Igino Giordani «realmente se anticipa al menos un cuarto de siglo con respecto a ciertos aspectos del proceso comunitario que comenzó a partir de la Segunda Guerra Mundial: el veía la real interdependencia de las economías de los Estados europeos, entre vencedores y vencidos, el riesgo común de ser sometidos, al haber quedado como deudores de los Estados Unidos, “al dominio Estadounidense (USA Dominion)”. Percibe un creciente movimiento de solidaridad social y de europeización de la cultura suscitado precisamente por la sangrienta experiencia de la guerra. Para alejarse del “riesgo del suicidio colectivo” y salvarse de una nueva “inminente carnicería”, y para evitar la “decadencia” de la cual sacarían ventaja otras razas (la amarilla y la negra) que la misma Europa animó y continentes que Europa vivificó” señala a los pueblos del viejo continente un deber histórico ineludible: la superación de los nacionalismos para constituir una Federación de Estados Unidos Europeos. Pero Consideraba que para ello una condición absolutamente necesaria era que todos los Estados llegaran a la democracia; una meta que preveía que las “diplomacias no sabrían obtener”. Por lo tanto invocaba la “fuerza espiritual” para que pudiera servir como “elemento unificador” […]». «Ya entonces la clara distinción –pero no separación- entre religión y política era un punto fundamental en su concepción sobre la laicidad del Estado. En el pleno respeto de tal distinción él exponía su “utopía” europeista sobre bases espirituales, una “utopía” que hoy se presenta en una forma mucho menos irreal, al punto de parecer –si bien redimensionada- una auténtica intuición. El historiador no puede exagerar y hablar de profecía; pero tampoco puede ignorar las citadas premoniciones de Giordani de 1925 sobre los riesgos, las perspectivas y problemas de la futura Europa; ni puede subvalorar su certeza de la función del cristianismo en Europa y, especialmente, del rol unificador de los valores morales y culturales, como factores indispensables, para que, más allá de las de los intereses económicos comunes y de las necesarias formas institucionales, se llegue a una armonía sustancial entre las distintas identidades de los pueblos para que nazca una “conciencia” europea». Tommaso Sorgi, Igino Giordani, Storia dell’uomo che divenne Foco, (Historia del hombre que se convirtió en Fuego), Editorial Città Nuova, Roma 2014, pp. 109,111.
¡Aquí estoy!
¡Aquí estoy!
0 comentarios