Movimiento de los Focolares

Las potentes semillas de la generosidad

Sep 28, 2015

De la serie “Regeneración”, del economista Luigino Bruni. Los seres humanos sólo dan mucho si son libres de darlo todo. La generosidad como virtud no económica, pero esencial en toda empresa e instituición.

20150928-01La verdadera generosidad es un intercambio de consecuencias impre-visibles. Es un riesgo, porque mezcla nuestras necesidades y deseos con las necesidades y deseos de los demás.” A. Phillips e B. Taylor, Elogio de la bondad “Las empresas y otras organizaciones pueden ser lugares de vida buena y completa siempre que permitan que las virtudes no económicas convivan con las económico-empresariales. Se trata de una coexistencia decisiva pero no fácil, porque exige que los directivos renuncien a tener un control total sobre el comportamiento de las personas, aceptando que sus actos pueden ser imprevisibles, y también que estén dispuestos a relativizar la eficiencia, que se está convirtiendo en el verdadero dogma de la nueva religión de nuestro tiempo. La generosidad es una de esas virtudes no económicas pero esenciales también para las empresas e instituciones. La raíz de la generosidad se encuentra en la palabra latina genus – generis, que hace referencia a la estirpe, a la familia, al nacimiento. Este es el primer significado de la palabra género. Esta antigua etimología, que hoy se ha perdido, nos dice cosas importantes acerca de la generosidad. En primer lugar, nos recuerda que nuestra generosidad tiene mucho que ver con la transmisión de la vida, con la familia, con la gente que nos rodea, con el ambiente en el que crecemos y aprendemos a vivir. La recibimos en herencia cuando venimos al mundo. Es una dote que nos dejan nuestros padres y familiares. Se forma dentro de casa. La generosidad que descubrimos dentro de nosotros depende mucho de la de nuestros padres, de cómo y cuánto se amaron antes de que naciéramos, de las elecciones de vida que hicieron y siguieron haciendo cuando empezamos a fijarnos en ellos. Depende de su fidelidad, de su hospitalidad, de su actitud con los pobres, de su disponibilidad para “perder” tiempo escuchando y ayudando a los amigos, de su amor y gratitud hacia sus propios padres. Esta generosidad primaria no es una virtud individual, sino un don que pasa a formar parte de la dotación moral y espiritual de eso que llamamos carácter. Es un capital con el que llegamos a la tierra, formado antes de nuestro nacimiento y alimentado por la calidad de las relaciones durante los primeros años de vida. Depende también de la generosidad de nuestros abuelos, bisabuelos, vecinos y de muchos otros que, aun no contribuyendo a nuestro ADN, están presentes, de modo misterioso pero muy real, en nuestra generosidad (y también en la falta de ella). Nuestra generosidad está influenciada por los poetas que nutren el corazón de la familia, por las oraciones de nuestra gente, por las músicas que escuchamos y nos gustan, por las historias que se cuentan en las fiestas del pueblo, por los discursos y acciones de los políticos, por las homilías de los predicadores, por los mártires de todas las resistencias, por los que ayer dieron su vida por nuestra libertad de hoy, por la infinita generosidad de las mujeres de siglos pasados (hay una gran afinidad entre mujer y generosidad), que muchas veces antepusieron el bien de la familia al suyo propio y siguen haciéndolo. La generosidad genera agradecimiento hacia aquellos que nos hicieron generosos con su generosidad. Vivir con personas generosas nos hace más generosos, exactamente igual que ocurre con la oración, la música, la belleza… Cultivar la generosidad produce muchos más efectos que los que logramos ver y medir. Y lo mismo ocurre con la falta de generosidad propia y ajena. El stock de generosidad de una familia, de una comunidad o de un pueblo, es una especie de suma de la generosidad de cada uno. Cada generación aumenta el valor de este stock o lo reduce, como está ocurriendo hoy en Europa, donde nuestra generación, empobrecida de ideales y de pasiones grandes, está dilapidando el patrimonio de generosidad que ha heredado. Un país que deja a la mitad de sus jóvenes sin trabajo no es un país generoso”. (Leer mas) Luigino Bruni Publicado en el diario italiano Avvenire el 23/08/2015

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