«Cuando empezaron las dificultades en el país, fui enrolado en el ejército para hacer el servicio militar. A pesar del temor sentía que también esto formaba parte del proyecto de Dios sobre mí. Lo que me dio la fuerza fue la Palabra de vida, el único alimento espiritual que podía tener. Cada tanto, lograba llamar por teléfono a los míos para dar noticias y enseguida después llamaba al focolar y a los gen –otros jóvenes con los que comparto el camino- para contarles mis experiencias.
Mi tropa, en donde era el único cristiano, estaba compuesta por 50 oficiales, provenientes de todos los rincones del país y de todas las confesiones. Entre nosotros nació una relación sincera que no tenía en cuenta la diversidad, construida con sacrificios y con actos de altruismo y de generosidad de parte de todos. A finales de Noviembre de 2011, nos informaron que nos iban a transferir a cada uno a un lugar distinto del país y esto creó incertidumbre en todos. También yo me preguntaba que iba a ser de mí. Poco a poco empecé a advertir en el corazón una voz que me decía: “Confía toda tu vida a Dios”, y esto me daba paz. Antes de separarnos nos encontramos por última vez para una velada de despedida en la cual, para mi sorpresa, cada uno expresó qué había aprendido del otro y al final nos abrazamos como verdaderos hermanos.
En el mes de marzo de 2012 fui destinado a ocuparme de los nuevos reclutas además de ir donde las familias de los soldados asesinados para darles la noticia de su fallecimiento. Son momentos dramáticos en los que trato de vivir el dolor con ellos. En el trabajo de oficina trato de hacer las cosas con transparencia y prontitud y que cada decisión responda al bien de la persona. Por ejemplo, una recluta tenía que ser dada de baja por motivos de salud, pero habían olvidado los papeles. A penas me di cuenta, hice todo lo posible para acelerar el proceso, quedándome en la oficina más tiempo de lo previsto, de modo que la joven pudiera volver a su casa como realmente sucedió.
Desde un inicio me propuse vivir como un auténtico cristiano, y llevar el amor también en este ambiente. Siempre tengo la posibilidad para vivir concretamente esta decisión, incluso arriesgando mi vida. Por ejemplo, una vez un colega tenía que ir a buscar personalmente los nuevos reclutas a una ciudad muy lejana. Había peligro de un ataque durante el viaje y tenía miedo. Me ofrecí a ir en su lugar, tal como sucedió. Al último momento la dirección decidió mandarme en avión.
Un día, volviendo de Misa, recibí la noticia de que un soldado compañero mío había muerto en un atentado en el terminal del autobús. Fue un shock que me acompañó por varios días. Recordarme que había donado toda mi vida a Dios me dio la fuerza para creer nuevamente en Su amor. Un día me comunicaron por teléfono una lista de soldados asesinados. La escribí mecánicamente, pero de repente me di cuenta que detrás de cada número había una persona y esto me empujó a empezar a rezar por cada una y por sus familias como única forma útil para intervenir en esta tragedia.
Cada día es una conquista, mi fe y mi Ideal son puestos a prueba, la única arma que tengo es vivir en el amor en cada momento, ayudado sólo por el pensamiento de que muchos rezan por mí».
(Z. M.– Siria)
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