Cuando un niño se pierde termina en un lugar que no es de la casa. Sí, en Navidad Dios se perdió – no sólo como un niño, sino siendo niño- allí donde no era “de la casa”. No se quedó encerrado en la beatitud de su cielo o dentro del espacio de nuestra devoción, sino que se perdió por los pequeños y los pobres, por los enfermos y los que están de luto, por los pecadores, por aquéllos que nosotros consideramos que están lejos de Dios, por quienes pensamos que no tienen nada que ver con Él. Dios se perdió allí donde se perdió el hijo pródigo, lejos de la casa paterna, para después regresar al Padre, a Él y con Él. Dios se perdió como un niño, y no fue un error, sino la acción más divina que Dios podía realizar. O Dios es el Dios de todos o no es Dios. O Dios es el Dios de los pequeños y de los lejanos o no es Dios. O encontramos a Dios allí donde se “perdió” o no lo encontramos del todo. “Déjate encontrar allí donde tú, Dios, te perdiste como un niño. Sí, deja que también nosotros nos volvamos niños, en quienes Tú puedes perderte por los demás, ¡por todos!”. Klaus Hemmerle – La luce dentro le cose – Città Nuova 1998 p. 395
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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