Abr 22, 2019 | Sin categorizar
Una invitación clara – tomada de la Palabra de vida de abril de 2019 – de Jesús que fue el primero en lavar los pies a sus discípulos. Una invitación que todos podemos comprender y poner en práctica, en toda situación, en todo contexto social y cultural. El componente que faltaba Trabajo en una empresa que produce ordenadores. Desde hacía meses buscaba un específico componente electrónico que reduciría en gran medida los costos de un producto, pero ningún proveedor me lo había encontrado. Por ello había decidido proyectarlo yo, y en la reunión semanal siguiente iba a pedir que se postergara de una semana la entrega, por el largo trabajo requerido. Durante esa reunión, un compañero que pasaba un mal momento familiar nos comunicó que no había conseguido terminar un trabajo que se le había confiado. El director empezó a reprocharle su actitud, y entonces propuse terminar yo ese trabajo en su lugar. Enseguida, después de eso, pensé que no encontraría tiempo para concluir mi proyecto y que llegaría siempre tarde a casa. Pero volviendo a la oficina, me estaba esperando un proveedor que, sin una cita previa, había venido a traerme justamente el componente que buscaba. (M. A. – Italia) En el patio En el patio común de la propiedad en la que vivimos juegan muchos chicos del barrio. Entre ellos también Robert, un chico problemático, que pasa todo su tiempo vagando por las calles y a menudo se producen choques con los demás. Supimos que sus padres no tienen tiempo para él y que él mismo está bajo un tratamiento psiquiátrico. Un día, viendo que las peleas se repetían, mi esposa y yo bajamos al patio e invitamos a Robert a subir a nuestra casa, en donde se quedó hasta la noche jugando con nuestros dos hijos, más pequeños que él. En los días sucesivos todas las veces que la situación se tornaba difícil, los otros chicos lo acompañaban a nuestra casa. Luego supimos que Robert le contó al psiquiatra cómo pasaba las tardes. Desde que empezó a visitarnos, su comportamiento mejoró, tanto que pudo suspender los fármacos. (D. H. – Usa) El huevo de Pascua Al despedirme de un amigo enfermo que había ido a ver, su esposa me entregó un huevo de Pascua para mi hijo Cesare, Cuando volví a casa lo encontré jugando con un sobrinito que a menudo viene a mi casa debido al clima familiar complejo que vive. Le guiñé el ojo a mi hijo y el huevo pasó a manos del primo, que quedó encantado. Cesare estuvo al juego, y luego, cuando nos quedamos solos, le expliqué que hacer un regalo nos hace sentir más cerca de Jesús. Por la tarde llegó la abuela con un huevo de Pascua aún más grande. Con gran alegría, Cesare me dijo: «Papá, ¿por qué no les contamos a todos nuestro secreto?». (Z. C. – Italia) Una gran familia Después de muchos intentos, un inmigrante africano que habíamos recogido en la parroquia había conseguido hacer venir desde África también a su esposa y a sus seis hijos, pero les faltaba de todo. La casa era una obra en construcción y no tenían electricidad. Entonces, me ofrecí a lavar la ropa de cama y otros les dieron alimentos y otras cosas que necesitaban. Estos hermanos experimentaron la alegría de haber vuelto a encontrar la gran familia que pensaban que habían perdido para siempre dejando su país. (F. F.- Belgio)
Recogido por Chiara Favotti
Abr 20, 2019 | Sin categorizar
¡La Resurrección! Juan y Pedro van al sepulcro vacío y encuentran las vendas por el suelo y aparte el sudario. Magdalena se detiene y llora y ve a dos ángeles, uno donde estaba la cabeza de Jesús y el otro en el sitio de los pies. Habla con ellos y luego, volviéndose hacia atrás, ve a Jesús. Los apóstoles no lo han visto, y entre ellos estaba el predilecto de Jesús, sin duda también por su inocencia. María, la pecadora, ve a los ángeles y a Jesús. «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt. 5,8) ¿Quién ha visto más en esta ocasión? La Magdalena. Las lágrimas que fluían continuamente de sus ojos, la espera fuera del sepulcro, signo de un amor que todo lo cree y lo quiere; después, el coloquio con los ángeles y con el que pensó que era el hortelano, casi como si Jesús fuese una persona por la que sólo ella estaba interesada, habían purificado aquel corazón tal vez más que los demás: tanto que mereció ver a criaturas celestiales y a Jesús resucitado. Y he aquí el significado de la Resurrección. La redención está cumplida. La muerte está vencida. El pecado está destruido por la misericordia Derramada con sobreabundancia del árbol de la cruz.
