La “minga” es una actividad comunitaria que hace parte integrante de la cultura andina. Consiste en trabajar juntos, amigos y vecinos, en pos de una finalidad solidaria. En días pasados, el alcalde de Quito, Mauricio Rodas, se dirigió a los ciudadanos de la capital ecuatoriana, invitándolos a realizar una minga para embellecer la ciudad con vistas a la llegada del Santo Padre. Su propuesta encontró una adhesión inmediata. De tal suerte que el sábado 27 de junio, mientras los trabajadores municipales limpiaban el centro histórico de la ciudad – que en 1978 la Unesco declaró patrimonio cultural de la humanidad – los ciudadanos pintaban las casas, ponían flores en los balcones, arreglaban los andenes. También ésta es una manera para decirle al Papa que los ecuatorianos lo esperan con alegría. Mientras tanto miles de personas, jóvenes y no tan jóvenes, están involucradas en la organización de los distintos eventos. Escribe Catalina Hinojosa, joven quiteña del Movimiento de los Focolares: «Hace casi dos meses que estamos trabajando en la comisión de los líderes. Somos miembros de varios movimientos y de distintas parroquias. Al inicio no era para nada fácil trabajar juntos. Las dificultades que hemos tenido que afrontar eran las típicas de todas las personas que en algún momento llegan a interactuar: la diversidad de ideas, la impresión que las propias propuestas no son tomadas en cuenta, la expectativa de que los demás se comprometan de cierta forma, etc. En fin, estábamos corriendo el riesgo de que nuestras reuniones se transformaran en las típicas reuniones de copropietarios de un condominio. En cambio logramos elevar el termómetro del amor, también impulsados por el deseo que el Santo Padre encuentre ya aquí, entre nosotros, aquella alegría que él se ha comprometido en traernos: “Quiero ser testigo de esta alegría del Evangelio y llevarles la ternura y la caricia de Dios” nos dijo en su videomensaje. Además nos pidió que rezáramos por él, algo que hemos estado haciendo siempre, al inicio y al final de cada reunión. Ahora podemos decir que hemos hecho la experiencia de construir una verdadera familia, una gran familia. Estamos realmente dispuestos a vivir y ofrecer cada cosa el uno por el otro. “La esperanza no defrauda” dijo el Papa en su videomensaje. Y nosotros lo hemos experimentado».
Aprender y crecer para superar los límites
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