Movimiento de los Focolares

La Pasión: un Dios que sufre por nosotros

Mar 24, 2013

Igino Giordani: aceptar los dolores y con ellos ensimismarnos con Jesús. En el libro “El Hermano”, escrito en 1954, afirma la importancia de buscar toda verdad en Dios, el único que no pasa.

Fue la pasión, libremente aceptada, que dio prueba a Dios y a los hombres del amor con el que Cristo nos ama, es decir nos vivifica. Sufriendo, experimentó su humanidad. Amándonos, afirmó su divinidad. Después de entonces, siempre lo humano se diviniza si transforma el dolor en amor. Este es el milagro inaudito de un Dios que sufre, desde el nacimiento en una gruta a una vida errante, a una muerte horrenda…

El camino de Cristo, que él nos enseña y el que tenemos que seguir si queremos recibir vida de gracia, es vivir el Evangelio aceptando los dolores y con ellos ensimismarnos con él. Ello quiere decir que amar no es una operación que deleita. Tener que dar aun cuando justamente el dar provoca amargura, esto es amar como Cristo nos amó. Si uno, al amar, busca satisfacciones, quiere decir que piensa en sí mismo, se ama a sí mismo. Ama a las criaturas, no por ellas y menos aún por Dios, sino por si mismo.

El amor es don y pertenece al sacrificio. Amor y dolor reaccionan uno frente al otro. Uno es la mayor sensibilización por el otro. Siempre naturalmente si se trata de movimientos guiados por la gracias divina.

¿Quieres construir proyectos de estabilidad sobre los hombres cuando su humor cambia de la mañana a la noche, cuando tu humor, y hasta la visión de la vida, cambian por causa de la digestión o después de una lectura o una conversación? En ti mismo, en tus nervios, en tu mutación física está la inestabilidad. Cuando tienes necesidad de actuar, tal vez estás cansado, cuando tienes necesidad de dormir, tal vez tienes insomnio. Y no puedes apoyarte en tus dotes naturales, en la cultura y los afectos porque también ellos cambian, alternando la confianza y la desconfianza, la luz con la sombra, la paz con la ira. Y ni siquiera los hombres te ofrecen una base, en la familia encuentras, tal vez, caracteres que no se adaptan al tuyo, existencias cerradas en sí mismo o abiertas a otros horizontes. Encuentras la fiesta cuando tu estas triste, el desprecio por tu fe, la incomprensión de tus sacrificios, conductas cambiantes, incoherencias…

Saliendo de la familia, la tierra se mueve bajo tus pies. El dinero te puede dar el pan para nutrirte, pero no la paz para serenarte. Entre los amigos, traiciones e incomprensiones, si eres pobre te evitan, si eres rico te traicionan. Cuando tienes necesidad no tienen ni fuerza ni voluntad para ayudarte.

Así, tu vida, es un pensar de noche para buscar sostén durante el día, es ver como durante el día se oscurece la esperanza bajo la noche de las desilusiones. Y así el tiempo pasa.

Encontrarás la verdad solo en Dios, es la única estabilidad, lo único que no pasa; y la multitud de afuera y la fantasmagoría de paisajes y personajes cambiantes, si está Dios, no te sorprende y no te toma, tu permaneces anclado a lo Eterno. Pasa la escena del mundo, Dios permanece”.

Traducción libre de: Igino Giordani, Il Fratello, (Città Nuova, aprile 2011, III edizione Figlie della Chiesa 1954)

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