
Anne-Marie Pelletier
Trece teólogas de nueve países (Brasil, Canadá, Filipinas, Francia, Alemania, Italia, Kenia, Siria y EEUU), dieron vida al segundo Seminario internacional para empezar a elaborar una “
teología intrínsecamente femenina”. Se llevó a cabo en la
Universidad Urbaniana como respuesta a la invitación repetida varias veces por el Papa Francisco, quien subrayó, en distintas ocasiones, la necesidad de una “
profunda teología de la mujer”, para no dejar este campo carente de la perspectiva femenina. Después del tema
“Heart” del año pasado, el de la segunda edición fue
“Tears” “Corazón” y “Lágrimas”, respectivamente. ¿Se trata de realidades meramente femeninas? Las lágrimas son un don hecho a todos, hombres y mujeres; y Jesús en persona lloró por la muerte de un amigo querido como Lázaro. Las ponencias ponen de relieve la manera como las mujeres, «lejos de un ‘dolorismo’ estereotipado», afrontan «la infelicidad, la desesperación, e introducen en el infierno el bálsamo de la compasión o, mejor dicho, de la consolación»,
afirmó Anne-Marie Pelletier. En sus palabras resaltó la figura de
Zabel Essayan, mujer armenia de finales del Ochocientos graduada en la Sorbona, conocida en los ambientes literarios de la capital turca en los inicios del Novecientos. Había viajado a Cilicia como miembro de una comisión de la Cruz Roja, encargada por el patriarca armenio de investigar sobre las atrocidades perpetradas. Además tenía que organizar una forma de asistencia a los innumerables huérfanos que vagabundeaban, junto con unas pocas mujeres y ancianos, entre los escombros de Adana. Zabel, aun con los ojos empañados por las lágrimas, “ve” lúcidamente la infelicidad sin fondo, y a través de las miradas de los sobrevivientes, enloquecidos por el horror, logra volver a donar la historia de los muertos, que los asesinos torturadores querían hacer desaparecer en la nada del olvido.
«¿Qué podíamos donar ante esa miseria vasta como el océano?», se preguntó Zabel. En Adana no había espacio para la consolación, sino sólo para la compasión. En la historia, en la vida del mundo existe también lo inconsolable. En su ponencia la teóloga francesa resaltó también una figura que es más cercana a nosotros en el tiempo:
Etty Hillesum. Ella también quiso recorrer hasta el fondo el trágico camino de su gente, no por querer sacrificarse ni por altruismo, sino por la conciencia de la historia en la que estamos insertados y de la que es necesario aceptar los desafíos. Etty se siente impotente, pero sigue creyendo que la vida, a pesar de todo, es buena, es hermosa y es necesario ponerse a la escucha, sin dejarse jamás arrollar por la evidencia del mal. En ella impera la preocupación por el otro, que hay que ayudar con gestos de compasión y solidaridad. Porque el otro es nada menos que Dios.
«Si Dios deja de ayudarme, me toca a mí ayudar a Dios. Él mismo pide ser consolado». Son algunas de sus expresiones de una extremada valentía.
María Clara Lucchetti Bingemer, gran personalidad de la cultura brasilera, nos sumerge con fuerza y eficacia en la extraordinaria belleza del desierto de Atacama, en Chile, donde astrónomos y arqueólogos investigan los misterios de la naturaleza y las huellas de la historia. Pero en ese mismo lugar se encuentran también las
Mujeres de Calama, mujeres que buscan sin descanso los restos de los cuerpos de sus seres queridos torturados y asesinados durante la dictadura militar que gobernó el país desde 1973, por 16 largos años. El desierto, único en el mundo por sus especiales condiciones climáticas, los conservó y, gracias a estas mujeres incansables, los está devolviendo a sus seres queridos y a la historia. También en
Argentina, que cuenta treinta y seis mil personas oficialmente desaparecidas, las mujeres son las protagonistas. Son ellas las que jugaron un papel fundamental para la desestabilización de la despiadada dictadura militar.
“Las locas”, las llamaban en un primer momento, desde que, a partir de 1977, cada jueves por la tarde caminaban en círculo delante de la
Casa Rosada para llorar a sus hijos muertos. Con el paso de los años se convirtieron en las
“Madres de la Plaza de Mayo”. Indomables, dieron vida a símbolos eficaces, como el pañuelo blanco en la cabeza, y a una lucha “pacífica” pero sin tregua. A ellas se unieron otras mujeres, madres espirituales, religiosas, algunas de las cuales pagaron con su propia vida la lucha en contra de la dictadura. Hacen pensar en las mujeres en las calles de Venezuela… «¿Cuál es el secreto de la extraordinaria fecundidad de
Chiara Lubich quien dio vida a una Obra tan vasta y universal en pocos decenios? ¿Cómo pudo abrirse camino, cuando tenía poco más que veinte años, en la Iglesia pre-conciliar italiana, y resistir con una propuesta de vida evangélica que despertaba sospechas en muchos porque involucraba a personas de todos los estados de vida, laicos y religiosos, hombres y mujeres? El secreto reside en aquello que Chiara Lubich llama “
Jesús crucificado y abandonado”, refiriéndose al grito de Jesús, mencionado por Mateo y Marcos». Así
Florence Gillet empieza su ponencia sobre “
Jesús Abandonado en el pensamiento y en la experiencia de Chiara Lubich”.
Luego de su intervención, la impactante experiencia en Iraq, en los años de la guerra, de
Mirvet Kelli, siria, quien, precisamente en la unión con Jesús Abandonado, encontró la fuerza para permanecer con amor a lado de la gente iraquí. En los encuentros por grupos, se subrayaron, diría con estupor, la novedad, la fuerza, el impacto de este punto fundamental de la espiritualidad de la unidad.
María Rita Cerimele Fuente
Città Nuova
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