Movimiento de los Focolares

Frontera México-USA/2: un largo viaje

Christopher Jiménez, de la comunidad de los Focolares de México, relata el largo éxodo de los migrantes que partieron de Honduras y de las semanas a los pies del muro que los separa de los Estados Unidos. «El 12 de octubre, una discreta convocatoria circulada a través de las redes sociales –afirma Christopher Jiménez, quien colabora con la Asociación Promoción Integral de la Persona (PIP) – en poco tiempo se hizo viral. Más de un millar de hondureños partieron de San Pedro Sula», una ciudad que desde el 2014 es considerada una de las más violentas del planeta. Desde entonces, el mundo entero está asistiendo a lo que ha sido definido como un éxodo bíblico. «Una semana después, mientras la caravana intentaba abrirse paso en la frontera mexicana, numerosas organizaciones de la sociedad civil y organismos del gobierno mexicano se alistaron para brindar asistencia humanitaria, primero en Chiapas, después en Oaxaca y Veracruz». A este punto, no eran más un único contingente, sino diversos grupos que caminaron en oleadas, procurándose descanso y tramos hechos con ayuda de autobuses y camiones de carga, atravesando el país a lo largo de miles de kilómetros. «A finales de octubre – prosigue Christopher – cuando ya era inminente su paso por la Ciudad de México, en una semana -por cierto- compleja para una de las ciudades más pobladas del mundo, debido a un corte programado de agua potable que afectaría a poco más de cuatro millones de habitantes. Ni la escases de agua, ni los intensos fríos que azotaron en esos días a la capital mexicana, arredraron los ánimos de cientos de personas y de otras muchas organizaciones civiles y religiosas que atendieron al llamado de la Comisión de Derechos Humanos local para preparar un campamento humanitario en la Ciudad Deportiva, al margen oeste de la metrópolis. A ese llamado atendió también la comunidad del Movimiento de los Focolares. Una treintena de personas, entre ellos médicos, enfermeras, estudiantes, amas de casa, se ofreció como personal voluntario para atender en los puestos de socorro y de distribución de alimentos, ropa y calzado. Mientras tanto, en otro anillo de ayuda, otros miembros organizaron un punto de acopio donde se recogieron víveres y donativos. Una asociación civil que se inspira en el espíritu del Movimiento ofreció también su colaboración técnica y logística». La mañana del 5 de noviembre, cerca de cinco mil migrantes arribaron a la capital. Durante los siguientes días, casi diez mil personas recibieron acogida, comida, cobijas, ropa. «Aun y con la notable solidaridad de muchos, el camino de los migrantes no ha estado exento de fricciones y visos de violencia. Algunos incidentes han estado a punto de hacer brotar amagos de xenofobia. Ahora el éxodo migrante se encuentra expectante ante la sombra del infranqueable muro que separa a los Estados Unidos de la ciudad mexicana de Tijuana. Los días venideros guardan enormes incertidumbres acerca del desenlace de este peregrinaje; pero aun entre los escollos de un problema tan complejo como éste, priva una nítida certeza, hicieron bien los migrantes, de apuntar sus brújulas al corazón del pueblo mexicano».

Chiara Favotti

Frontera México-USA/1 – acoger y dar esperanza

Aunque los reflectores mediáticos se encienden en forma intermitente sobre el drama que sigue consumándose en la frontera entre México y Estados Unidos, muchas personas y las organizaciones, entre ellas los Focolares, no abandonan a los migrantes. En las últimas semanas, noticias e imágenes de la caravana compuesta por miles de personas en marcha desde Honduras hacia la frontera con Estados Unidos le han dado la vuelta al mundo. «En esta región, el fenómeno migratorio es muy común» nos explicó Sandra Garcia-Farias Herrera de la comunidad de los Focolares del Noroeste de México. «Mexicali y Tijuana son ciudades de frontera, que crecieron precisamente por el alto número de personas que llegaron allí con el sueño de entrar en los Estados Unidos. Pero lo que hemos vivido en el último mes no tiene precedentes. La población misma no comprende cómo el fenómeno ha llegado a estas proporciones y qué empujó a tantas familias a dejar todo, también en situaciones climáticas tan adversas, y a ponerse en marcha. Aquí termina la calle, y su sueño parece romperse. Las calles y los lugares públicos se han convertido en campamentos. La confusión es grande, hemos asistido a episodios de violencia, al cierre de los pasos de ingreso a los Estados Unidos, a la colocación del alambre de navajas sobre el muro, al gran despliegue de la fuerza pública en el recinto de la frontera, incluso con helicópteros y vehículos especiales que no habíamos visto antes. Parece que está por estallar una guerra. La falta de información acerca de los motivos que los empujaron a partir, pero también las noticias que difunden los medios y las redes sociales han suscitado en los habitantes de México sentimientos encontrados, también de hostilidad y desdén, e incluso episodios de xenofobia». Mientras algunos jóvenes de los Focolares están tratando de poder entrar en los campos destinados a los migrantes, en esta última etapa de su itinerario mexicano, otros se han acercado durante el camino, tratando de entender sus motivaciones, pero sobre todo sus necesidades. Una familia acompañó con su automóvil a Tijuana a dos mujeres con sus niños pequeños, para evitarles ese tramo tan difícil. Otros más, han estado trabajando en un centro educativo, y propusieron a los estudiantes un cambio de actitud cultural, para manifestar a los migrantes la solidaridad y el sentido de fraternidad que se debe a cada persona. «Ahora la prioridad es contrastar la creciente confusión y los actos de intolerancia que se han derivado, también entre los jóvenes. Es necesario difundir la cultura de la acogida».

Chiara Favotti