Movimiento de los Focolares
Curso de Formación sobre Sinodalidad: Ser parte de un solo pueblo

Curso de Formación sobre Sinodalidad: Ser parte de un solo pueblo

El Centro Evangelii Gaudium (CEG), abre la inscripción para el Curso de Formación sobre Sinodalidad, una contribución para responder a la llamada de la Iglesia a caminar juntos. El Centro Evangelii Gaudium (CEG), un centro de formación dentro del Instituto Universitario Sophia, se está preparando para lanzar, en 2023, un Curso de Formación sobre Sinodalidad desarrollado en sinergia con la Secretaría General del Sínodo y en colaboración con otros centros de formación e institutos académicos en Italia y otros países. Pero ¿por qué hablar de sinodalidad? Lo explica , profesor de teología fundamental en la Facultad de Teología de Apulia en Italia y coordinador del CEG.

Prof. Vincenzo di Pilato

“El pasado 16 de octubre, el Papa Francisco anunció la decisión de celebrar la próxima XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en dos sesiones.  ‘Esta decisión nace del deseo de que el tema de la Iglesia sinodal, por su amplitud e importancia, sea objeto de un prolongado discernimiento no sólo por parte de los miembros de la Asamblea sinodal, sino de toda la Iglesia’.  Este es el reto que el Curso quiere asumir: combinar lo mejor posible el caminar ‘juntos’ con caminar ‘todos’. Lo estamos experimentando a nivel de diócesis, parroquias, movimientos, congregaciones, en todas partes: la sinodalidad sin vida en el Espíritu se reduce a un asambleísmo desafinado e inconcluso. Necesitamos ‘casas y escuelas de comunión’, pero también ‘gimnasios sinodales’ en los que aprender a escuchar y seguir al Espíritu Santo. ¡Fácil de decir! El curso quiere ponerse al servicio de este otro desafío: reunir la experiencia espiritual con las ciencias teológicas y humanas. Esto es lo que esperan los Dicasterios pontificios, especialmente los que están comprometidos en la formación, que en varias ocasiones han sugerido cursos de este tipo, abiertos a todas las vocaciones. La propia Secretaría General del Sínodo se mostró particularmente involucrada en la iniciativa. De hecho, tendremos el honor de abrir el Curso con el cardenal secretario Mario Grech, el próximo 17 de enero de 2023”. Profesor, ¿cómo se llevará a cabo este curso y a quién está dirigido? El curso es de tres años. Se desarrolla en 4 períodos del año (3 módulos académicos y una reunión residencial), tratando temas en armonía con el proceso sinodal en curso. Es posible inscribirse para todo el año o para un solo módulo. El idioma oficial será el italiano, pero con traducciones simultáneas al español, portugués e inglés. Es un curso destinado a todos los miembros del pueblo de Dios, desde los obispos hasta los agentes pastorales, desde los sacerdotes hasta las monjas, desde los seminaristas hasta los laicos. Para este año el curso será online. Se recomienda, cuando sea posible, participar en grupos de la misma comunidad, parroquia, diócesis para hacer del Curso una verdadera “palestra de sinodalidad”. Dos o más participantes que podrán dialogar entre sí en estilo sinodal, también se convertirán en “multiplicadores” del curso, o de sus temas principales, en la comunidad donde se insertan. Durante un encuentro con las diversas realidades eclesiales vinculadas al Movimiento de los Focolares, el copresidente Jesús Morán habló de la espiritualidad de comunión (citando la Novo Millennium Ineunte de San Juan Pablo II) y de la sinodalidad como dos momentos vinculados entre sí, pero distintos. ¿Puede dar más detalles sobre esto? Nos estamos preparando para el próximo Jubileo en 2025 con un prolongado camino sinodal sin precedentes en la historia de la Iglesia. Después del último jubileo del año 2000, San Juan Pablo II reconoció que “se ha hecho mucho desde el Concilio Vaticano II también con respecto a la reforma de la Curia Romana, la organización de los sínodos, el funcionamiento de las conferencias episcopales. Pero ciertamente queda mucho por hacer” (NMI, 44). ¿Qué quiso decir con que “queda mucho por hacer”? Creo que no fue una expresión retórica para él, sino profética. En 2015, el quincuagésimo aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, el Papa Francisco se expresó de la siguiente manera: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. He aquí la convergencia mutuamente inspirada entre estos dos jubileos:  por una parte, la “espiritualidad” de comunión para penetrar en la más alta contemplación del misterio de Dios Trinidad custodiado en todas las criaturas y entre ellas; por otra, la sinodalidad como “camino” en el que permanecer, siguiendo el ejemplo de Jesús y María, mezclados entre todos, participando “a esta marea un tanto caótica que puede transformarse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana de solidaridad, en una peregrinación santa” (Evangelii Gaudium 87). Está claro, por tanto, que no hay espiritualidad de comunión sin sinodalidad y viceversa. La comunión hasta la unidad es el misterio de Dios revelado a nosotros por Jesús crucificado-resucitado y siempre presente en el destino de la humanidad; la sinodalidad es el camino que nos permite hacerla visible “para que el mundo crea” (Jn 17, 21). ¿Qué significa esto para cada uno de nosotros y cuáles son las etapas para vivir esta llamada? En primer lugar, sentirse parte de un solo pueblo, no de un grupo de individuos colocados uno al lado del otro como bolos en una pista de bowling o pasajeros en un ascensor. Dirigiéndose a los jóvenes, el Papa Francisco explicó: “Cuando hablamos de ‘personas’ no  debemos entender las estructuras de la sociedad o de la  Iglesia, sino el conjunto de personas que no caminan como individuos, sino como el tejido  de una comunidad de todos y para todos, que no puede permitir que los más pobres y débiles se queden atrás: ‘La gente quiere que todos compartan los bienes comunes, y por eso aceptan adaptarse al ritmo de los más pequeños para llegar todos juntos’ (Christus Vivit, 23). Entonces: caminando juntos sin dejar a nadie atrás, reconociendo la presencia de Cristo en todos los que pasan. Esta es la raíz de la igual dignidad y libertad de  cada uno de nosotros. Sentirse un único pueblo es la premisa, pero también el propósito de la sinodalidad, así como Jesús es, al mismo tiempo, el Camino y nuestro compañero de viaje. En cada miembro del Pueblo de Dios habita el Espíritu Santo, como en un templo, y la única ley entre todos debe ser el mandamiento nuevo de amar como Jesús mismo nos amó (Cfr. Jn 13,34). Esperamos que el Curso sea un tramo de camino hecho junto con nuestra mirada dirigida a los límites del Reino de Dios que encontramos cada vez que hay un prójimo al que amar.

