De nuevo amigos
En mis años juveniles, estando en desacuerdo con mi párroco a quien consideraba demasiado autoritario y rígido en las estructuras, poco a poco me había alejado incluso de la práctica religiosa; hasta que el testimonio de un grupo de cristianos que ponían en práctica el mandamiento nuevo de Jesús (Juan 13, 34-35) me permitió volver a creer y en el cambio de conducta que había derivado de ello me sentí impulsado, como primera cosa, a reconciliarme con la persona que yo había juzgado. Le pedí disculpas y pusimos en claro nuestra relación. Detrás de cierta forma que él tenía de moverse y que no me gustaba, encontré un corazón capaz de comprender. Años más tarde, tras haber hecho una elección radical de Dios, fui a compartirla con el párroco que ya se había vuelto mi amigo. Él no se la esperaba y conociendo mis capacidades pictóricas, me pidió que decorara un cartel en el que se exponían los avisos de las peregrinaciones que solía organizar para los parroquianos. Era un aporte en realidad modesto, pero para él fue muy significativo. Era el sello de la nueva armonía que existía entre nosotros.
(F. – Italia)
Michel y sus chicos

Michel seguía la formación humana y espiritual de un grupo de adolescentes. Durante las vacaciones de Pascua los llevó a una especie de retiro en un colegio que había quedado vacío en ese período de receso escolar. Los chicos eran unos treinta, todos muy inquietos. La primera velada la transcurrieron jugando y fue bien. Lo difícil era el descanso nocturno, porque había que esperarse alguna travesura de los muchachos. Por ello, una vez que los mandó a dormir y apagó las luces, Michel esperó. Silencio. Después de las 22, oyó que algunas puertas de las habitaciones se abrían delicadamente. Dejó que salieran todos, después apareció repentinamente y encendió las luces del pasillo. Los chicos se quedaron petrificados, esperando un discurso de reprobación. Pero en cambio Michel exclamó: “Y ahora… vamos todos al centro a comernos unas frites (las patatas fritas belgas, hechas con una técnica particular y que son una especialidad). Los chicos no se lo imaginaban. Estaban felices, salieron y cada uno recibió su porción de frites. Luego, todos contentos, volvieron al alojamiento muy tranquilos. Conquistados por Michel, el retiro tuvo excelentes resultados.
(G.F. – Belgio)
Mis alumnos de ambientes vulnerables
Antes de descubrir el Evangelio como un código de existencia, cuando era chico pensaba que el que seguía a Jesús tenía que renunciar a muchas cosas. Ahora sé que la única cosa a la que debe renunciar es al propio egoísmo. Todo el resto es ganancia. Después de ese cambio de rumbo, cada vez más se ha ido haciendo presente en mí la exigencia de profundizar el conocimiento, mediante estudios teológicos, de ese Dios que ha cambiado mi vida. Para mí ahora enseñar religión en algunos grupos en donde no faltan alumnos vulnerables es una misión que nace del deber de comunicarles el don que yo he recibido. No es fácil: por lo general, dado el contexto social del que provienen, la situación de pobreza y la falta quizás de modelos en los que reflejarse, son tabula rasa en lo que se refiere a la religión. La Iglesia con sus preceptos es algo distante para ellos, algo superado. Ante todo, tengo que hacerme amigo de ellos, entrar en sus intereses. En todos hay algo positivo para destacar; y entonces, partiendo de allí, es más fácil que se abran y reciban el mensaje cristiano.
(Gerardo – Italia)
Maria Grazia Berretta
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año X– n.1° septiembre- octubre 2025)
Foto: © Pixabay
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