
Los restos de los policías asesinados en la masacre de Mamasapano el 25 de enero pasado
«La nación está viviendo momentos muy difíciles. Un batallón de policías, enviados a arrestar a dos personas sospechosas de ser terroristas, fue asaltado por combatientes del Frente Nacional de Liberación Islámico y 44 de ellos fueron asesinados. El Parlamento estaba precisamente deliberando sobre el nuevo tratado de paz entre el Gobierno y los musulmanes de Mindanao, con amplias concesiones en muchos ámbitos. Ahora, con mucho pesar, se ha cancelado todo tipo de deliberación. Y ayer apareció en las redes sociales el video de un policía herido que un militante del Frente golpeó repetidamente hasta matarlo. ¡Es de imaginar la indignación de la población!». Así nos escriben Carlo y Ding desde Manila.
Oscar trabaja en el Oficina de Comunicaciones del Gobierno y que por lo tanto debía escribir sobre lo sucedido. Una tarea verdaderamente nada fácil para alguien como él que se esfuerza todos los días en vivir la espiritualidad de la unidad con todos. «Por mi trabajo – escribe- debo leer todo lo que aparece en las Redes Sociales. Esta mañana vi el video de nuestros hombres SAF (los policías) asesinados por los rebeldes musulmanes. Me impresionó mucho ver a uno de ellos en el suelo, herido pero todavía con vida, que fue golpeado dos veces en la cabeza y otro que tenía todo el vientre abierto con un facón clavado en el pecho… Era horroroso, casi irreal, no lograba respirar. En el video se ve también que los rebeldes recogen las armas y los efectos personales de los policías asesinados y luego siguen disparando las armas. Era tan difícil pensar en la paz mientras miraba estas imágenes. Quería reaccionar, hacer algo. Casi se me salían las lágrimas.
Luego, miré las sesiones del Parlamento sobre lo acontecido. Había algunos que culpaban a un general por sus imprecisiones, otros que acusaban a otro por la falta de coordinación. Volvía a pensar, ¿cómo se puede hablar de paz?
El video en internet ya había sido visto por lo menos por 4 millones de personas. Parte de mi trabajo es el de comprender los posibles escenarios y cómo afrontarlos. Entonces me pregunté ¿cuál podría ser el peor escenario? Y sentí miedo. Imaginé que, después de haber mirado esas imágenes, muchos podrían sentir rabia y buscar la venganza. Podrían ver a cada musulmán como un posible agresor y lanzarse en su contra. “¿Y si se desencadena una Guerra civil?”, me preguntaba.
En la oficina, como era de prever, las emociones de los colegas eran muy fuertes. Traté de escuchar lo que Dios decía a mi corazón: “Ahora más que nunca debemos hablar de paz. Si nosotros que comprendemos mejor la situación, experimentamos estos sentimientos de venganza, ¿cómo reaccionarán los más emotivos y los menos informados?”
Uno de mis colegas, imprevistamente, dijo: “La palabra paz es impronunciable en este momento. Debemos aspirar a la unidad de todos los filipinos, más allá de su fe religiosa”. Y otro dijo: “Lo que ha ocurrido fue una acción de hombres violentos, que no se identifican con toda la comunidad musulmana”. La rabia se fue disolviendo lentamente. Recordamos también lo que un diputado de Mindanao había dicho: “Es fácil enojarse y dejarse llevar por nuestras emociones, cuando no se ha visto cara a cara el efecto de la guerra a la puerta de casa. La guerra no es la respuesta”. Quedé felizmente sorprendido y me fui del trabajo con una cierta paz en el corazón.
En estos momentos, más que cualquier otra cosa, pienso que debemos trabajar juntos para llevar el ideal de la unidad a la mayor cantidad de gente posible. La amenaza de la guerra es real. La amenaza de que nuestros compatriotas se enojen con nuestros hermanos musulmanes es real. Pero el Evangelio nos indica el camino del diálogo y de la paz. Mañana es un nuevo día para mí. Otro día de escuchar muchas conversaciones online. Tendré la posibilidad de construir relaciones de confianza y de paz».
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