
(C) CSC Audiovisivi
«Acabamos de atravesar el umbral del sexagésimo año de vida de nuestro Movimiento.
Una celebración desbordante de dones más que preciosos: durante el primer encuentro de las focolarinas, la vigilia de nuestra fiesta, el 6 de diciembre, un cálido y sentido estímulo de parte de S.E. mons. Stanislaw Rylko, que nos representa a la Iglesia, con luminosas palabras sobre nuestro carisma. Después, traído por él, un largo, paternal y afectuoso mensaje del Santo Padre.
Y más todavía: el día 7, la sorpresa de las sorpresas; un inesperado cuanto gratísimo llamado telefónico del Papa mismo a mi focolar, con las felicitaciones y el reconocimiento pornuestro sexagésimo año de vida al servicio de la Iglesia y de la humanidad.
¿Qué nos dice todo esto?
Creo que se necesitará tiempo para comprender el significado de lo que ha sucedido el 6 y 7 de diciembre; sobre todo para meditar las palabras del Santo Padre en su mensaje, para vivirlas; como por ejemplo, la nueva y moderna definición de nuestra vocación:
“Apóstoles del diálogo”, de la cual, a primera vista, ya se intuyen sus numerosas repercusiones.
Se necesitará tiempo, y nosotros nos proponemos, ya desde ahora, dedicarnos a ello en el futuro inmediato.
Hoy sabemos que nos encontramos ante una Obra nueva, que hace 60 años no existía.
Una Obra extra bendecida por los representantes de Dios en la tierra (sobre todo los últimos Papas), que hemos visto nacer, crecer y desarrollarse en todo el planeta.
Una realidad eclesial ante la cual nosotros, focolarinos – sumamente conscientes de que su primero y principal autor ha sido el Espíritu Santo, del cual nos sentimos colaboradores,aunque siempre nos sintamos indignos e imperfectos – parafraseando el Cantar de los Cantares, nos atrevemos a repetir, con gozo y gratitud: “ Nuestra viña, justamente la nuestra, está ante nuestros ojos. Podemos contemplar sus sarmientos en toda la tierra y los racimos que siguen alimentando a un pueblo nuevo” (cf. Cant. 8, 12).
Y hoy, mirando hacia atrás, podemos comprender qué podía decirnos, hace varios decenios, ese 7 de diciembre de 1943, año del nacimiento de nuestro Movimiento; afirma que un carisma del Espíritu Santo, una nueva luz, descendió esos días a la tierra; una luz que en la mente de Dios tenía que saciar la sed abrasadora de este mundo con el agua de la Sabiduría, calentarlo con el amor divino y hacer nacer así este pueblo nuevo, alimentado por el Evangelio.
Esto, ante todo.
Pero como Dios es concreto en su manera de obrar, proveyó inmediatamente a asegurase el primer ladrillo para el edificio, esta Obra que le iba a ser útil para realizar sus planes.
0 comentarios