Movimiento de los Focolares

La mirada que sabe ver

Feb 26, 2014

Descubrir las señales del amor de Dios en las dificultades cotidianas permite que las enfrentemos con sabiduría y serenidad, como nos sugiere la Palabra de Vida de este mes. Algunos breves testimonios.

El enemigo.

«Nuestra hija menor tiene un carácter fuerte y asume actitudes que la indisponen con nosotros. Una noche, después de pedirle varias veces que se vaya a dormir, voy a su cuarto con la intención de darle una buena lección. Mientras me dirijo hacia ella pienso que esta hija se está convirtiendo en una amenaza para mi sistema nervioso y para la relación con mi esposa que no soporta verme nervioso. En resumen, es mi “enemigo”. Cuando estoy delante de su cama, cambio de actitud: me inclino hacia ella y me dispongo a escuchar lo que me quiere decir. Después le cuento una historia, le canto una canción: todo parece haber desaparecido. La niña se duerme y yo encuentro esa paz que viene del amor». F.S. – Suiza.

En la cárcel

«A Antonio, un joven amigo nuestro paraguayo, lo metieron a la cárcel por tráfico de droga: en realidad la droga se la había metido un compañero de viaje en su  mochila, y luego la policía lo detuvo a él. Estaba en el reparto de los delincuentes considerados como peligrosos, sin atención jurídica. Nos pusimos en contacto con madre, fuimos a verlo varias veces y le conseguimos un buen abogado. Después de algunos meses, llegó el proceso, que estábamos siguiendo con un grupo de amigos. Antes de la sentencia, rezamos juntos. Antonio estaba tranquilo.

Cuando los jueces declararon su inocencia, en el aula hubo una explosión de alegría. Uno de los abogados tenía lágrimas en los ojos. También las dos guardias carcelarias que lo acompañaban estaban conmovidas. Ahora queremos ayudarlo para que retome una vida normal, después de la dura experiencia vivida». A.F.-Argentina

Nadine, ¿quiere decir yo?

Después de un año de casados, supimos que no podíamos tener hijos. Aquí comenzaron también algunos problemas con los familiares de mi marido, que ya me consideraban una extraña porque procedo de otro pueblo. Habríamos querido adoptar un hijo, pero en el pueblo nadie habría comprendido esta elección. Un día una amiga nos llama: había una recién nacida cuyos padres habían muerto en un accidente; los abuelos no podían ocuparse de la niña…. Fuimos a buscarla. Todos nuestros parientes estaban en desacuerdo, no estaban contentos de que Nadine estuviera con nosotros. Pero después de un tiempo, también ellos comenzaron a quererla y ella fue creciendo en un clima de serenidad. A menudo le contaba la historia de Nadine con Amet y Haila; y ella decía: «Nadine, ¿quiere decir yo? » Le respondíamos que sí. Ahora tiene cinco años y me ha dicho: «Mamá, quiero tener una hermanita». Le respondí, que como ella sabía, yo no podía tener hijos. Y prosiguió diciendo: «Quiero una hermanita que haya perdido sus padres en la guerra, una como yo». Mi marido y yo nos miramos: ella comprendió muy bien de qué modo llegó a ser “nuestra hija”. Ahora en el pueblo hay dos familias, que como nosotros, adoptaron un niño». A.H.K. – Siria

Extraído de: El Evangelio del día,  Città Nuova Editrice

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