El párroco y algunos laicos de la parroquia de San Juan de la Cruz, en la ciudad de Roma, nos cuentan cómo nació y cómo se desarrolló la comunidad parroquial. “Un día el Cardenal, entonces vicario de la diócesis de Roma –cuenta el párroco- me propuso fundar una nueva comunidad parroquial en una urbanización que estaba surgiendo, en la extrema periferia Norte de Roma, en la localidad de Colle Salario. Voy al lugar y encuentro edificios en construcción, grúas altísimas en movimiento en toda la zona. Alquilo un local en la parte de abajo de un edificio de 15 pisos, de allí saco la iglesia, la sala, la cocina, la cocina y una pequeña habitación. Aquella iglesita-local fue la sede de la comunidad durante 13 años. Solamente a finales del 2001 fue construida una nueva bellísima iglesia”. No basta un lugar para celebrar la Misa, es necesario formar antes la comunidad. Las familias provienen de las más variadas regiones de Italia, sin relaciones sociales entre ellos. No saben ni siquiera que existe una parroquia. Así, todas las mañanas, el párroco va a la parada del autobús escolar para desearle un buen día a los niños que van a la escuela y a las mamás que los acompañan. Varias veces al día va al supermercado para encontrar a la gente: en la fila de la caja conoce a las personas, le propone a alguna mamá ser catequista, ayuda a las ancianas a llevar la compra a casa. Poco a poco toma vida una pequeña comunidad. Una familia, recién llegada al vecindario, se pone a disposición para todo lo que sea necesario. Son del Movimiento de los Focolares. Él es fotógrafo, y es asumido para el servicio fotográfico de las primeras comuniones de los niños. Dado que la iglesita es insuficiente para contener a todos, para la ocasión se alquila una gran iglesia en el Centro de Roma. Antes de la celebración Pino y el párroco se ponen de acuerdo para amar a todos, para que Jesús mismo esté presente entre ellos, como Él mismo ha prometido a “dos o tres reunidos en Su nombre” (Mt. 18,20). Y es precisamente la presencia del Resucitado que involucra a otros a vivir esta nueva espiritualidad, a amar, dispuestos a dar la vida el uno por el otro, a volver a empezar cuando uno se equivoca, a contarse las experiencias del Evangelio para crecer juntos. F., por ejemplo, comunica cómo ha empezado a frecuentar la iglesia-local. Estaba pasando un momento difícil en la relación con su esposa. Deciden ir juntos a esa iglesita y por primera vez escuchan el anuncio de que Dios es amor, y que nos ama personalmente, nos acepta como somos, no está lejos, puede estar entre nosotros, si nos amamos en Su nombre. Descubren un rostro nuevo de la Iglesia, distinto del que pensaban. Entran en el grupo de quienes participan en el encuentro de la “Palabra de Vida” porque comprenden que es allí que nace esa vida nueva que los atrae. Se esfuerzan en poner como base de todo el amor, como propone el Evangelio. Es una escuela de vida, una nueva evangelización, que exige un cambio radical de mentalidad. C. y M. están casados desde hace 22 años y tiene dos hijos de 20 y 27 años. También ellos forman parte de los grupos de la parroquia que viven la espiritualidad del Movimiento de los Focolares: “Nuestros grupos –explican- no tienen una actividad propia en la parroquia, pero participan en la vida de la comunidad parroquial: hay quien da catecismo, quien se encarga de la secretaría, quien es animador en el oratorio, quien ayuda al párroco en el curso de pre-matrimonial, quien se dedica a trabajos manuales para el mantenimiento de la casa parroquial, quien se dedica a la limpieza, quien cocina para los sacerdotes”. Quieren ser algo así como la sal que se disuelve en los varios sectores de la vida comunitaria y donar ese toque extra de amor humano y sobrenatural, que poco a poco genera un clima de familia y a menudo atrae incluso a los alejados. D. explica –y lo dicen también otros- que esta espiritualidad de comunión se está difundiendo en toda la comunidad y se está convirtiendo en su primera característica. Sobre todo después de que el Papa, en la “Novo Millennio Ineunte”, la ha lanzado a toda la Iglesia. Belleza y armonía de la variedad de los varios Movimientos – “En la parroquia de San Juan de la Cruz –cuenta el párroco- están presentes otros Movimientos: la Comunidad de San Egidio, el Camino Neocatecumenal y otras expresiones de vida asociada, de dimensiones más pequeñas, pero siempre importantes. Es una alegría ver florecer varios carismas que contribuyen a llevar adelante la nueva evangelización y hacen más bella la comunidad. Los fieles se sienten libres de seguir este o aquél camino, de formarse en la espiritualidad, con los modos y los tiempos del Movimiento del que forman parte. Su misma presencia en la comunidad es un signo de vitalidad y estímulo para todos. Por su parte los miembros del Movimiento de los Focolares se esfuerzan en comprender y vivir cada vez mejor aquello que es específico de ellos en la parroquia: el ser constructores de comunión”. Como María: amar y acoger a todos, poner amor donde no hay amor, crear la unidad. Y ser apóstoles del diálogo, así como los ve el Santo Padre. Llegan visitantes – Si bien la urbanización está situada en la extrema periferia de la ciudad, cada tanto llega algún grupo parroquial. Han llegado desde Suiza, de Estocolmo, de Belluno, de Nápoles, desde Brasil, desde México, de Francia. Vienen para visitar las bellezas de Roma, sobre todo para ver al Papa; pero hay quien también desea encontrar una comunidad viva de la Iglesia de Roma. “Se pasa una tarde juntos, nos contamos las experiencias, comemos una pizza juntos. Nace una relación de fraternidad a pesar de, a veces, las dificultades del idioma. Las personas de la comunidad de Colle Salario cuentan cómo viven la Palabra y el amor recíproco que consideran el fundamento de cada acción pastoral”. Esto, a menudo, deja maravillados. En directo por TV – Hace algún tiempo, la Misa dominical de la comunidad de San Juan de la Cruz fue transmitida por una red nacional de televisión. Fue preparada juntos, distribuyendo las lecturas, oraciones y testimonios entre los miembros de los varios grupos parroquiales y de los varios Movimientos. Desde varias partes de Italia nos llegaron llamadas telefónicas con expresiones de gratitud y apoyo: “Gracias por su Misa, ha sido bellísima”, “Se ve que son una comunidad viva y que se quieren”, “¡Cuánto deseo que los jóvenes de mi pueblo puedan encontrar una comunidad como la de ustedes!”
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