La bruma que cubría Asís en la mañana, permaneció durante todo el día y acompañó a Benedicto XVI y a “los peregrinos de la verdad y de la paz” que se dieron cita para una jornada de reflexión, diálogo y oración en la ciudad de Francisco y Clara. Después del frugal almuerzo en el convento de la Porziuncula, adyacente a la Basílica de Santa maría de los Ángeles, Benedicto XVI y los varios líderes tuvieron la posibilidad de transcurrir más de una hora de reflexión, meditación y oración. A cada uno se le ofreció una habitación para que pudiera hacerlo según su propia conciencia y las enseñanzas de su propia religión. Mientras tanto grupos de jóvenes caminaron en peregrinación hacia la Plaza San Francisco, delante de la Basílica inferior en la ciudad alta. Allí, tal como fue en 1986 y en el 2002 se preparó un palco para el acto final de la jornada. La llegada de Benedicto XVI y de las varias delegaciones fue acogida con gran entusiasmo. La plaza estaba repleta y presentaba una gran variedad de colores, desde el naranja de los hindúes al negro de los monjes japoneses, el blanco de muchos musulmanes y zoroastrianos, el gris y el marrón de los monjes y monjas católicos: una vista realmente única. Fue un momento solemne, de compromiso a favor de la paz, marcado por breves participaciones en distintos idiomas: francés, punjabi, ruso, inglés, en árabe hablado por un obispo siro-ortodoxo y también, en chino, tailandés, japonés, para terminar con el español. Detrás de cada lengua se escondía una forma de creer y un modo de hablar a Dios y a los hombres, sobre todo de la paz. Quien asumía el compromiso de vivir por la paz provenía, a menudo, de rincones del mundo con un alto ptencial de violencia. “Nosotros nos comprometemos” eran las tres palabras con las que iniciaba la declaración, para presentar un compromiso común más allá de las religiones, de la proveniencia geográfica y cultural. Un compromiso que se refiere a la decisión de erradicar las causas del terrorismo, de educar a las personas al respeto y la estima recíprocas, y de promover una cultura del diálogo, de defender los derechos de todas las personas de vivir una existencia digna, de reconocer que confrontarse con la diversidad puede convertirse en una posibilidad para mejorar la comprensión recíproca, de perdonar recíprocamente los errores y prejuicios, de estar del lado de quien sufre, Y así hasta llegar a Guillermo Hurtado, un profesor mexicano quien, a nombre de los humanistas laicos, proclamó el compromiso de todos los hombres y mujeres de buena voluntad de construir un mundo nuevo. Benedicto XVI sintetizó el llamado coral retomando las invocaciones de Pablo VI y Juan Pablo II: “¡Nunca más violencia! ¡Nunca más guerra!. En nombre de Dios que toda religión traiga a la tierra Justicia y Paz. Perdón y Vida. Amor!”. El símbolo de la luz concluyó la jornada al igual que la del 2002. Pequeñas lamparitas fueron pasando entre los presentes, seguidas por el intercambio de un signo de paz. Todo en la más grande sencillez y sobriedad, como enseñaron Francisco y Clara por los caminos de piedra de esta pequeña ciudad simbólica, que desde hace siglos le dice al mundo que los hombres y las mujeres pueden ser hermanos y hermanas. Del enviado Roberto Catalano Lee el artículo completo: http://www.cittanuova.it/contenuto.php?TipoContenuto=web&idContenuto=331098 Entrevista de Radio Vaticana a Michele Zanzucchi, director de Cittá Nuova: http://www.cittanuova.it/audio_dett.php?TipoContenuto=audio&idContenuto=331082
Ser constructores de paz
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