Movimiento de los Focolares

Los monjes del desierto

Abr 15, 2015

Una reflexión de Sherin, egipcia, focolarina de la Iglesia copta, sobre las enseñanzas de los padres del desierto, fundadores de la vida monástica oriental, a la luz de su experiencia con la espiritualidad de la unidad.

20150416-01«Muchos han intentado explicar las raíces y los motivos que dieron origen a la vida monástica, pero las máximas de los Padres y su experiencia de vida nos muestran que el monje es “el mártir viviente”, y que “han dejado el mundo por la única realidad que tiene valor: Dios”. Es quien quiere responder al amor de Dios; así como lo expresa bien un versículo de la Santa Misa Copta, que nosotros llamamos Liturgia Divina, en el que la persona se dirige a Dios diciendo: “No hay nada en las palabras dichas que pueda delinear Tu amor por los hombres”. San Jerónimo dice que mediante su ascética y su vida eremítica es como si dijeran: “El amor divino me ha flechado”; y que cada uno repitiera: “He encontrado lo que mi alma anhela, lo agarro fuerte y no lo dejaré nunca”. El deseo de estos monjes era, por lo tanto, donarse completamente a este amor, y para consagrarse a Él no encontraron otra cosa que dejar la ciudad.

San Basilio lo anunciaba claramente: “Quien ama a Dios deja todo y va hacia Él”. Y se dice que para San Tawadros, discípulo de Pacomio, su “único interés en el mundo era amar a Dios con todo el corazón según el mandamiento de Jesucristo”. Se intuye que la raíz de la vida ascética es asemejarse a Cristo: el despojamiento completo de sí, seguir la voluntad del Padre, la virginidad, en un contacto continuo con Dios Padre mediante la oración. El Padre Matta El Meskin lo explica bien: “La garantía de nuestra consagración (el ser monjes) está en el aferrarse a Cristo personalmente, y atenerse a la Biblia. Y así, con Cristo y la Biblia, podremos caminar por nuestra vía, creciendo continuamente, hasta el final”.

La elección del consagrado es seguir a Jesús “Camino, Verdad y Vida”. Vivir en Cristo y por Él sólo. Seguirlo según el estilo de vida que Él vivió. Él eligió ser pobre, virgen y obediente. Entonces el monje no elige la pobreza, sino a Cristo pobre. La elección es la elección de la misma persona de Jesús, y por lo tanto de lo que Cristo vivió, de cómo lo vivió y por qué lo vivió así.

Por lo que se refiere al aspecto comunitario de la vida ascética de los monjes del desierto, podemos recordar cómo –por ejemplo en los monasterios que seguían a Pacomio- la vida de comunión era la extensión de la Iglesia primitiva del tiempo de los apóstoles. Mirando a la vida de los Padres, podemos trazar algunas características comunitarias: el amor recíproco (San Pacomio siempre solicitaba a los suyos que se amaran, y es por la caridad entre los monjes que esta vida se difundió y sigue existiendo hasta hoy); la vida en común (el “todo entre ellos estaba en común” de las primeras comunidades cristianas es la característica dominante en todos los aspectos de la convivencia de los monjes).

Las enseñanzas de los Padres del desierto me recuerdan la meditación de Chiara Lubich “El atractivo del tiempo moderno”, que expresa bien lo que siento: “Penetrar en la más alta contemplación, permaneciendo mezclados entre todos, hombre junto a hombre”. Una contemplación que actualiza la vida de los Padres en este siglo, pero en medio del mundo.

La presencia espiritual de Jesús en medio con las focolarinas católicas con las que vivo en el Focolar de Suhag, el compromiso de querernos, nos ha hecho realmente hermanas y nos hace experimentar la alegría del Resucitado, más allá de nuestras diferencias. En la vida cotidiana todo lo tenemos en común: rezamos, trabajamos, gozamos y compartimos los momentos de sufrimiento de las personas que nos rodean. Tratamos de dar testimonio a todos, con nuestra vida, de que Dios es amor.

Il gruppo dell'impegno ecumenico SohagVivir por la unidad plena de la Iglesia de Cristo “que todos sean una sola cosa”, me fascina cada vez más. Gozo de la belleza y de la variedad de los dones de Dios que encuentro en las distintas Iglesias, y por la aspiración y la emoción de ver que estamos unidos, con Cristo entre nosotros y ser el futuro de la Iglesia según el designio de Dios.

Son un testimonio de ello los pequeños y grandes pasos en el camino ecuménico, también en mi país. Desde hace algunos años, por ejemplo, se constituyó una comisión ecuménica con personas de todas las confesiones presentes en Suhag. Cada vez nos encontramos en una iglesia distinta, este año en la copta ortodoxa. El 5 de marzo estaban presentes casi todos los responsables locales de las iglesias. El tema principal era “la victoria sobre el mal”, a partir de la situación de persecución de los cristianos en Libia, se recorren las etapas del pueblo de Israel que deja Egipto. «La bandera que hondea sobre nosotros es el amor de Dios», afirmó el obispo copto ortodoxo Mons. Bakhoum, augurando a los presentes «que nos encontremos siempre en el Amor».

 

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