Movimiento de los Focolares

Pedir perdón con todo el corazón

La Presidente y el Co-Presidente de los Focolares han vuelto a hablar del tema de los abusos sexuales realizados por miembros consagrados del Movimiento y han pedido perdón a todas las víctimas.  “Tenemos que hacer todo lo posible para que traumas de este tipo ya no se tengan que repetir en el futuro”. El domingo pasado, 13 de diciembre, a las 12 horas había miles de personas conectadas en todo el mundo para la Conexión CH, la acostumbrada cita en vídeo-conferencia que desde hace ya treinta años reúne a los miembros de los Focolares. Al recorrer las etapas y los momentos destacados del año, Jesús Morán y Maria Voce, respectivamente Co-Presidente y Presidente de los Focolares, aprovecharon la ocasión para volver sobre el tema grave y doloroso de los abusos sexuales perpetrados a menores, en los cuales han quedado implicadas también algunas personas consagradas del Movimiento. Ya en marzo de 2019 Maria Voce había escrito una carta a los miembros del Movimiento en el mundo para informar a todos de esta grave plaga. A continuación lo que ellos dijeron durante la Conexión CH: Jesús: Sí, lamentablemente – como bien dices- debemos admitir que este flagelo de los abusos, no solo de los abusos de menores, sino también abusos de autoridad, otro tipo de abuso, también se ha producido entre nosotros. En este sentido, quisiéramos aprovechar esta ocasión de conexión mundial para pedir perdón de todo corazón, sinceramente, a todas las personas que han sido víctimas de cualquier forma de abuso. Esto es lo primero que quisiéramos  decir un año después de aquella carta. Después, como sabemos que esto nunca es suficiente, queremos reiterar nuestro compromiso con el trabajo que estamos haciendo y que queremos hacer cada vez mejor,  y más cuidadosamente, de  prevención y de formación para que estas cosas no vuelvan a suceder  porque son tan contradictorias a lo que Chiara nos ha donado, que realmente no deberían suceder más. Y luego, nuevamente reiterar el acompañamiento a las víctimas, que es lo más importante, y esperamos poder hacerlo cada vez mejor y con un mayor cuidado. Emmaus: Ciertamente, ciertamente. Pero parece que es un sufrimiento que vivimos juntos, que asumimos juntos, todos juntos, y que solo juntos podemos superarlo, porque es un gran sufrimiento para todos. Recuerdo que en aquella carta escribimos que, para nosotros, cada caso significa  una profunda purificación para el Movimiento, y lo consideramos como tal. Y lo aceptamos -lo decíamos- con humildad y con profunda compasión por aquellos que quizás también por nuestra falta de atención han sufrido traumas indescriptibles, comprometiéndonos a orientar o reorientar nuestra conducta personalmente y como Movimiento para un compromiso cada vez más consciente y maduro respecto a  la protección y el bienestar, especialmente de los menores. Pero añadíamos entonces – lo subrayábamos en la misma carta – que debíamos estar atentos a mirar también más allá de nuestro Movimiento, porque naturalmente queremos contribuir a la fraternidad de todos y por lo tanto tenemos que asumir el grito de dolor de todos los que sufren abusos, especialmente los menores, pero no solo, los niños y los jóvenes del mundo.  Y esta atención debería llevarnos a mirar a todas estas personas como al Esposo que hemos elegido, como a Jesús Abandonado. Por lo tanto,  sentirnos atraídos e ir a consolar este dolor y hacer todo lo posible para que los traumas de este tipo no tengan que ocurrir más en el futuro. Y esto tanto en lo que se refiere a los abusos cometidos de los niños y  menores, como a cualquier otro tipo de abuso, también de los mayores, también de los discapacitados, de todos aquellos que sufren abusos de cualquier tipo en sus derechos, en su ser persona, en su dignidad. Debemos sentirnos atraídos para ir a amar y aliviar estas heridas, para responder si es posible con nuestra atención y con nuestro amor a las víctimas, a todos los que sufren por esto, y procurar que estos traumas no vuelvan a ocurrir.

Elaborado por  Stefania Tanesini

https://vimeo.com/491104902  

Te he encontrado

El dolor, cualquier dolor, es una realidad que el hombre por naturaleza rechaza y trata de evitar a toda costa. Sin embargo forma parte de la vida humana. Integrarlo en la propia existencia es una vía necesaria para la propia realización. Chiara Lubich acogió el dolor como un signo, una “campanilla” que llama al encuentro con Dios. ¡Te he encontrado en muchos lugares, Señor! Te he sentido palpitar en el silencio profundo de una ermita alpina, en la penumbra del sagrario de una catedral vacía, en el respiro unánime de una muchedumbre que te ama y llena las arcadas de tu iglesia de cantos y de amor. Te he encontrado en la alegría. Te he hablado más allá del firmamento estrellado, mientras, de noche y en silencio, volvía del trabajo a casa. Te busco y a menudo te encuentro. Pero donde siempre te encuentro es en el dolor. Un dolor, cualquier dolor, es como el sonido de la campanilla que llama a la esposa de Dios a la oración. Cuando aparece la sombra de la cruz, el alma se recoge en el tabernáculo de su intimidad y olvidando el tintineo de la campana, te «ve» y te habla. Eres Tú, que vienes a visitarme. Soy yo que te respondo: «Heme aquí, Señor. Te quiero. Te he querido». Y en este encuentro mi alma no siente su dolor, pues está como embriagada de tu amor, invadida por Ti, impregnada de Ti: yo en Ti, Tú en mí, a fin de que seamos uno. Luego, abro de nuevo los ojos a la vida, a la vida menos verdadera, divinamente aguerrida, para conducir tu guerra.

Chiara Lubich

Chiara Lubich, Te he encontrado. Escritos Espirituales/1, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 1995, págs. 78-79.