Movimiento de los Focolares
Pathways: Caminos para un mundo unido

Pathways: Caminos para un mundo unido

Seis temas para seis años, un camino de profundización que parte del ámbito de la economía, de la comunión de trabajo. El mundo unido, una meta exigente pero no utópica, que se puede alcanzar si se actúa en muchos frentes diferentes. Las nuevas generaciones de los Focolares lo saben bien. Chiara Lubich les había sugerido emprender los muchos “caminos” que conducen a un mundo unido, conocerlos y ahondar en ellos para lograr este objetivo. Esta es la razón por la cual la idea de un camino mundial en seis años partió de los jóvenes, y que han llamado “Pathways for a united world”, caminos para un mundo unido. Un camino con acciones e ideas sobre seis temas principales. En los próximos meses propondremos testimonios y experiencias de vida sobre el primero de ellos: economía, comunión y trabajo. FOTO pathwaysrossoundercatDonar lo que tenemos de más. Desde que nos casamos, cada año sentimos que tenemos que compartir lo que tenemos con los demás. La experiencia comenzó durante los preparativos para la boda, cuando recibimos mucho, en amor y ayuda económica. Optamos por hacer una donación a una asociación de Timor Oriental que ayuda concretamente a los niños en dificultades, administrada por el sacerdote que nos casó a nosotros. Fue increíble recibir, justo después de la donación, exactamente diez veces más. Cada año, entonces, nos proponemos donar una parte de nuestras ganancias para alimentar la comunión de bienes que vivimos en el Movimiento de los Focolares. Justo esta mañana hice una transferencia para esto, y recibí un abrigo como regalo. Hermosa, a la moda y… de mi talle. (S. y C. – Italia) Los ahorros de mi alcancía. Tengo cinco años y vivo en Alepo (Siria). Hace algún tiempo, me enteré de que los jóvenes del Movimiento de los Focolares habían decidido pasar una tarde en un monasterio de monjas que cuidan a personas mayores y les llevan la cena. Yo también quería participar. El día anterior a la cita, sin embargo, no estaba bien y tuve que acudir al pediatra. Mientras me visitaba, aproveché la oportunidad para contarle sobre la iniciativa. “Doctora, mañana con mi familia queríamos visitar a algunas personas ancianas. Para contribuir también yo vacié mi alcancía. Pero yo mañana ¿puedo ir? Y ella: “Sí, puedes ir porque estás bien. Pero te devuelvo el dinero con el que pagaste la visita, porque a mí también me gustaría participar en vuestra iniciativa”. (G. – Siria) Involucrar a la ciudad. Conozco a muchas personas que ni siquiera tienen lo esencial para vivir. ¿Qué hacer? Hablando con colegas, nació espontánea la idea de compartir. Recibí muchas cosas que luego distribuía a familias en dificultad. La idea se extendió y las cosas se incrementaron, necesitaba más espacio y algo de ayuda. Una pareja de amigos pusieron a disposición una tienda, un colega con el que somos muy diferentes en cuanto a ideas y cultura, y dos jóvenes profesionales pusieron a disposición tiempo para esta iniciativa. Después de un mes inauguramos nuestro “Bazar Comunitario”, presentes el Asesor de Servicios Sociales y algunas Concejales municipales. Trabajando comenzamos a establecer contactos con las instituciones sociales de la ciudad y elaboramos una lista de correo para poner en contacto a aquellos que tienen algo que donar con quien necesita. Recibimos colaboraciones y objetos de todo tipo, de particulares y de empresas. El Bazar se ha convertido en un punto de referencia incluso para personas solas que encuentran aquí un modo de prestar ayuda. Un día, para ayudar a una lavandería social a comprar una máquina adecuada, le pedí a un colega que me acompañara: “Es la primera vez que termino el año haciendo algo por los demás, me dijo mientras regresábamos. Estoy feliz. ¡Gracias por haberme hablado de esta iniciativa!” (M.D.A.R – Portugal)

