La situación de la familia en el mundo: numerosos problemas abiertos ¿cuáles son las notas de esperanza? El primer motivo de esperanza es el Sínodo mismo. Lo ha querido el papa Francisco, signo que la familia es también una prioridad para él. En las personas ha aumentado la confianza en la Iglesia como institución, reconociéndola como un sostén en la cual la familia puede aferrarse. Otro signo de esperanza es el enorme potencial de muchas familias que viven la fidelidad conyugal, la apertura a la vida, que se hacen cargo de los problemas de otras familias marcadas por la separación. Por así decir, son familias “recurso”, capaces de compartir los pesos y de acompañar a los otros para que no se sientan excluidos de la Iglesia o, peor aún, del amor de Dios. Se subraya la necesidad de atender las dificultades de las familias con una mirada de misericordia renovada. ¿Será esta la actitud prevaleciente en el Sínodo? Me parece ilusorio esperar soluciones extraordinarias y universales. Más bien esperamos que emerja ese potencial de la familia del que hablaba antes y no sólo la criticidad. No se puede reducir el problema a la cuestión sacramental. Los sacramentos son signos eficaces de la gracia. Puede haber otros. Recientemente, me escribió una mujer profundamente cristiana, casada civilmente con un divorciado que, en la incómoda situación debido a su condición, nunca se sintió fuera de la Iglesia. En el momento de la distribución de la Eucaristía también ella se pone en la fila y la bendición que recibe del sacerdote fortalece en ella la presencia de Jesús. “Estoy haciendo un camino”, dice. Un camino de fe, más allá de los sacramentos, que puede llevarla a la santidad. Uno de los puntos sobre los que más insisten las Iglesias locales es la dificultad para entender el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. ¿Revisión de contenido o reajuste de lenguaje? Sobre el contenido de los documentos del Magisterio puede haber objeciones por parte de aquellos que desean conformar a su medida el plan de Dios sobre el hombre y la mujer. En cambio, sobre el lenguaje sería algo para sugerir, especialmente para los documentos que implican cuestiones morales. Hay necesidad de una mayor claridad, simplicidad y síntesis. La familia media vive jornadas con ritmos sin tregua, tensionada por mil tareas y estrés y no tiene tiempo para leer. Los documentos del Magisterio deberían ser ágiles, capaces de entender las dificultades de quien, aun poniendo todo el esfuerzo, se siente vulnerable. En relación a las parejas jóvenes, la Iglesia se enfrenta a un problema de re evangelización que es, al mismo tiempo, un problema educativo. ¿Cuáles son los espacios de maniobra? En la reciente audiencia concedida a los Focolares el papa Francisco recordó, entre otras cosas, la obligación de “hacer escuela” y difundir los dones recibidos. Esta sugerencia es muy querida por nosotros. Los Focolares, de hecho, promueven – y estamos empeñados en que sea cada vez más adecuada – una formación permanente de los niños a los trabajadores, de los novios a los ancianos, y de jóvenes a personas separadas, etc. Pero hay que decir que en el ámbito de la familia y de las familias jóvenes, juegan mucho los medios de comunicación, en positivo pero más en sentido negativo. Hay espectáculos que insinúan estilos de vida transgresivos y proponen modelos de hombre y de mujer sin valores de referencia. Sin embargo, estoy convencida que el espacio para incursionar existe. Individualismo y también crisis económica. ¿Cuáles son las iniciativas de los Focolares para contrarrestar esta mentalidad? Es importante la red de familias capaces de acercarse a las que están en dificultad, con un acompañamiento discreto apoyado en la reconciliación. Para las parejas que atraviesan dificultades conyugales, hemos creado instancias residenciales en las ciudadelas del Movimiento (para Italia en Loppiano). Usando técnicas relacionales hechas por expertos, pero sobre todo en contacto con la espiritualidad de la unidad, logran reencontrarse con ellas mismas con la esperanza de un futuro juntos. Estrechan relaciones y comienzan itinerarios con separados, o con quien ha sido dejado, para abrazar su soledad y fortalecer su compromiso de fidelidad al sacramento. Se llevan a cabo iniciativas para las parejas con una nueva unión, compartiendo la experiencia educativa de los hijos y con el deseo de que experimenten que la Iglesia y, primero el amor de Dios, los acoge. Últimamente, hemos intensificado el compromiso en términos de prevención, tanto en trabajar más para las familias jóvenes, como en el volver a dar a los jóvenes el encanto del “para siempre”. Fuente: Avvenire online
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