María Grazia Berretta

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Evangelio vivido: «Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en el Señor tenéis una Roca eterna» (Isaías 26, 4). 

La fidelidad de Dios es inquebrantable, como una roca, y ésta es la revelación salvífica no sólo para el pueblo de Israel tras el exilio como anuncia Isaías, sino también para cada uno de nosotros. Por lo tanto, confiar en el Señor quiere decir construir nuestra existencia yendo a la raíz, porque cuanto más profundos son los cimientos tanto más se podrá construir hacia arriba; tanto más confiaremos en él y más sólidos serán nuestros gestos también.  Tensiones en la familia Cuando mi hermano D., enojado por cómo lo había tratado R. (otro de mis hermanos), dijo que ya no quería verlo más, pensé que a nuestra edad (todos tenemos más de 70 años) tendríamos que tener más compasión.  De allí surgió la idea de reunir a la familia con la excusa de un picnic en Jells Park, en un terreno neutro.  Pero ese día, en que se había fijado el encuentro, no apareció.  No me quedó más que rezar pidiendo que su corazón obstinado se ablandara. Algunos días más tarde lo llamé por teléfono.  Me di cuenta de que no estaba bien y de que no se estaba alimentando.  Le aseguré que le llevaría un buen plato de comida.  Cuando llegué a su casa y empezamos a hablar, se lo veía agradecido sobre todo porque no lo había juzgado.  Luego, estando yo de regreso en mi casa, lo llamé a D. para contarle y él se demostró dispuesto a ir a visitar a su hermano si yo organizaba algo. Cuando nos encontramos, el domingo siguiente, al principio se notaba un cierto empacho en ellos, pero al rato empezaron a hablar con normalidad. Al final R. quiso que nos quedáramos a cenar. Me quedé muy contento con el resultado y espero que mi pequeño aporte pueda sanar ciertas tensiones en la familia. (Gill – Australia) La propina Antes del reciente aumento de los sueldos para los médicos y el personal de la salud, era praxis en Hungría darles a los médicos una propina según el servicio que prestaban, como una tasa preestablecida. Como jefe de cirugía, por mis principios, no me agradaba esta modalidad.  Sobre todo porque sabía que muchos pacientes, carentes de medios económicos,  pedían prestados los florines para los médicos. Por ello rechazaba esa idea, por más que todos lo hicieran, hasta que una colega me hizo notar que el hecho de no aceptar la propina podía ser interpretado por mis pacientes como un signo de que yo no haría bien la operación.  Un día, viendo a una señora mayor sacar de su cartera el ya acostumbrado sobre para mí, le dije: “Yo como médico estoy a su servicio y me pagan por lo que hago, pero si Ud.  se queda más tranquila si acepto este regalo, le propongo que se lo haga llegar a una familia necesitada”.  Ella se quedó pensativa un rato, y después me tomó la mano: “Doctor, lo que me está diciendo me da la garantía de que Ud. piensa verdaderamente en la gente. Le agradezco y, si está de acuerdo, me gustaría ayudar, junto con usted, a alguien que se encuentra en necesidad”. (P.M. – Hungría)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año VIII, número 2, noviembre-diciembre  de 2022)