Evangelio vivido: una verdadera libertad

La misericordia es un amor que llena el corazón y luego se derrama en los demás, tanto en los vecinos como en los extraños, en la sociedad alrededor. El compañero de viaje Durante 19 meses estuve en prisión, culpable de adulterar los vinos que comercializaba. Sin embargo, allí, con la ayuda de un sacerdote y de algunas personas que vinieron a ofrecerse como voluntarios, pude reflexionar y descubrir un Dios diferente del que me habían enseñado. He enfrentado esta prueba con un espíritu renovado, comenzando a experimentar la verdadera libertad, que es la libertad interior y proviene de amar a nuestro prójimo. La relación con mi esposa ha cambiado y también me he reconciliado con mis suegros. No solo: quería perdonar a mi socio, responsable conmigo por el fraude. Ahora que he cumplido mi condena, aunque el futuro está lleno de incertidumbres, sé que Dios el Padre es mi compañero de viaje. (Javier – Argentina) Palabras de luz Entre mi esposa y yo teníamos momentos de arrebato e interminables silencios, con gran sufrimiento para nosotros y para nuestros hijos. A pesar de la ayuda de algunos amigos, cada uno se mantenía firme en su posición, parecía el fin del matrimonio. Cegado por la ira, llegué al punto en que pensé que era mejor irme de casa y acabar de una vez. Afortunadamente, en ese infierno, también recordé otras palabras que en el pasado habían sido luminosas: palabras de perdón, de amor. ¡Como cristiano estaba realmente fuera del camino! En medio de una noche de insomnio, comiéndome el orgullo, desperté a mi esposa para pedirle que me ayudara a recordar con humildad los momentos felices que habíamos vivido juntos. Nos abrazamos y nos pedimos perdón. (Un esposo africano) Lluvia Una noche me sentía muy cansada y quería decirles a los niños que fueran a su habitación y rezaran las oraciones por su cuenta pues quería irme a la cama de inmediato. Pero John, nuestro hijo mayor, me pidió que rezáramos el rosario para pedir lluvia: hacía tiempo que no llovía y nuestra plantación de maíz y patatas dulces estaba en riesgo. Así que oramos juntos. Para mi sorpresa, esa misma noche comenzó a llover y continuó hasta la tarde del día siguiente. (B.M. – Uganda) En el hospital Una mujer muy pobre, madre de familia, hospitalizada durante muchos meses, necesitaba ayuda para comer, pero el personal no podía hacer también ese trabajo. Avisamos a todos los amigos de la parroquia, y uno tras otro fuimos a ayudarla. Aunque la situación no tenía salida, mejoró un poco, respondió al tratamiento y sonreía. Cuando la vecina de su cama murió, dejó una pequeña suma en su testamento para ayudar a la familia de esta mujer. El amor es contagioso… (C.C. – España)

Nace el “Centro para la unidad y la paz”

Se encuentra en el confín entre la parte hebraica y la árabe de Jerusalén. Será un lugar de espiritualidad, estudio, diálogo y formación para la Ciudad Santa y para el mundo entero. Uno historiador francés escribió que Jerusalén no es de Jerusalén, sino que es una ciudad-mundo, una ciudad en donde el mundo entero se da cita, periódicamente, para afrontarse, confrontarse, medirse. Es un laboratorio de convivencia o de guerra, de pertenencia común o de odio al otro. De hecho es fácil caer en la tentación de ver sólo lo que los sucesos nos presentan casi cotidianamente sobre la Ciudad Santa: la violencia entre hebreos y palestinos, la fatigosa resistencia de los cristianos en los lugares santos, ¿pero sólo esto es Jerusalén? ¿Hay todavía espacio para la esperanza y la profecía que esta ciudad representa para todo el mundo? Chiara Lubich siempre estuvo convencida de ello. Fue a Tierra Santa por primera vez en 1956 y entre los lugares santos visitados, la impresionó uno en especial: la “Escalerita”, es decir la antigua escalera romana de piedra blanca, que se encuentra apenas saliendo de los muros de la ciudad vieja, junto a la iglesia de San Pedro en Gallicantu. Una tradición dice que por allí pasó Jesús, la noche después de la última cena, mientras iba hacia el huerto de Getsemaní y que precisamente en esas piedras pronunció la oración por la unidad: “Padre que todos sean una sola cosa”. Referimos como Chiara describió en una página de su diario la fuerte impresión reportada en ese lugar: “Aquí el Maestro, ya próximo a la muerte, con el corazón lleno de ternura hacia sus discípulos, elegidos por el Cielo, sí, pero todavía frágiles e incapaces de comprender, elevó al Padre su oración en nombre propio y en nombre de todos aquellos por quienes había venido y por los que estaba dispuesto a morir: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros». Allí, Jesús le había suplicado al padre que nos ahijara, aunque estuviésemos alejados por nuestra culpa, y que nos hermanara entre nosotros en la más firme, por ser divina, unidad”.(1) Ya desde entonces Chiara sintió el deseo de que, precisamente en este rinconcito de la tierra, naciera un centro para el diálogo y la unidad. Un giro importante tuvo lugar a partir de los años ’80 cuando se pudo adquirir un terreno adyacente a la escalera romana y preparar el proyecto, que fue aprobado en el 2016. Últimamente se hicieron las excavaciones para preparar el trabajo de construcción. El futuro “Centro para la Unidad y la Paz” recibió de Chiara una misión precisa: debe ser un lugar de espiritualidad, estudio, diálogo y formación. Un lugar abierto a personas de distintas edades, culturas, credos y proveniencias; orientado a estimular el encuentro, el conocimiento del otro, a favorecer relaciones auténticas. Otra etapa decisiva fue cuando en febrero pasado María Voce, presidente de los Focolares, realizó un gesto importante, al poner en el terreno una pequeña medallita de la Virgen, como signo inicial de la construcción de este centro. El proyecto presenta una estructura poli-funcional, apta para alojar eventos e iniciativas de distinta naturaleza a nivel internacional y local. Es posible contribuir en distintas formas para sostener la construcción del centro; aquí están disponibles todas las informaciones necesarias.

