Después de 5 años de guerra, el anuncio de un posible acuerdo de “cese al fuego” en Siria, no alimenta muchas esperanzas en la población que, día a día, sigue viendo cómo se precipita la situación. Los autobombas siguen sembrando muertes entre los civiles, los raid aéreos cada vez más a menudo ponen en la mira estructuras humanitarias; mientras que en los campos de batalla se sigue muriendo. Para no hablar de las pérdidas de trabajo, de la casa y de las continuas e insoportables interrupciones de electricidad y agua, mientras que la vida debe seguir adelante, a la fuerza. En una cultura donde la familia es el centro, es un motivo de sufrimiento ver partir a los propios parientes hacia destinos inciertos en el extranjero, sin esperanzas de que algún día puedan volverse a ver. Y para quien se queda, es angustiante el dilema si está haciendo bien quedándose en esta tierra en donde la vida corre peligro y no hay perspectivas de futuro. Sin embargo es precisamente allí a donde Maria Grazia Brusadelli, focolarina italiana, se prepara para ir. ¿Qué te empuja –preguntamos- a dejar una rivera segura en Italia e ir hacia tal lugar desconocido? «Es una urgencia que siento dentro desde hace meses, la advertí casi como un segundo llamado de Dios, a prodigarme por quien sufre, por quien está más en peligro. Y quiere ser mi respuesta personal al cuestionamiento que nos hicimos en el Movimiento de cómo responder al llamado del Papa Francisco de “salir” hacia la periferia del mundo. Entonces le dije a Jesús: “mándame a mí”. Me pareció que Él acogía mi disponibilidad. Lo hablamos entre nosotros y me propusieron ir a reforzar el Focolar de Damasco».
Una “periferia” más extrema por el momento no hay. Ahora María Grazia está preparando los documentos para dejar el país. Mientras tanto fue a comunicar su decisión a los parientes y está entregando el cargo a quien la sustituirá en su actual función. Todavía está a tiempo de cambiar de idea, dado el persistir de las hostilidades. Hace sólo algunos días dieron la noticia de una bomba que explotó en la estructura hospitalaria de Médicos Sin Fronteras de Marat al Numan, que dejó 8 víctimas, y una población de 40.000 personas sin servicios de salud en una zona en pleno conflicto. Y también la del asesinato, en Aleppo, de un joven voluntario de Cáritas. María Grazia, ¿qué efecto te provocan estas noticias? ¿Tienes alguna duda? «Absolutamente no. Es verdad que cada noticia trágica que llega es como un flechazo en el corazón. Pero no tengo miedo. Aunque estoy consciente de los riesgos, no me da miedo por mí. Pienso en cuantos están allí y quisiera estar ya con ellos para compartir estos sufrimientos y llevar, con mi presencia –porque lamentablemente no conozco el árabe- un poco de esperanza. Quisiera estar ya allí para hacer sentir la solidaridad y la cercanía de los miembros de los Focolares que, en todo el mundo, todos los días rezan para que la paz vuelva a Siria. Los sirios con los que estamos en contacto están muy agradecidos por esta comunión mundial y por todo lo que se hace en el lugar para aliviar sus necesidades. Quisiera estar ya allí también para llevar el afecto y la esperanza de la Iglesia. Antes de viajar tendré un encuentro con el Santo Padre, y llegando allí podré transmitir su mensaje. En Damasco me esperan tres focolarinas y en Alepo también los focolarinos. En ambas ciudades hay una estrecha comunión con las personas que han hecho propia la espiritualidad de la unidad en Siria, también hay un vivo diálogo ecuménico e interreligioso con la gente del lugar. Porque en todas partes del mundo el Focolar es espíritu de familia, entre nosotros y con todos».
Promover la paz a través del deporte
Promover la paz a través del deporte
0 comentarios