«Después de haber hablado en los templos budistas y en la mezquita de Harlem, Chiara Lubich deseaba dirigir unas palabras a los hermanos judíos. «Es con gran alegría –dijo- que me encuentro hoy con ustedes, que constituyen una de las más grandes comunidades hebreas del mundo. Una gran alegría porque […]. Nunca tuve la afortunada posibilidad de encontrar en un grupo tan numeroso de quienes, como dijo el Santo Padre Juan Pablo II, son mis ‘hermanos mayores’ y poder honrarlos y amarlos como tales. Los 150 presentes entonaron Shalom, el canto de la paz. Todo se desarrolló en un clima ceremonial sagrado, marcado por Palabra de Dios del Antiguo Testamento y de la percepción de asistir a un acontecimiento que –como se dijo- significaba “cerrar una época y abrir otra: la de la unidad” Delante estaba un gran candelabro con 7 brazos (la menorah) cuyas velas fueron encendidas con solemnidad: la primera la luz, la segunda la justicia, la tercera la paz, la cuarta la benevolencia, la quinta la fraternidad, la sexta la concordia. Para encender la séptima, la vela del centro, fue invitada Chiara y el presidente [de la B’nai B’rith, Dr. Jaime Kopec, ndr]: es la vela de la verdad, el sigilo de Dios, el corazón de la vida. Después de encenderla, Chiara se dirigió al presidente proponiéndole realizar en ese momento un pacto de unidad. Y él respondió: “éste es un pacto”. Luego, en su intervención, en la que se dirigió a Chiara llamándola “hermana”, quiso explicar a todos que “el pacto de amarnos, de confianza en el futuro, de enterrar los siglos de intolerancia. No es fácil, pero sólo los valientes realizan empresas difíciles” “La unidad se logra en el respeto de la diversidad –agregó Mario Burman [encargado del diálogo interreligioso de la B’nai B’rith, ndr]- Comienza un tiempo nuevo”. Y dirigiéndose directamente a Chiara dijo: “Chiara, la Argentina tiene necesidad de su mensaje” “Estoy aquí –afirmó Chiara- con hermanos con los que compartimos una auténtica fe en un solo Dios y tenemos en común el patrimonio inestimable de la Biblia en lo que nosotros llamamos: el Antiguo Testamento. ¿Qué hacer? ¿Qué pensar? Si la simple regla de oro (haz a los otros lo que deseas sea hecho a ti) logra llevarnos a fraternizar, si la fe de un Ser superior, no siempre Dios, nos vincula a fieles de otras religiones, ¿qué ocurrirá si el Señor comienza a aclarar que Su voluntad es estrechar entre nosotros, judíos y cristianos, una relación fraterna? (…).Muchas verdades divinas, que impregnan vuestra tradición hebrea y que nosotros compartimos me han iluminado. Son verdades que pueden cimentar la vida espiritual nuestra y vuestra. (…) A partir de ello soñé que si vivimos juntos estas verdades, podemos ofrecer con nuestra profunda comunión, con nuestra colaboración, una nueva esperanza al mundo”» Extraído de “Las luces de la menorah – con Chiara Lubich en Argentina y Brasil”, Città Nuova Ed., Roma, 1998, pp. 132,34.
El que da, recibe
El que da, recibe
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