Hoy, 16 de febrero, la mañana transcurrió en la localidad de Emaús, a 27 Km. de Jerusalén, en la llanura que va hacia la capital, Tel Aviv. Se trata de una de las tres localidades con un mismo nombre que podrían enorgullecerse de haber sido el escenario del pasaje con el cual se concluye el Evangelio de Lucas: después de la crucifixión, dos discípulos de Jesús se encontraban por el camino recordando los dolorosos hechos ocurridos, cuando un hombre se les cerca y les explica las Escrituras, llenando de paz sus corazones. Pero es “en el momento de partir el pan” –cuenta el Evangelio-, que ambos reconocen que se trata del mismo Jesús resucitado.
María Voce fue recibida por Mons. Giacinto Marcuzzo, obispo auxiliar de los Latinos, titular de la sede de Emaús-Nicópolis. El obispo le confesó a ella y a toda la delegación del Centro del Movimiento que la acompañaba, que durante su elección, prefirió esa sede por varios motivos. Se trata de una de las doce diócesis cristianas que existían en los primeros siglos en Tierra Santa, refiere a todos los cristianos al punto donde todo empezó después de la muerte de Jesús y, no por último, el hecho de que todavía siendo un joven sacerdote había visto la destrucción de la aldea de Emaús ocurrida en 1967, después de la Guerra de los Seis Días.
La presidente de los Focolares, por su parte, contó al obispo un hecho que se refiere a ella personalmente. Como muchos saben, a menudo es llamada Emmaus (Emaús) dentro del Movimiento. “Fue la misma Chiara quien me dio ese nombre en 1964. Vino a hablar con un grupo de jóvenes focolarinas de la realidad de Jesús entre nosotros, que realiza el pasaje de Mateo 18, 20 ‘Donde dos o tres están reunidos en mi nombre yo estoy en medio de ellos’, si nos comprometemos a vivir el mandamiento nuevo recíprocamente. En mi entusiasmo juvenil le escribí a Chiara que deseaba dar la vida para que se realizara esa frase. Ella entonces me dio el nombre Emmaus, porque allí los dos discípulos habían vivido y experimentado la presencia de Jesús entre ellos”.
Fue un encuentro rico de significado, en un lugar único de la primerísima comunidad de Jerusalén. La Misa celebrada por Mons. Marcuzzo y concelebrada por Giancarlo Faletti, co-presidente del Movimiento, fue un momento rico de comunión con ideas preciosas sobre los frutos de la presencia de Cristo en el corazón de la comunidad.
El carisma de Chiara Lubich fuertemente centrado en la presencia de Jesús entre los hombres se puso de relieve precisamente en los lugares donde esto se realizó vital e históricamente.
de Roberto Catalano
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