Chiara Lubich
(De: Chiara Lubich, Lo esencial de hoy. Escritos espirituales / 2, Madrid 1978, pag 65.)
Abr 19, 2019 | Sin categorizar
Igino Giordani dedicó muchas páginas a María, a la comprensión de su misterio. Entre ellas, ésta en la que invita a mirar a María a los pies de la Cruz, a ser como Ella. Que tu modelo sea María Desolada. Ella, después de haber dado vida a Jesús y haberlo amado y servido, aun sintiéndose separada de Él y rechazada por la masa que no era todavía Iglesia, sin embargo, en la fidelidad, no vaciló; y en la prueba suprema no faltó a la cita bajo la cruz. Fue tal cual el Espíritu Santo la había modelado: corazón en el que las ofensas de los hombres se extinguían; centro del que brotaba solo el amor. Donación total. Muerta a sí misma, vivía de Dios: no vivía en Ella más que Dios. (…) Los hombres te dejan solo, para que tú te quedes solo con Dios. Y entonces, tu alma ya no estará distraída o sustraída: entonces, en el silencio dialoga con el Eterno. Está, con el Crucificado, a la altura de Dios.
Igino Giordani
(Igino Giordani, Maria Modello perfetto, Città Nuova, Roma, 1989, 131-133)
Abr 18, 2019 | Sin categorizar
¿Qué les dice a la mujer y al hombre de nuestro tiempo el misterio de un Dios que muere en la cruz? En este sacrificio extremo Dios asume todas nuestras culpas y nos pide tener el valor de revivirlo para amar al mundo. De un escrito de Pasquale Foresi. “¿Cómo pudo haber sufrido Jesús una tal separación, un tal abandono por parte del Padre, si Él era el Hijo de Dios, si Él mismo era Dios? Tratemos de penetrar, por lo menos un poco, en lo que pudo haber acontecido en el momento de la pasión, cuando Jesús sufrió el abandono por parte del Padre. Jesús probó en Él la lejanía de Dios. Y si pudo llegar a tanto fue precisamente porque, en cuanto hombre, estaba unido a toda la humanidad. Allí, sobre la cruz, todos nosotros, uno por uno, estábamos presentes en Jesús, por el misterioso designio de Dios que había querido que Él recapitulara a la humanidad entera. Allí, en Él, se acumularon todos nuestros dolores, todas nuestras culpas, que había cargado a sus espaldas y hecho suyas, para dirigirse luego al Padre diciendo: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46) En ese momento verdaderamente todo se había cumplido, nuestras culpas habían sido redimidas. Por lo tanto, si también nosotros, en cuanto cristianos, estamos llamados a vivir Cristo, tenemos que vivir lo que Él vivió. Y Cristo vivió de modo muy particular la redención del género humano. Entonces, revivir en nosotros a Jesús crucificado y abandonado significará ponerse a la altura de los sentimientos de Jesús; incluso, mucho más: será dejar revivir en nosotros ese dolor-amor vivido por Él en la cruz, para participar también nosotros en el cumplimiento de su pasión y compartir con Él su gloria”.
Pasquale Foresi
(Pasquale Foresi, Dios nos llama, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2005, pp. 58-61)
Abr 17, 2019 | Sin categorizar
Una reflexión sobre el día de hoy, Jueves Santo, extraída de una homilía de Klaus Hemmerle (1929–1994), filósofo, teólogo y obispo, preparada precisamente para esta solemnidad en 1993. Si los discípulos ven en Jesús al grandioso y poderoso Dios allá arriba, no lo encuentran. Deben inclinarse bajando hasta el fondo, mirar hacia el polvo; allí está Jesús lavando los pies a sus discípulos. Donación, humillación, servicio, tomar en serio las banalidades de las exigencias humanas, hacerse pequeños, renunciar, (sentir) la dureza del agotamiento, ser modestos, estar escondidos: todo lo que no tiene que ver con el esplendor divino es el esplendor del Dios verdadero, es el contenido más íntimo de nuestra adoración a Dios, es Eucaristía.
Klaus Hemmerle
(Klaus Hemmerle, Gottes Zeit-unsere Zeit, München, 2018, p. 65 – traducción a cargo de la redacción)