«Bruni tenía muy claro hacia donde lo hubiera conducido su razonamiento, si se ubicaba en el límite entre lo humano y lo deshumano y lamentablemente también yendo un poco más lejos, si entraba en el análisis de organizaciones complejas con móviles en los que prevalece lo material. Sabía perfectamente que escribir sobre ellas, es decir, sobre las organizaciones de “producción” y del “mercado” y, por lo tanto, de la creatividad, de las relaciones y del trabajo, lo llevaría a concentrarse también en las organizaciones con móviles ideales y sobre otros movimientos del espíritu humano», colocando ambas «delante del mismo desafío: renovarse sin perder las raíces y el alma». Así escribe Marco Tarquinio, director del periódico católico “Avvenire”, en la introducción del nuevo trabajo “La destrucción creadora”, del economista y filósofo Luigino Bruni. Se trata de un pequeño volumen publicado por la Editorial Cittá Nuova que agrupa una selección de artículos publicados durante el 2015 en el periódico “Avvenire” y extraídos de la serie “Las parteras de Egipto “ y “Regeneraciones”. “Es en las periferias donde se aprende a resurgir”, es el título del último capítulo en el cual Bruni llega a las conclusiones de su trabajo y a los desafíos de su reflexión, que duró varios meses. La frase elegida para introducir sus propuestas es la del poeta alemán Friedrich Hölderlin: “Dios ha creado al hombre como el mar crea los continentes: retirándose”. A modo de presentación, anticipamos algunos pasajes del libro: «Un movimiento que en el tiempo se convirtió en organización puede conocer una nueva primavera carismática, puede resurgir, si en alguna zona marginal del “reino” algunas minorías creativas comienzan a reconstituir las condiciones para revivir el mismo milagro de la primera fundación del carisma: el mismo entusiasmo, la misma alegría, los mismos frutos. El verdadero proceso que lleva a estas minorías a convertirse en mayoría se llama reforma […]. Un proceso decisivo que se debería hacer sin apuro e involucrando y activando los espacios vivos de la creatividad, alcanzándolos “en los confines del imperio”. Todo esto es ciertamente y antes que nada un don total (charis), pero es también sabiduría organizativa, profunda inteligencia espiritual, profética y transformadora. […] Muchas nuevas “evangelizaciones” ocurren cuando, al relatar a los demás la buena noticia, logramos nuevamente y de modo distinto volverla a sentir viva también en nosotros. Es así que renace una nueva-antigua historia de amor, un nuevo eros, nuevos deseos, nueva capacidad de generar, nuevos niños. […]. El carisma entonces puede florecer nuevamente volviendo a encontrar a las personas en las calles, olvidando las propias organizaciones para ocuparse de las heridas y de los dolores de los hombres y de las mujeres de hoy, sobre todo de los más pobres […] interpretando de forma creativa la propia misión en el momento actual».
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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