Movimiento de los Focolares

Lesley Ellison, “mi llamado”

Ene 21, 2014

La primera focolarina anglicana relata su encuentro con el ideal de la unidad, ocurrido en los años ’60, cuando el ecumenismo estaba recién dando sus primeros pasos.

«Crecí cerca de Liverpool en el noroeste de Inglaterra. Me acuerdo, cuando yo era jovencita, que el domingo había procesiones, o de los católicos o de los protestantes. Yo iba con otros jóvenes a tirarle piedras a los católicos. A los 18 años comencé a trabajar en el mundo del ecumenismo entre varias Iglesias, algo que recién nacía en Inglaterra. No era fácil porque muchos adultos sentían  miedo de abrirse a los católicos y por eso siempre ponían obstáculos. En un momento de desaliento le lancé un desafío a Dios: “Hazme conocer personas apasionadas por la unidad”.

Al día siguiente voy a la iglesia a una celebración para jóvenes. El predicador nos cuenta una historia: “Eran tiempos de guerra y todo se derrumbaba…” Es la historia de Chiara Lubich y del nacimiento del Movimiento de los Focolares. Mientras él habla mi corazón se enciende. Interrumpo su discurso y le pregunto: ”¿Dónde están ahora esas chicas? ¿Tal vez ya murieron?”. “No -responde- ¿No lo sabes? Están aquí en Liverpool”.

Fui de prisa a buscarlas. Más que a tres jóvenes extranjeras, en el focolar, encontré el Evangelio vivo. Me parecía nacer de nuevo y comenzar mi vida desde el principio. También yo quería comenzar a vivir el Evangelio, poniendo a Dios en el primer lugar. Pero, ¡había que superar muchos prejuicios! Mientras tanto, comenzaba a experimentar que el amor supera las barreras. En ese lejano 1965, católicos y personas de varias Iglesias, que deseaban vivir la espiritualidad de la unidad, se reunieron para formar una familia.

Londres, 11 de noviembre de 1996. Chiara Lubich con las focolarinas y los focolarinos anglicanos, el obispo anglicano Robin Smith, y el arzobispo George Carey -entonces Primado de la Iglesia de Inglaterra.

Para nosotros, ahora, es normal encontrar personas de varias Iglesias en todas las vocaciones del Movimiento. Pero en aquella época la idea de una protestante en una comunidad de católicos era algo inaudito. El tiempo no había aún madurado para vivir juntos en el focolar, como yo había soñado. Me pareció, en aquel momento, que el mundo se estuviese derrumbando. Había elegido a Dios y Él me rechazaba. Había elegido el focolar y su puerta se me cerraba. Mi vida se volvió absurda, gris, sin motivación. Pero en ese momento de oscuridad, advertí una sutil voz que hablaba a mi corazón: “Tú no me elegiste a mi, soy yo que te elegí a ti. Y te quiero entera, como yo me estoy dando a ti, entero. No des tu corazón al focolar, a tu vocación. Dámelo a mi. Yo soy tu único Bien”.

Como un relámpago intuí el atractivo de la vida de cada persona que quiere llevar la unidad. Una vida de adhesión total a Jesús. Me di cuenta, aún entre las lágrimas, que quería elegir, más que todo, a El, especialmente en el momento de su abandono.

Esa sombra, entonces, se transformó  en una gran luz. “Sí, – me dije- vuelvo a mi casa, pero voy contigo”

La mañana siguiente, me entero, que en Londres me espera una de las primeras compañeras de Chiara, que me propone ¡ir a vivir con ella en el focolar! Y así fue.

Los años siguientes son un capítulo aparte. Por ejemplo, el nacimiento del focolar anglicano donde vivo con otras focolarinas anglicanas.

En la base de mi vida, está siempre presente la elección cotidiana de Dios ¡como mi Único Bien!”

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