Mientras el apóstol Pablo se encuentra en la cárcel debido a su predicación, escribe una carta a la comunidad cristiana de la ciudad de Filipos. Fue precisamente él quien predicó allí por primera vez el Evangelio. Muchos creyeron y se comprometieron con generosidad en esa nueva vida, dando muestras del amor cristiano cuando Pablo ya había partido. Estas noticias le causan una gran alegría y por eso su carta está llena de afecto hacia los filipenses.
Los exhorta a seguir adelante, a crecer como individuos y como comunidad, y les recuerda el modelo del cual aprender el estilo de vida evangélico:
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”
Pablo ha comprendido: Cristo Jesús, el Hijo de Dios, descendió entre nosotros, se hizo hombre totalmente al servicio del Padre para permitirnos llegar a ser hijos de Dios.1
Llevó a cabo su misión a través de su modo de vida durante toda su existencia: continuamente se anonadó para llegar hasta el más pequeño, débil, inseguro, para elevarlo, para que se sintiera amado y salvado; así pasó con el leproso, la viuda, el extranjero, el pecador.
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”
Para reconocer y cultivar en nosotros los sentimientos de Jesús, antes que nada tenemos que percibir la presencia de su amor y la potencia de su perdón en nosotros; luego dirigir la mirada hacia él y hacer propio su estilo de vida, lo que nos lleva a abrir el corazón, la mente y los brazos para acoger a toda persona tal como es. Es necesario evitar toda crítica hacia los demás y dejarse en cambio enriquecer por lo positivo de quienes encontramos, incluso cuando escondan un cúmulo de miserias y de errores y nos parezca “perder tiempo” en esa búsqueda.
El sentimiento más fuerte de Jesús que podemos imitar es el amor gratuito, la voluntad de ponernos a disposición de los demás con nuestros pequeños o grandes talentos, para construir con decisión y de manera concreta relaciones positivas en todos nuestros ambientes; es saber afrontar incluso las dificultades, las incomprensiones, las divergencias con espíritu humilde y con determinación para encontrar los caminos del diálogo y la concordia.
“Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”
Chiara Lubich, que siempre se dejó guiar por el Evangelio y conoció su potencia, escribió:
“Imitar a Jesús significa comprender que nosotros, cristianos, tenemos sentido si vivimos para los demás, si concebimos nuestra existencia como un servicio a los hermanos, si apoyamos toda nuestra vida sobre esta base. Entonces habremos realizado lo que Jesús más quiere. Habremos dado en el centro del Evangelio. Y seremos realmente bienaventurados”.2
Letizia Magri
1-Gálatas 4,6: “Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!”. También Juan 1, 12: “A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”.
2-C. Lubich, Bienaventurados los que se aman recíprocamente, Ciudad Nueva 1982.