El Movimiento de los Focolares -presente en cinco continentes en 194 países, en los más diferentes estratos de la población, de todas las edades, en ambientes religiosos o laicos, a menudo en zonas de frontera-, se ha comprometido, junto a toda la Iglesia, en la nueva evangelización con un nuevo impulso y ardor.
Convencido de la importancia de ser evangelizado para evangelizar, cuida la formación de sus miembros con objeto de que puedan ser luz, levadura, sal. “Células de ambiente”, formadas por dos o más en un mismo lugar, llevan la presencia viva del Resucitado a todas partes, en las casas, las fábricas, los lugares de administración pública, los hospitales, las escuelas y las universidades. A nivel territorial, las “comunidades locales” hacen que sean visibles en los barrios y las ciudades las relaciones de fraternidad generadas por el Evangelio.
Por su carisma propio, el de la unidad invocada por Jesús en su testamento (Jn 17,21), el Movimiento prefiere las formas de testimonio colectivo, como las jornadas o encuentros internacionales, las Mariápolis y las Ciudadelas, donde la ley de los habitantes es el mandamiento nuevo. Se sirve también de la prensa, como Ciudad Nueva, y de los nuevos medios de comunicación y redes sociales.
Un camino privilegiado es el de los diálogos: ecuménico, interreligioso, con quienes no se reconocen en ninguna creencia religiosa y con la cultura contemporánea, donde el Movimiento ofrece su contribución para iluminar con luz cristiana los distintos ámbitos culturales de la sociedad.
0 comentarios