«¿Qué hay en nuestro corazón? ¿Hacia dónde está orientado? ¿Cómo aprender a conocerlo mejor? Los caminos del corazón, ¿no son tal vez unas verdaderas montañas rusas?». Algunas preguntas que estimularon el diálogo, como símbolo visible del deseo de comunión, entre cristianos y musulmanes que participaron en un encuentro, a fines de abril, que comenzó en el centro cultural musulmán y se concluyó en la Parroquia protestante. Comenzó con los aportes teológicos del pastor protestante Martín Hoegger y del Imam Djalel Meskaldji. Ambos constataron que tanto la Biblia como el Corán amplían el significado de la palabra “corazón”. No sólo como sede de los sentimientos, sino más bien como centro de nuestro ser. Es el espacio donde se dialoga consigo mismo, con los demás, y con Dios. «La enfermedad más común no es la gripe, sino la ‘esclerocardia’, es decir la dureza del corazón», ironizó M. Hoegger. Y Djalel Meskaldji agregó: «Según el Corán, el corazón puede estar endurecido como las piedras. Estar cubierto de herrumbre». El corazón, se enfatizaba, es lo más precioso que tenemos, pero la experiencia nos dice que a menudo puede endurecerse. De aquí surge la constatación de que “custodiar el corazón” es un tema frecuente en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, teólogos de los primeros siglos. Por lo tanto, mantener el corazón firme es “una verdadera batalla espiritual”. Sería éste, según Meskaldji, el verdadero significado de la palabra “Jihad”, en la tradición musulmana. El Pastor Hoegger recordó que los profetas bíblicos «anuncian que Dios esculpirá un día su ley de amor en nuestros corazones y pondrá en nosotros un corazón nuevo, un corazón de carne». Y también dijo: «Los cristianos se dirigen a Jesús, en Él se realiza esta promesa». El Imam, agregó que: «El Corán afirma repetidamente que el corazón tiene necesidad de ser purificado por el agua límpida de la palabra de Dios. Ella despierta mi corazón, lo sana, desarma su dureza y pule el herrumbre que deriva en primer lugar del orgullo». Desde Argelia, por conexión internet, Sheherazad y Farouk, musulmanes, contaron que el descubrimiento de Dios amor, a través de la espiritualidad del Movimiento de los Focolares, revolucionó su vida de pareja: «Aprendimos a amar al otro por sí mismo, y a dejar actuar a Dios que está presente en el corazón de cada uno para ser un testimonio vivo de la unidad de Dios. Pero sobre todo experimentamos la gracia de Dios que inunda nuestro corazón de su misericordia». También, Anne Catherine Reymond y Fabien, cristianos de la comunidad de San Egidio, compartieron el camino que han hecho, contando que la presencia de Dios transformó su corazón a través de la oración y la vida fraterna, pero también a través del acercamiento a los pobres. «La fe en Dios es una brújula en los desafíos que la pareja debe enfrentar, sobre todo en la educación de los hijos. Ellos nos empujan a ponernos en segundo plano para colocar a Dios en el primer lugar». En el diálogo por grupos se puso en relieve lo que los cristianos y musulmanes tienen en común. Una musulmana de Lyon, concluyó: «En una época en la cual muchos tratan de dividir nuestras comunidades, ¡qué útil que es encontrarnos en una atmósfera de estima recíproca!». Por unanimidad, los participantes de esta jornada que parecía una fiesta, expresaron el deseo de continuar el diálogo, también a través de nuevas iniciativas de encuentro.
Ser madres/padres de todos
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