«Para que mi decisión de vivir la espiritualidad de la unidad, en red con otros políticos que, como yo tratan de comprometerse a favor del bien común, sea concreta, y también para que nazca la fraternidad como categoría política, acepté la tarea». Cuenta María Elena Loschiavo, vice-alcalde responsable de las políticas sociales y de la educación, en una Comuna de más de 7.000 habitantes. El año pasado me enteré de que varios niños y jóvenes presentaban dificultades de aprendizaje en la escuela y que por motivos varios no podían contar con el apoyo familiar. «Quería inventar algo para ellos, pero los amigos de la Administración me recordaron que no había recursos. Dialogando con mi marido y luego con amigas y colegas jubiladas, decidí llamar a algunos jóvenes conocidos. Al ver mi disposición se sumó un lindo grupo de personas procedentes de culturas y tradiciones religiosas diferentes. Con ellos nació la idea de hacer un proyecto de clases de refuerzo, cada tarde, desde las 15 a las 17 horas. Es un lindo desafío porque comenzar algo significa concluirlo. Significa también decir adiós, durante meses, a nuestra linda siesta de la tarde. Pero quisimos intentarlo, quisimos entrar en el corazón de las familias que se sienten marginadas». Apenas el comunicado comunal se publicó, llegaron muchas solicitudes, pero el límite era de 25 alumnos. «Cada uno de ellos es una historia única, con ambientes familiares complicados que lamentablemente no facilitan la inclusión en el proceso de aprendizaje. Apenas tenemos tiempo de organizarnos y el 9 de marzo, con gran entusiasmo, comenzamos. Tal vez empezamos de forma un poco ingenua, sin saber exactamente con qué nos encontraríamos. Pero a fin de año se vieron los resultados, ¡y cuánto! Ya sea por parte de las familias, que con insistencia están pidiendo que el experimento se repita también el año próximo, pero sobre todo por parte de los chicos». «Como administradora de una ciudad debo admitir que crear un equipo de personas dispuestas a dar, no es algo fácil. Pero no es tampoco una empresa imposible. Seguramente fue apasionante ver como cada uno del grupo aceptó poner toda su capacidad para amar a estos pequeños, dándoles una parte de su propia vida. Y después experimentar juntos, que abrirse a la gratuidad es un camino fatigoso, pero que te hace sentir un constructor de la fraternidad universal, dentro de la Comuna de residencia».
En octubre se recomenzará con el proyecto que tendrá nuevos desarrollos, siempre gratis, sea para la Administración como para el fisco. «En este segundo año – explica María Elena- se podrá contar con un mayor número de profesores y por lo tanto podrán acceder al programa una mayor cantidad de niños. La sede será en la escuela, lo que facilitará un trabajo en sinergia con el maestro de clase, que puede señalar las dificultades de los niños permitiéndonos así trabajar más específicamente sobre el problema. Siempre gracias al voluntariado podremos disponer también de un laboratorio médico-psico-pedagógico. Los muchachos tendrán también momentos lúdicos (en el pueblo hay pequeños grandes talentos en el área de la animación, la pintura, la danza, etc…) y para las mamás habrá también una hora de yoga por semana. No faltarán tampoco, con el apoyo de las Asociaciones deportivas del territorio, actividades de educación motora». «Las ideas que se están concretando son muchas, pero estoy segura de que habrá más, justo porque, como alguien me dijo un día, en el campo de la solidaridad basta con dar el primer paso. Luego la misma solidaridad guiará los pasos siguientes».
Ser leales
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