«En Jerusalén las casas, las escuelas, los medios de transporte, los lugares de esparcimiento, los barrios donde vivimos están separados: para los árabes o para los hebreos. Es realmente difícil vivir en un ambiente así».
«Soy una muchacha de aspecto europeo. Viendo mi falda se entiende enseguida que soy hebrea ortodoxa. En nuestra ciudad esto no siempre es visto positivamente. No sé ni siquiera una frase en árabe y me enseñaron a escapar de las situaciones en donde pudiera encontrarme en medio de un grupo de palestinos».
Estas palabras de N. y J. dos jóvenes de Jerusalén, árabe cristiana la primera y hebrea la segunda, describen los mundos de Jerusalén. Viven uno al lado del otro, se rozan, se tocan en la ciudad ‘santa’ para todos, pero llena de una tensión que se puede respirar y que si siente a flor de piel. Son dos de las participantes en el encuentro que tuvo lugar ayer en la noche en una sala de la Castra Gallery, un centro comercial en la periferia sur de Haifa: un centenar de personas para un encuentro modesto, sencillo. Llegaron hebreos, cristianos y musulmanes de Haifa, Tel Aviv, Jerusalén, Nazaret y otras localidades de Galilea.
Titularon el encuentro con María Voce: “¡Qué bueno y fecundo es que los hermanos vivan juntos!” (Salmo 133).
Fueron muchas las intervenciones, que presentaron un cuadro rico y variado en el que todos están trabajando.
En Haifa, desde hace algunos años, hebreos y cristianos tienen una cita mensual para profundizar la Sagrada Escritura según sus respectivas tradiciones. Basta la escucha, tratar de entender la visión del otro. Sin sincretismos. Y esto lleva «a una amistad auténtica y sincera, cada vez más sólida», ¡hasta el punto un mes entre un encuentro y otro parece demasiado largo!
Una chica árabe habla de un proyecto para entretejer relaciones de amistad entre estudiantes de las tres religiones. «Los momentos más bellos los vivimos cuando visitamos los lugares sagrados de las respectivas religiones: el Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro y la Mezquita. Una experiencia que cambió mi vida».
Otros testimonios se refieren a la crisis de Gaza, hace tres años, cuando hebreos, cristianos y musulmanes se reunieron para rezar por la paz. Un caso único en todo Israel. Las palabras salen con conmoción, porque ciertamente la gran valentía manifestada en ese momento iba absolutamente contra la corriente con respecto al pensamiento que se desarrollaba alrededor.
Hechos de vida cotidiana, de escucha, de descubrimiento de quien es distinto-de- sí. Personas que han apostado por la paz, como dice una joven hebrea: «Está escrito en la Mishna que Dios no encuentra ningún instrumento que contenga su bendición que no sea la Paz. Sólo mediante la paz auténtica obtendremos todas las bendiciones que el Padre del Cielo quiere dar a sus hijos».
María Voce se conmovió al agradecer a quienes hablaron. Se hace evidente que «nada es pequeño de lo que se hace por amor», como decía Chiara Lubich. Es más, es grandísimo, porque aquí se trata de mover las montañas del prejuicio. Es este el pequeño-gran milagro de la velada de Haifa.
La Presidente de los Focolares subrayó la dimensión profética de lo vivido por ellos durante la crisis de Gaza: «Es una experiencia basada en Dios y su voluntad, y en el sufrimiento compartido, la cosa más preciosa ante los ojos de Dios. Dará frutos durareros, estoy segura». Y subrayó por qué ha sido un aporte importante a la Historia, son: «Testimonios pequeños pero necesarios para que el cuadro de la paz esté completo». Después contó como en esos días había encontrado a personas de todas las religiones, verdaderos hermanos y hermanas. Y citó la Escritura: «Bienaventurado el pueblo que tiene a Dios como Señor».
La velada se concluyó con una cena. Todos trajeron algo, platos árabes y platos kosher. Ya no se distinguían los árabes y los hebreos, los cristianos y los musulmanes. Era verdad lo que dijo una chica musulmana: «Ahora miro a la otra persona más allá de su credo. Todavía somos un pequeño grupo, pero comprometidos a involucrar a muchos otros amigos».
de Roberto Catalano
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