Nueva etapa del viaje de Maria Voce y Jesús Morán en el Líbano: en las raíces de la cultura del país, con su complejidad social, política y religiosa. El desafío de un diálogo auténtico como llave para el renacimiento del Líbano. “Es hora de construir una nueva nación”, así dice un gran cartel que mira hacia la carretera, pero la velocidad del tráfico libanés no permite entender de quién sea el llamamiento, ni tampoco las intenciones que desea expresar. La pequeña delegación del Movimiento de los Focolares encabezada por la presidente Maria Voce y el copresidente Jesús Morán regresó de un viaje al norte del país donde visitó el Valle de los Santos, el centro espiritual de la Iglesia Maronita del cual forma parte la gran mayoría de los cristianos libaneses. También es la zona de los famosos cedros del Líbano: un pequeño bosque a 2000 metros de altura, donde todavía hay ejemplares que probablemente se remontan a la época del rey Salomón y, por tanto, a 3000 años atrás. Regresando a Beirut, cargados de impresiones que afirman la gran capacidad de este pueblo que cuenta con 7000 años de historia y que ha sabido sobrevivir en la encrucijada de tres continentes y de tres grandes religiones, pero que también ha sabido preservar su creatividad en condiciones extremadamente difíciles. Cuanto más te acercas a la capital, más viene a la mente la realidad actual que en su complejidad no da muchas razones para la esperanza. Actualmente, hay 18 comunidades religiosas en el Líbano. El estado y la administración pública trabajan “en estado de emergencia”. Existe una indisoluble interrelación entre grupos étnicos, religiosos y políticos, entre grandes familias, intereses económicos, potencias externas. Las viejas heridas de la llamada guerra “civil”, de 1975 a 1990, aun no se han sanadas. “No hemos tenido el coraje de afrontar el mal que nos hemos causado los unos a los otros”, ha dicho uno de los obispos que hemos visto en estos días, y, en consecuencia, nadie ha pedido perdón al otro”. Y varias veces en estos días escuchamos que la situación podría estallar en cualquier momento.
“Es hora de construir una nueva nación”, dice el cartel de la carretera, y es natural preguntarse cómo podría suceder esto. La respuesta que Jesús Morán ha delineado en un discurso en una mesa redonda en la Facultad de Filosofía de la Universidad Santo Espíritu (USEK) cerca de Beirut, se puede resumir en una única palabra: diálogo. “El diálogo – ha subrayado el copresidente de los Focolares – es parte de la naturaleza del hombre. En el diálogo, el hombre se vuelve más humano porque se completa con el don del otro. Por lo tanto, no se trata tanto de palabras o de pensamientos, sino de dar el propio ser. Esto requiere silencio, escucha y el riesgo de poner en juego la propia identidad, incluso cultural, incluso eclesial, que no se perderá sino que se enriquecerá en su apertura”. ¿Entonces, el diálogo para construir una nueva nación? Esta no será otra teoría hermosa, una de las muchas que los libaneses han escuchado en los últimos años.
¡Absolutamente no!, podrían responder los 150 cristianos y musulmanes que se reunieron el 13 de mayo en la llamada “casa amarilla” construida sobre lo que solía ser la línea de demarcación entre las áreas Este y Oeste de Beirut y que ha sido reconstruida, para no olvidar las heridas de la guerra. Los testimonios de amistad, nacida durante la guerra sobre la base de una simple acogida por parte del Movimiento de los Focolares, han sido conmovedores y convincentes. Pequeños gestos de cercanía y atención, visitas recíprocas, relaciones sin interés, han transformado – como describió una mujer musulmana – la amistad en una verdadera familia. “El diálogo solo es posible entre personas verdaderas. Solo el amor nos hace verdaderos”, ha dicho Jesús Morán en su discurso. Los amigos cristianos y musulmanes y sus experiencias son una prueba de ello. Tal vez sea solo una pequeña semilla, que puede crecer lentamente, al igual que los cedros del Líbano. Pero ciertamente es una semilla con una fuerza irresistible, de la cual puede nacer una nación nueva.
Joachim Schwind
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