Stefania Tanesini

1) Chiara Lubich, Escritos espirituales/1El atractivo de nuestro tiempo, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, p.178

 

Una donación hasta el final

“Un misterio” y “un shock” así ha sido definida la muerte de Pierre André Blanc, focolarino suizo, arrebatado por una fuerte depresión. Sin embargo, en quienes lo conocieron, queda la convicción de que encontró la paz en ese Dios-Amor del que fue un testigo convincente para muchos. “Tu partida, Pierre-André, fue demasiado abrupta para nosotros. Pero tu Palabra de Vida, tomada del libro de Isaías (43.1) “Te he llamado por tu nombre: me perteneces”, nos hace intuir la mirada de amor con la que, creemos, Dios te ha recibido en el Paraíso”. Esta es la última frase del discurso que Denise Roth y Markus Näf, responsables de la ciudadela de los Focolares de Montet (Suiza), durante el funeral de Pierre-André Blanc. Así se resumen los sentimientos contradictorios de muchos de los presentes: por un lado, una inefable perplejidad para esta muerte y, por el otro, la confianza, o más bien la certeza de que ha encontrado la vida verdadera. Era el quinto de seis hijos, Pierre-André nació el 2 de abril de 1962 en Sion (Suiza) y creció en Ayent, un pueblo del Valais en un hermoso clima de amor familiar. Cursó estudios de educación especial y más tarde completó sus estudios de teología. En 1980, en Roma, con motivo del Genfest, un evento internacional de los jóvenes del Movimiento de los Focolares, tomó contacto con la espiritualidad del Movimiento. Le impacta “la calidad de las relaciones entre las personas y la alegría que se leía en sus rostros”, como escribirá más adelante. Al regresar a casa, él también se compromete a vivir este estilo de vida evangélica. Acostumbrado a “encontrar” a Dios sobre los esquís con motivo de retiros en las montañas, ahora descubre en el amor concreto hacia los que lo rodean, una nueva forma de relacionarse con Él. Durante un taller sobre problemas sociales, de repente e inesperadamente se encuentra con una persona que habla de su total entrega a Dios. En Pierre-André surge una pregunta: ¿y si Dios me llama a vivir como esta persona? “Mis temores de seguir a Dios de manera totalitaria – escribirá sobre ese período – no han resistido a Sus intervenciones. Simplemente había tratado de vivir el Evangelio de una manera coherente y Dios había hecho el resto. Comprendí cuánto quería mi felicidad y, sobre todo, que tenía un enorme valor ante sus ojos. Me pareció obvio decirle sí a Jesús, seguirlo donde me sentía llamado: en el focolar”. En 1989 comenzó su formación y preparación para la vida de donación a Dios en el focolar. Aquellos que lo conocieron durante este período lo describieron como sensible a todo lo que “habla” de Dios, alguien que sabía captar lo esencial en las circunstancias y en el prójimo. Después de completar la escuela de formación para focolarinos, Pierre-André formará parte del focolar de Ginebra (Suiza) y desde 2006 en la ciudadela de Montet. Durante muchos años, dio una valiosa y atenta contribución a la vida de la comunidad de los Focolares en la Ciudadela, poniéndose a disposición de los demás con generosidad, concreción y discreción. En el campo profesional, trabajando como educador, primero con niños discapacitados y luego con jóvenes con dificultades de aprendizaje, mostró una profunda capacidad para estar cerca del sufrimiento de los demás. Jocoso y dotado de un fino sentido del humor, Pierre-André se donaba sin reservas. A finales de mayo de 2018, aparecen en él los primeros síntomas de una depresión. Es acompañado inmediatamente por un médico. Después de un mes, será necesaria la internación en una clínica. En algunos momentos puede regresar durante los fines de semana a Montet y, en octubre de 2018, abandona la clínica y regresa al focolar, siempre seguido de un médico especialista. En este período lo acompañan con gran atención y cuidado los otros focolarinos que lo ven continuamente en donación a los demás. Parece que sus condiciones comienzan a mejorar, pero al final, la enfermedad es más fuerte y el 28 de noviembre lo arrastra de forma muy abrupta. El funeral de Pierre-André fue, incluso en medio de la consternación, un momento de gran gratitud para todos por su vida y por el delicado amor que demostró hasta el final.

Joachim Schwind