No es posible construir la paz sin la contribución de las religiones. Se sienten en estos días numerosas apelaciones de líderes religiosos y civiles del calibre de Shimon Peres, con su idea de una ONU de las Religiones como antídoto a la violencia y al terrorismo global, o de encuentros interreligiosos como el recientemente promovido por la Comunidad de San Egidio. Una pieza importante y una contribución hacia un presente y un futuro de paz fue también la VIIIª Asamblea Asiática de las Religiones por la Paz (ACRP) que tuvo lugar en Incheon, Corea del Sur, desde el 25 al 29 de agosto pasado. Y no se habría podido elegir un lugar mejor para lanzar un mensaje de unidad y reconciliación entre los pueblos y los países: a pesar de ser la cuna de las principales religiones monoteístas, y “contenedora” de una extrema variedad cultural, Asia es sobre todo teatro de los principales conflictos y guerras. También los Focolares dieron su propia contribución: Christina Lee, encargada del Diálogo interreligioso del Movimiento, desarrolló una intervención en la cita previa a la Asamblea, que dedicó a las mujeres. En su intervención “Oración interreligiosa y meditación” puso en evidencia el rol de la mujer como constructora de paz en el mundo y en Asia: “que nos atrevemos a soñar – afirmaba- como una comunidad en diálogo, conformada por personas distintas por su cultura y religión, que experimentan dolor y pobreza pero que desean un ‘Asia unida’. Como primer paso, propuso la creación de un itinerario formativo para las diversas comunidades religiosas, que consista en el descubrimiento del patrimonio espiritual asiático, para dar vida a signos visibles de unidad y armonía. También la presidente de los Focolares en su mensaje auguró que un compromiso fundado en el amor, la compasión, la misericordia y la devoción, pueda contribuir a realizar la unidad y la armonía en Asia y más allá. En su mensaje el Papa Francisco remarcó que el diálogo y la cooperación entre las religiones sigue siendo el camino más seguro hacia la paz y que “sin la fraternidad es imposible la construcción de una sociedad justa y de una paz sólida”. Palabras que resonaron como un llamamiento y un augurio para los 450 participantes de la ACRP, procedentes de diecisiete países de Asia, con representaciones también de Iraq y de Kirguistán. El título “Unidad y armonía en Asia” dice mucho de las premisas y las esperanzas de esta conferencia que cuenta ya con cuarenta años de vida y representa el credo religioso de más de dos tercios de la población mundial.
A las tres comisiones de trabajo en que se distribuyeron los participantes – educación para la paz y la reconciliación; dignidad del hombre y bienestar; desarrollo y ambiente ecológico – se agregó también un cuarto grupo sobre el tema de la unificación de la península coreana y la paz en el Nordeste asiático. Este último grupo fue guiado por la Conferencia coreana de las Religiones por la Paz (KCRP), que formuló una declaración propia sosteniendo el proceso de reunificación nacional. “Pero el verdadero trabajo comienza ahora –declaró un participante- en nuestras comunidades religiosas y en los ambientes de la sociedad civil”. La “Declaración de Incheon”, documento final de la Asamblea, indica los caminos: compromiso común por la paz, llamado a trabajar por la cohesión social en el continente, trabajo por la unificación de la península coreana.
Sanar las heridas que encontramos en los demás
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