RE-tornar, RE-conocer, RE-ver, RE-abrazar, RE-cordar. Vuelvo a Ostiense sintiendo un cosquilleo en el estómago. Busco a mis amigos como una desesperada. En estos meses en los que no estuve en Roma y dejé de ver su gran belleza (la que se encuentra en los bordes de las estaciones ferroviarias), para consolarme, algunos usaron expresiones alentadoras como “pero a tantos pobres y últimos, gente sin techo, los encuentras por cualquier lado…”. Yo no amé a los pobres y a los últimos…. Yo amé a Samir, Fulvio, Gian Paolo, Gabriele, Jazmín (…). Se llama amistad, señoras y señores. Claudio me trata con la ternura de un soplo, siendo conocido popularmente como el más rudo, el más colérico y agresivo de todos. A distancia de un océano me doy cuenta de cuánto la amistad lo ha transformado, pero sobre todo me ha transformado a mí. Hablo, escucho, me acomodo, me encuentro en mi casa de verdad. Este sentido de re-entrar y de re-tornar tiene tal vez el sabor de lo que llamamos paraíso… re-encontrarnos después de habernos perdido. Re-escucho sus historias y sus absurdos. Yo que en estos meses desperté dentro de mí preguntas inquietantes sobre el sentido del camino de mi vida, sobre lo paradójico de ciertas decisiones, la interrupción de proyectos, el temor ante mi misión… yo, que me pierdo en todas estas exigencias, veo que mis amigos no tienen ni programas, ni misiones, ni elecciones, ni siquiera saben expresarse. Yo que me pierdo en todas estas preguntas burguesas, yo, aquí y ahora, dejo de perderme. Ellos son mis amigos y sería injusto tener para mí algo que ellos no pueden permitirse. Se llama amistad, señoras y señores. Mientras me bajo de mi yo, de mis deseos, de mis pretensiones, no dejo de pedir para ellos, para mí, para todos, el hilo… ese hilo que vincula todo bajo este cielo, las propias y las historias de todos en un Único proyecto. Lo pido humildemente. Me re-abrazo a mí misma, me saludo con los ojos húmedos y me digo: ¡Hola Paula, bienvenida!
Estar atentos a los demás
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