendido, quiso saber más. Ahora también él trata de poner en práctica las palabras del Evangelio. Daniel – Brasil La humanidad de Jesús Los primeros síntomas de mi enfermedad, una esclerosis múltiple, aparecieron cuando mi esposa Susi esperaba a nuestra hija Tecla. Yo, que estaba acostumbrado a trabajar, a hacer deporte y me encontré que tenía una dificultad cada vez mayor para hacer las cosas, para moverme, hasta llegar a la total inmovilidad. Sin embargo, desde el comienzo de la enfermedad, advertí en mí, un despertar a una sed de valores verdaderos. Ya pasaron muchos años desde aquella época. Estar enfermo, ver que las piernas no responden más, depender de los demás en todo, sufrir, conocer la humillación, sentirme distinto. Todo esto lo he experimentado. Pero el sufrimiento me ha ayudado a comprender mucho más que antes la “humanidad” de Jesús. Renato – Italia La florista Era una tarde muy fría. Una aciana florista trataba de vender sus flores. Tenía encima una vieja frazada y parecía resignada a ver pasar a la gente, apurada e indiferente. Pensé que si estuviera en su lugar desearía tomar algo caliente. No había ninguna cafetería cerca, pero encontré a un joven que vendía postres dulces caseros. Compré uno para la señora. Cuando lo recibió me agradeció, sin decir muchas palabras, con la emoción en los ojos. Retomé mi camino, sintiendo durante mucho tiempo su mirada. Szidi – Rumania .  

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