Movimiento de los Focolares

Perú: celebrar las pequeñas acciones de paz

Abr 20, 2022

La Casa para ancianos “Chiara Lubich”, en la Amazonía peruana, festeja su primer año de vida. El Centro se ocupa de unos 50 ancianos abandonados. “Es nuestro aporte cotidiano a la paz”, dicen.

La Casa para ancianos “Chiara Lubich”, en la Amazonía peruana, festeja su primer año de vida. El Centro se ocupa de unos 50 ancianos abandonados. “Es nuestro aporte cotidiano a la paz”, dicen. El 8 de Marzo del 2021, en plena emergencia sanitaria por el Covid-19, se abrieron las puertas de la “Casa hogar y Centro de día para el Adulto mayor Chiara Lubich”, en la selva amazónica peruana. ¡Un sueño forjado durante muchos años que se hizo realidad! “Todo se fue dando con simplicidad –cuenta Jenny López Arévalo, presidenta del Centro–. Desde la casa, al plato, a los ingredientes para preparar el almuerzo para casi 50 ancianos, a las sillas, las mesas, los colchones, las sábanas… Todo iba llegando ante nuestra sorpresa e iba tomando su lugar”. El Centro está situado en Lámud, una ciudad amazónica en el noroeste del Perú, a 2.330 m.s.n.m. A pocos kilómetros, se encuentra la ciudadela de Kuélap, un importante sitio arqueológico preincaico construido por la cultura Chachapoyas “Fue muy importante el trabajo en equipo, los voluntarios pusieron todo lo mejor” –cuenta Jenny López Arévalo–. No faltaron las dificultades, pero logramos superarlas viviendo bien el momento presente. Pasaron los meses y, de pronto, nos preparamos para el primer aniversario: ¡qué emoción! Preparamos un programa de dos días, abierto al público, involucrando a las instituciones locales, a la prensa y a las redes sociales. Un modo sencillo para agradecer a Dios y a todos. En el primer día estaba previsto un paseo fuera de la ciudad, con juegos y bailes. Compartimos un rico café con tamales y sánguches. Nos sorprendió y emocionó ver cuántos se sumaron: los voluntarios adultos, luciéndose con los preparativos y los niños voluntarios, ayudándonos a cuidar a los abuelitos. Flameaba nuestro logo con el rostro de Chiara Lubich. El segundo día comenzó con la Eucaristía y siguió con una fiesta ciudadana llena de colores, músicas y danzas típicas, precedida por el izamiento del pabellón nacional por parte de los ancianos, en honor a nuestro País. Seguidamente, el Brindis de Honor y agasajo, con la presencia de las autoridades locales”. “Muchos amigos de diferentes partes del mundo –agrega Javier Varela, administrador del Centro– se unieron a nosotros con la oración, y los amigos cercanos lo hicieron con los arreglos para la mesa central, los pasteles, los bocaditos… Una buena parte de los alimentos llegó como donación. Los abuelitos disfrutaron del gran día, muy agradecidos. También nosotros, cansados pero felices. Animados y fortalecidos para seguir dando nuestro aporte a la paz cuidando de los ancianos abandonados, que ya son parte de nuestra vida”. A distancia de un año, el “Centro para ancianos Chiara Lubich” más que un “Centro” es una verdadera “familia” que lleva adelante una delicada e importante labor en beneficio de los últimos. Un modo sencillo de sembrar acciones de paz en el actuar de cada día.

Gustavo E. Clariá

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