Una categoría mal pagada, la de los educadores. Y esto dice mucho de la importancia que la sociedad y los gobiernos dan a la educación. Del 18 al 21 de noviembre se reunieron en Roma 2500 educadores para un congreso organizado por la Congregación para la educación católica. El motivo eran los 50 años de la declaración del Concilio Vaticano II sobre la educación y los 25 años del documento sobre las universidades católicas. «Vine con una colega hebrea, y desde India había católicos y algunos hindúes –cuenta Nieves Tapia, argentina, directora del CLAYSS (Centro Latino Americano aprendizaje y servicio solidario)-. Sentía que ya esto era un fruto del Concilio: la iglesia en diálogo. Con el lema, “Educar, una pasión que se renueva”, nos encontramos educadores provenientes de todo el mundo, con realidades muy distintas». Las experiencias de escuelas católicas en lugares “de frontera”, presentaron el desafío del diálogo en acto. Como en Marruecos, donde los profesores y los alumnos son musulmanes. O en Filipinas, país en su mayoría católico, donde la universidad está abierta también a los musulmanes, por lo que anima a esos estudiantes a hacer el ayuno durante el Ramadán, y reserva un lugar de oración no sólo para los cristianos, sino también para ellos. «Un respiro universal – afirma Nieves Tapia – no sólo por la proveniencia geográfica, sino también por la tipología de escuelas y universidades representadas: públicas, privadas; muchas escuelas que trabajan para personas pobres». En su intervención, el papa Francisco transmitió su pasión por la educación… «El Papa respondió algunas preguntas, habló espontáneamente, del corazón, con mucha pasión. Subrayó la necesidad de salir a la periferia, no para hacer beneficencia, sino porque es allí donde nacerá la nueva cultura. Allí aprendemos la sabiduría profunda que hay en el dolor. Si pensamos en las grandes reformas educativas (Don Bosco, Freire) podemos decir que todas nacieron en las periferias. Además, Francisco subrayó la importancia de trabajar por la unidad de la persona, poniendo en juego la cabeza, el corazón, las manos; de reconstruir el pacto educativo, es decir, la unidad entre la escuela y la familia, entre la escuela y la comunidad, la relación con la vida real sin encerrarse en las aulas; después habló de la importancia de salir, también como una respuesta a la cultura de élite que es el gran peligro de tantos sistemas educativos, donde se corre el riesgo de dejar a la gente afuera». Entre los temas tratados en el Congreso, que en cierto modo fueron tratados implícitamente por el Papa, está el del aprendizaje-servicio (service learning), una línea pedagógica en la que estás comprometido en primera persona… « Se trata de una pedagogía que hemos tratado de enriquecer con la experiencia latinoamericana y con la espiritualidad de la unidad: el aprendizaje servicio solidario. Es necesario dejar que el estudiante salga del aula y se ponga al servicio. Que aprenda a hacer, a vivir, a ser un mejor ciudadano. Hasta que no tiene la posibilidad de hacer una práctica en la realidad, no se ha cerrado el círculo del aprendizaje. La investigación lo demuestra». «Y esto se verifica cuando los chicos aprenden a usar los conocimientos del aula al servicio de los demás. Por ejemplo en una escuela técnica, en lugar de tener un prototipo estilo robot, los jóvenes construyen sillas de ruedas para personas que las necesitan». El Service learning tiene casi 50 años, son miles las universidades y las escuelas en todo el mundo que ponen en práctica cuanto se aprende al servicio de los demás». ¿Qué perspectivas emergen del Congreso? «Las líneas que ha dado el Papa. Sobre todo emergió la necesidad de renovar la pasión educativa y redescubrir lo que ya existe. “Debemos cambiar la educación para cambiar el mundo”, dijo Francisco. Ya estamos en camino y esto es un signo de esperanza».
Aprender y crecer para superar los límites
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